—[Pedri]—
El sonido del teléfono retumbó en mis oídos como una alarma lejana, irreal. Era una noche tranquila, demasiado tranquila, y estaba en casa, terminando de empacar para el viaje a Barcelona. Pablo y Aurora se dirigían al aeropuerto después del funeral de su padre. Querían regresar lo antes posible, y yo planeaba reunirme con ellos al día siguiente.
Contesté sin mirar el número, esperando una actualización sobre su vuelo, pero lo que escuché me dejó paralizado.
—¿Pedro González-Páez? —la voz al otro lado de la línea temblaba, apenas sostenida por la profesionalidad del oficial que hablaba—. Hay… hay algo que debe saber.
El oficial al teléfono me explicó lo que había sucedido con una calma que me hizo querer gritar. Un accidente en la carretera. Los paramédicos llegaron rápido, pero no lo suficiente. No sobrevivieron. Pablo y Aurora… estaban muertos.
El teléfono se me cayó de las manos, y el mundo se volvió borroso. No podía procesarlo. No, no podía ser cierto. Esto no podía estar pasando. Intenté respirar, pero el aire se negaba a entrar en mis pulmones. Mi cuerpo se dobló, y caí de rodillas en el suelo, sintiendo cómo mi corazón se rompía en mil pedazos.
¿Cómo podía ser? Acabábamos de hablar hace unas horas. Pablo estaba preocupado por su madre, por Aurora. Hablamos sobre cómo seguir adelante después del funeral. Hablamos de nuestro futuro, de nuestro hijo. ¿Cómo podía estar muerto?
El dolor era un monstruo devorándome por dentro, arrancándome cada fibra de fuerza que alguna vez tuve. Mis manos temblaban mientras intentaba recoger el teléfono del suelo, pero no podía controlar mis movimientos. Las lágrimas, primero silenciosas, luego incontrolables, comenzaron a caer, emborronando mi visión y bañando el frío suelo bajo mí.
Las horas siguientes pasaron en un caos de emociones que ni siquiera puedo describir. Llamadas frenéticas, palabras que no entendía, y el dolor. Un dolor tan profundo que pensé que no podría sobrevivir a él. Intenté concentrarme en los detalles, en lo que debía hacer, pero todo era un borrón. No podía pensar, no podía sentir nada más que ese vacío abrumador.
Sentía como si mi cuerpo se estuviera desmoronando desde dentro. Como si cada parte de mí estuviera colapsando, y todo lo que me quedaba era un caparazón vacío de quien solía ser. Mis compañeros de equipo llamaban, sus voces llenas de preocupación, pero no podía hablarles. No podía soportar el peso de sus preguntas, de su compasión.
La prensa fue implacable. Apenas unas semanas después de que nuestra relación se hiciera pública, ahora éramos el centro de atención por una tragedia. Las cámaras, los reporteros, todos buscaban capturar mi dolor, como si fuera algo que pudieran exponer al mundo. No sabía cómo enfrentarlo. No sabía cómo seguir adelante. La rabia y el dolor se mezclaban en un torbellino dentro de mí, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.
En el funeral de Pablo y Aurora, me quedé solo, mirando los dos ataúdes. Sentí que me habían arrancado una parte de mí, una parte que nunca podría recuperar. Mi mente volvía una y otra vez a esa última conversación que tuvimos, a lo que no pudimos decir, a lo que nunca podremos hacer juntos. Pensé en el hijo que nunca conocerá a su padre, en la vida que planeamos y que ahora se había desvanecido en un instante.
Me sentí perdido, sin rumbo. Todo lo que éramos, todo lo que habíamos soñado, había desaparecido. Quise gritar, quise llorar, pero las lágrimas no salían. Estaba vacío, roto, incapaz de comprender cómo el mundo seguía girando cuando mi vida se había detenido. Miraba a mi alrededor, buscando a Pablo en cada rincón, esperando escuchar su voz, ver su sonrisa. Pero lo único que encontraba era ese vacío que me aplastaba el pecho.
Los días siguientes fueron una neblina de dolor y confusión. Mis compañeros de equipo intentaron consolarme, pero nada ayudaba. La casa estaba vacía, llena de recuerdos que me atormentaban. Cada rincón me recordaba a él, a nosotros. Las noches eran las peores. Dormir era imposible, así que me quedaba despierto, mirando el techo, deseando que todo fuera solo una pesadilla.
Pero no lo era. Era real, y tenía que enfrentarlo. Pero no sabía cómo. No sabía si podría seguir adelante sin él. Recordaba cómo nos reíamos juntos, cómo planeábamos el futuro, cómo todo parecía posible cuando estábamos juntos. Y ahora, todo eso se había desvanecido en un instante, y yo estaba solo en un mundo que ya no tenía sentido.
Pedri, el chico que siempre había sido fuerte, ahora estaba roto. Y no sabía cómo recoger los pedazos. Había perdido a mi compañero, a mi mejor amigo, al amor de mi vida. Había perdido a mi familia, a la persona con la que quería pasar el resto de mis días. El futuro que habíamos soñado se desmoronaba ante mis ojos, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Y en ese momento, me di cuenta de que nunca más sería el mismo.
—🌱—
No tenía ni idea de cuánto tiempo pasó cuando la puerta de mi departamento se abrió de golpe, y en medio del silencio abrumador, escuché pasos apresurados que resonaban por todo el lugar. Mi mente estaba nublada, atrapada en ese dolor interminable, pero esos pasos me devolvieron momentáneamente a la realidad. No tardaron en encontrarme, y ahí estaba, Fermín, con los ojos enrojecidos, cargados de desesperación y tristeza.
Apenas me vio, su expresión se quebró completamente, y sin decir una palabra, corrió hacia mí. Se tiró a mis brazos, envolviéndome en un abrazo tan fuerte que sentí cómo todo el peso de su dolor se fundía con el mío. Su pecho temblaba mientras me sostenía, y yo apenas podía reaccionar, dejándome llevar por su fuerza mientras el nudo en mi garganta crecía aún más.
Fermín no dijo nada, no hacía falta. Solo me abrazó, me sostuvo con una fuerza que parecía querer sostenerme también a mí, mantenerme entero en medio del caos que nos envolvía. Y en ese momento, mientras me aferraba a él, sentí que su abrazo era lo único que me mantenía anclado a la realidad, lo único que impedía que me desmoronara por completo.
Dest 🪷.
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Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]
Fanfic¿Y si Pedri realmente hubiese quedado en esas pruebas para el Real Madrid? Pablo hubiese ascendido una temporada antes al primer equipo. Ambos en equipos contraeos y si bien el canario tiene la fascinación por el club azulgrana. El sevillano no pare...