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—[Pedri]—

La euforia de la victoria aún resonaba en nuestros corazones mientras nos preparábamos para el próximo entrenamiento. El día después del partido, el ambiente en el equipo era de confianza y determinación. Sin embargo, para mí, había una mezcla de emociones que no podía ignorar.

Durante el calentamiento, observé a Pablo. Estaba tan concentrado, tan decidido. Me dolía pensar en lo que habíamos pasado y en cómo había afectado nuestra relación. Necesitaba hacer algo al respecto, necesitaba acercarme a él y mostrarle que estaba dispuesto a arreglar las cosas.

—Vamos, Gavi, quiero ver esas habilidades de nuevo —le dije, tratando de inyectar un poco de alegría en el ambiente.

Pablo respondió con una sonrisa, y por un momento, todo pareció volver a ser como antes. Nos movimos juntos en los ejercicios de control de balón, sincronizados como siempre. Pero en el fondo, sabía que había mucho por resolver.

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Los preparativos para el próximo partido avanzaban a buen ritmo. Luis Enrique nos mantenía enfocados y motivados. Las tácticas, los ejercicios, todo estaba orientado a asegurarnos de que estuviéramos listos para enfrentar el siguiente desafío. Pero mi mente seguía divagando.

En un momento de descanso, me acerqué a Pablo nuevamente.

—Oye, Gavi, ¿puedes venir un momento? —le dije, tratando de mantener mi voz firme.

Pablo asintió y nos apartamos un poco del grupo, lo suficiente para tener una conversación privada. Él se sentó en la banca y yo me quedé delante de él, tapándole mayormente con mi cuerpo.

—Sé que las cosas han sido difíciles entre nosotros —comencé—. Y sé que en parte es por mi culpa. He estado celoso y he actuado impulsivamente.

Pablo me miró, su expresión seria pero comprensiva.

—Pedri, todos cometemos errores. Yo también he hecho cosas que no estuvieron bien. Ya lo acepté y, coño, me costó mi tiempo, en cierta parte también me costó perderte. Así que calma un poco, que no todo fue tu culpa.

Sus palabras me reconfortaron más de lo que esperaba. Asentí, sintiendo un poco de alivio.

—Gracias, Pablo. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, y que quiero solucionar esto. No quiero que nuestra relación se vea afectada por lo que pasa fuera del campo.

Pablo sonrió, una sonrisa que me hizo sentir un poco más esperanzado.

—Lo mismo digo, Pedri. Vamos a concentrarnos en el próximo partido y en ser el mejor equipo posible.

Sentí que estábamos dando un paso importante hacia la reconciliación. Dejé que nuestras manos se tomaran, mientras él jugaba con mis dedos.

El pitido del silbato nos hizo regresar.

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Mientras los entrenamientos continuaban, me esforcé por mantenerme concentrado. Quería dar lo mejor de mí, no solo por el equipo, sino también por mí mismo. Pero los sentimientos encontrados seguían ahí, afectando mi rendimiento de una manera que no podía ignorar.

En los momentos de descanso, mis pensamientos volvían a la ruptura con Pablo. La tristeza y la confusión me envolvían, haciéndome cuestionar cada movimiento, cada decisión. Sabía que debía ser fuerte, que debía centrarme en el fútbol, pero era difícil cuando mi corazón estaba en conflicto.

—¡Venga vamos, Pedri! —gritó Jordi desde el otro lado del campo—. ¡Concentración!

Sacudí la cabeza, intentando despejarla y volver al presente. No podía permitirme distracciones. Nuestro objetivo era ganar el Mundial, y debía dar todo de mí para lograrlo.

—🌱—

Al final del entrenamiento, nos reunimos para escuchar las indicaciones finales del mister. Luis Enrique nos dio una charla motivadora, recordándonos la importancia de mantenernos unidos y enfocados.

—Chicos, hemos empezado bien, pero esto es solo el comienzo. Cada partido cuenta, y necesitamos estar al cien por ciento en cada momento. Confío en ustedes, y sé que pueden hacerlo.

Sus palabras resonaron en mí, dándome una nueva determinación. Sabía que debía dejar a un lado mis problemas personales y concentrarme en el equipo. Pero también sabía que no podía ignorar lo que sentía. Tenía que encontrar un equilibrio, por el bien de todos.

Mientras nos dirigíamos a los vestuarios, miré a Pablo y le di una sonrisa. Él me devolvió la sonrisa, y por un momento, sentí que todo iba a estar bien.

La noche llegó, y me tumbé en la cama, pensando en el día. Los entrenamientos, las conversaciones, todo había sido un paso hacia adelante. Sabía que aún había mucho por hacer, pero me sentí un poco más seguro de que podíamos superar esto juntos.

Cerré los ojos, dejando que la esperanza llenara mi corazón. El próximo partido estaba a la vuelta de la esquina, y estaba decidido a dar lo mejor de mí. Por el equipo, por Pablo, y por mí mismo.

Por sobrepensar las situaciones, ni siquiera noté que la hora del reloj cambió a las 00:00 del 25 de noviembre, mi cumpleaños.

Dest 🪷.

Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora