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-[Gavi]-

Desperté en mi cama, la luz del sol filtrándose a través de las cortinas. Estirándome, agarré mi teléfono y comencé a revisar las redes sociales. No pasó mucho tiempo antes de que me topara con varias historias y fotos que Pedri había subido la noche anterior. Estaba con Jude, claramente disfrutando de su compañía. Cada imagen, cada vídeo, eran como un recordatorio constante de la distancia que ahora existía entre nosotros.

Suspiré, sintiendo una mezcla de tristeza y resignación. Intenté no darle demasiada importancia, pero era difícil ignorar lo obvio. El dolor de la reciente pelea seguía fresco en mi mente, y ver a Pedri con Jude solo hacía que la herida doliera más.

De repente, escuché un golpe en la puerta de mi cuarto y la voz de Fermín.

—Pablo, despierta. ¡Vamos, que el día ya empezó!

Me incorporé lentamente, aún desorientado.

—¿Qué pasa? —pregunté, frotándome los ojos.

—Prepárate rápido, nos vamos —respondió Fermín desde el otro lado de la puerta.

Confundido, me levanté de la cama y abrí la puerta. Fermín estaba allí, sonriendo de oreja a oreja.

—¿A dónde vamos? —pregunté, todavía medio dormido.

—Vamos a la playa. Toma algo de ropa ligera, traje de baño, lo que necesites. Vamos a pasar un buen día fuera —dijo Fermín, entrando en mi cuarto y ayudándome a recoger algunas cosas.

Todavía un poco aturdido, empecé a buscar mi traje de baño, una camiseta ligera y unas gafas de sol. Fermín me ayudó a armar una pequeña bolsa improvisada con lo necesario para un día en la playa.

—Vamos, que no tenemos todo el día —dijo Fermín con una sonrisa, guiándome hacia la puerta.

Salimos de la casa y nos dirigimos hacia la playa. El aire cálido y el sol brillante hicieron que empezara a sentirme un poco más animado. Fermín siempre sabía cómo levantarme el ánimo, y hoy no era la excepción.

Llegamos a la playa y el sonido de las olas y la brisa marina me hicieron sentir un poco más en paz. Fermín y yo encontramos un buen lugar cerca del agua, extendimos nuestras toallas y nos instalamos.

—Vamos, Pablo, el agua está perfecta —dijo Fermín, ya corriendo hacia el mar.

Me quité la camiseta y lo seguí, sintiendo la arena caliente bajo mis pies. El agua estaba refrescante, y chapoteando en las olas, riendo y olvidando, al menos por un momento, todas las preocupaciones. Fermín siempre había sido mi roca, y estar allí con él me recordó cuánto significaba su amistad para mí.

Después de un rato en el agua, nos tumbamos en las toallas, dejando que el sol nos secara. Fermín se giró hacia mí, con una expresión más seria en su rostro.

—Pablo, quiero que sepas algo —dijo, mirándome a los ojos—. Te prometí cuando éramos pequeños que no te iba a dejar llorar por ningún chaval que te rompiera el corazón. Y yo tampoco me encargaría de hacerlo. Lo hice, no por decisión propia, pero te prometí que siempre te iba a cuidar. Y sigo aquí para cumplir esa promesa.

Sus palabras tocaron una fibra sensible en mí. Sentí una oleada de gratitud y cariño hacia él. Asentí, incapaz de hablar por un momento.

—Gracias, Fermín. No sé qué haría sin ti —logré decir finalmente, mi voz cargada de emoción.

—No tienes que agradecerme, Pablo. Somos familia. Y siempre estaré aquí para ti —respondió, sonriendo y dándome un leve golpe en el hombro.

Pasamos el resto del día disfrutando de la playa. Jugamos a la pelota, construimos castillos de arena como cuando éramos niños y nos relajamos bajo el sol. Por un momento, todo el drama con Pedri y Jude parecía lejano, casi irrelevante.

Más tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, nos sentamos en la arena, viendo cómo el cielo se teñía de tonos naranjas y rosados. El sonido de las olas y la compañía de Fermín me hicieron sentir más tranquilo, más centrado.

—Sabes, Fermín, tal vez esto sea exactamente lo que necesitaba. Un poco de tiempo lejos de todo, para aclarar mi mente y recordar lo que realmente importa —dije, mirando el horizonte.

—Me alegra oír eso, Pablo. A veces, todo lo que necesitamos es un cambio de perspectiva. Y recuerda, siempre puedes contar conmigo —respondió Fermín, apoyando su mano en mi hombro.

Asentí, sintiendo una renovada determinación. Tal vez las cosas con Pedri no se solucionarían de inmediato, pero tenía a Fermín a mi lado, y eso ya era un gran consuelo. Me levanté, sacudiendo la arena de mi ropa, y le tendí la mano a Fermín.

—Vamos, hermano. El día aún no ha terminado —dije, sonriendo.

Fermín se levantó, y juntos nos dirigimos de vuelta a casa, dejando atrás las preocupaciones por un momento, con la esperanza de que, con el tiempo, todo se aclararía.

Después de todo yo podía salir sin publicar nada, detallito que aprendí con mis padres.

Dest 🪷.

Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora