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—[Pedri]—

Desperté lentamente, envuelto en la calidez de la mañana. El sol se filtraba por las cortinas, pintando la habitación con tonos dorados y llenándola de una sensación de paz. Aún medio adormilado, me moví ligeramente, sintiendo el cuerpo de Pablo junto al mío. Su respiración tranquila y regular me tranquilizaba, recordándome que no estaba solo.

Con cuidado, abrí los ojos y me encontré con su rostro sereno, iluminado por la luz de la mañana. Estaba recostado a mi lado, sus brazos rodeándome con ternura. Una sonrisa se formó en mis labios al darme cuenta de lo afortunado que era de tenerlo allí.

Decidí despertarlo de la manera más dulce posible. Me incliné hacia adelante y deposité suavemente un beso en sus labios. Sentí su respuesta inmediata, sus labios moviéndose contra los míos en un beso lleno de ternura y amor. Nos besamos lentamente, disfrutando del momento de intimidad compartida antes de que el día nos reclamara por completo.

Después de un rato, nos separamos, pero aún permanecimos abrazados, disfrutando de la cercanía y la calma de la mañana. Podía sentir el latido de su corazón bajo mi cabeza, un recordatorio constante de que estábamos vivos y juntos.

—Buenos días, amor —susurré, rompiendo el silencio.

Pablo sonrió y me abrazó un poco más fuerte.

—Buenos días... ¿Cómo has dormido?

—Mejor de lo que podría haber esperado —respondí, acurrucándome más contra él—. Gracias a ti.

Nos quedamos en silencio por un momento, perdidos en nuestros propios pensamientos y emociones. Pero pronto recordamos que teníamos un día por delante, compromisos que cumplir y responsabilidades que atender.

—Creo que deberíamos levantarnos —dijo Pablo, rompiendo el momento de tranquilidad—. Tenemos un entrenamiento esta mañana, ¿recuerdas?

Asentí, aunque parte de mí quería quedarme allí para siempre, en su abrazo cálido y reconfortante. Pero sabía que teníamos deberes que cumplir, metas que alcanzar juntos como equipo y como pareja.

Nos separamos con cierta renuencia, pero con la promesa tácita de que volveríamos a encontrarnos al final del día. Nos vestimos con rapidez y salimos de la habitación, listos para enfrentar lo que el día nos deparaba. Aunque el mundo exterior seguía esperando por nosotros, sabía que mientras estuviéramos juntos, podríamos superar cualquier desafío que se nos presentara.

—🌱—

Justo cuando estábamos a punto de salir, se escuchó un golpe en la puerta. Era Ferran, que nos miró con una sonrisa pícara.

—¿Cómo están los tortolitos? —dijo, levantando una ceja.

Nos reímos, un poco avergonzados, pero felices. Ferran entró y nos dio un abrazo rápido. Noté cómo le susurró algo a Pablo, pero siguió hablando.

—Venga, que el mister no va a estar contento si llegamos tarde —añadió, empujándonos suavemente hacia el pasillo.

Mientras caminábamos hacia el vestuario, no pude evitar sentirme agradecido por tener amigos que nos apoyaban y entendían. Sabía que, aunque Pablo y yo aún no habíamos definido completamente nuestra relación, estábamos en el camino correcto. Y con el apoyo de nuestros compañeros, ese camino se sentía menos solitario y más lleno de esperanza.

Caminamos de la mano por todo el complejo, hasta llegar a los vestuarios y nos unimos al resto del equipo. El ambiente estaba lleno de energía positiva, y aunque todos bromeaban y reían, el enfoque en el entrenamiento era claro. Nos preparamos rápidamente y salimos al campo.

—🌱—

Durante el entrenamiento, Pablo y yo trabajamos en equipo, como siempre. A pesar de los desafíos personales, nuestra conexión en el campo seguía siendo fuerte. Nos movíamos con fluidez, anticipando los movimientos del otro, y eso se reflejaba en nuestro rendimiento.

En un momento de descanso, me acerqué a Pablo y le di un ligero golpe en el hombro.

—Lo estás haciendo genial —le dije, sonriendo.

—Gracias. Tú también —respondió, devolviéndome la sonrisa.

Nos quedamos allí por un momento, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Sabía que había mucho trabajo por delante, tanto dentro como fuera del campo, pero sentía que podíamos manejarlo. Juntos.

El entrenamiento continuó, y aunque hubo momentos de agotamiento y desafío, la sensación de camaradería y apoyo mutuo nos llevó a través de todo. Al final, cuando el mister nos dio una charla motivadora, me sentí más preparado que nunca para enfrentar lo que venía.

—🌱—

Al finalizar el entrenamiento, mientras todos se dirigían a las duchas, Pablo y yo nos quedamos un poco más, recogiendo nuestros balones y equipo. Nos dirigimos juntos hacia el vestuario, hablando de estrategias y planes para el próximo partido.

Al llegar a nuestras taquillas, Ferran volvió a aparecer, con una sonrisa traviesa.

—¿Qué pasa, chicos? ¿Planes para esta noche? —preguntó, guiñándonos un ojo.

Nos reímos y negamos con la cabeza.

—Solo descansar y prepararnos para el partido —respondí.

Ferran asintió, pero no pude evitar notar la chispa de curiosidad en sus ojos. Sabía que nuestros amigos siempre estarían allí, apoyándonos y, a veces, empujándonos en la dirección correcta.

—Bueno, cualquier cosa, ya sabéis dónde encontrarme —dijo, dándonos una palmada en la espalda antes de irse.

Me giré hacia Pablo y vi la misma determinación en sus ojos que sentía en mi corazón. Nos quedamos solos en el vestuario y lo empujé contra la taquilla besándolo. Me envolvió por los hombros con sus brazos, me siguió besando hasta que se quedó sin aire.

Nos separamos, respirando con dificultad pero sonriendo. Sabíamos que el camino no sería fácil, pero mientras estuviéramos juntos, podríamos enfrentarlo todo.

Dest 🪷.

Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora