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—[Pedri]—

El partido estaba en su punto más álgido. Como siempre, un clásico tenía esa intensidad única que lo hacía sentir diferente a cualquier otro encuentro, bien lo habían dicho siempre, en los clásicos jamás existiría un momento amistoso, era un matar o morir, por que ninguno de los dos equipos se tendrían piedad. Estaba concentrado, moviéndome por el campo con la familiaridad de alguien que había vivido estos enfrentamientos tantas veces antes. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió.

De repente, vi a Pablo correr hacia el balón al mismo tiempo que yo me lanzaba para interceptarlo. No fue hasta el último segundo que me di cuenta de que íbamos directo a un choque. No pude evitarlo. Nuestros cuerpos colisionaron con fuerza, el impacto resonó en mi pecho, y sentí cómo mi respiración se cortaba. En el suelo, apenas tuve tiempo de procesar lo que había pasado antes de ver a Pablo también caído junto a mí.

El dolor físico del golpe fue nada comparado con el pánico que me invadió al ver a Pablo retorciéndose de dolor. No era solo un rival más; era mi esposo, y la preocupación se apoderó de mí de inmediato. Sin pensarlo, me giré hacia él, mi instinto gritándome que debía ayudarlo. Pero antes de que pudiera hacer nada, Modric, que había visto todo, se apresuró a mi lado y me detuvo.

—Pedro, no hagas nada que te delate —me dijo en voz baja, sosteniéndome por el brazo.

Aun así, no pude simplemente ignorarlo. Modric tenía razón, pero la idea de que Pablo estuviera lastimado me resultaba insoportable. Con el corazón latiéndome en las sienes, me solté suavemente de Modric y me acerqué a Pablo, tratando de mantener la calma. Me arrodillé a su lado, fingiendo que solo estaba ayudando a un compañero, aunque por dentro estaba al borde del colapso.

—¿Estás bien? —pregunté, mi voz quebrada por la preocupación.

Pablo me miró con una expresión de dolor, pero asintió. Sentí un alivio momentáneo, aunque el miedo seguía presente. Lo ayudé a ponerse de pie, pasando un brazo alrededor de su cintura, intentando que mi preocupación pareciera parte del juego.

—Perdóname, no quise… —murmuré, apenas audible para él.

Mientras lo ayudaba a incorporarse, me di cuenta de que muchas miradas estaban sobre nosotros. Sabía que lo que acababa de suceder no pasaría desapercibido, pero en ese momento no me importaba. Todo lo que quería era asegurarme de que Pablo estaba bien, aunque eso significara arriesgarlo todo.

Cuando finalmente nos separamos, con Pablo volviendo lentamente a su posición y yo retomando la mía, sentí que algo en el aire había cambiado. La prensa y los aficionados se habían dado cuenta de que había algo más en nuestra interacción, algo que no correspondía a la frialdad de un clásico. El secreto que habíamos guardado con tanto cuidado estaba peligrosamente cerca de salir a la luz, y aunque mi mente debía estar en el partido, todo en lo que podía pensar era en cómo enfrentaríamos lo que estaba por venir.

—🌱—

Estaba sentado en el sofá, descansando después del entrenamiento, cuando decidí encender la televisión para ver la rueda de prensa de Pablo. Había estado pensando en él todo el día, como de costumbre, y aunque sabía que todo iría bien, no podía evitar sentir cierta preocupación.

Cuando la imagen de Pablo apareció en la pantalla, no pude evitar sonreír. Su expresión era seria, concentrada, como siempre lo era antes de hablar frente a los medios. Pero algo captó mi atención casi de inmediato: el anillo en su dedo.

El anillo.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Lo había olvidado? ¿Se habría dado cuenta? Mi mente comenzó a correr con preguntas mientras observaba cómo él respondía a las preguntas de los periodistas, completamente ajeno a lo que llevaba puesto.

Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora