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—[Pedri]—

Después de ver a Pablo salir del entrenamiento apurado, el tiempo pasó con una normalidad extraña. No lo volví a ver en todo el día. Me concentré en mis propios pensamientos y en el entrenamiento, intentando despejar mi mente de la constante inquietud que sentía.

Llegó la noche y, como de costumbre, nos reunimos todos en el comedor para la cena. El ambiente estaba lleno de nerviosismo y expectación por el primer partido del Mundial al día siguiente. Mientras servía mi comida, escuché el bullicio cerca de la entrada y levanté la vista.

Pablo había entrado con una sonrisa radiante, vistiendo una camiseta de Polonia. Se sentó con sus amigos, quienes rápidamente empezaron a molestarlo en broma por llevar la camiseta de otra selección.

—¡Traidor! —gritó Jordi, riendo mientras le daba un suave golpe en el hombro.

—¿No te da vergüenza, Gavi? —se burló Ansu, fingiendo indignación.

Pablo se defendió entre risas, explicando su visita al partido de Polonia y su encuentro con Lewandowski. La alegría en su rostro era palpable, y por un momento, su felicidad pareció contagiar a todos en la mesa. Pero yo, desde mi lugar, no pude evitar sentir una punzada de celos y tristeza.

Observé en silencio mientras se reía y compartía anécdotas con los demás. Verlo tan contento, ajeno a la tensión entre nosotros, me hizo sentir más solo que nunca. ¿Era así de fácil para él desconectarse de lo que había pasado entre nosotros? ¿O simplemente estaba mejor fingiendo que todo estaba bien?

Intenté centrarme en mi comida, pero mi mente seguía regresando a Pablo y a nuestra conversación pendiente. Necesitaba hablar con él, aclarar las cosas. Pero ahora, con el partido a la vuelta de la esquina, no era el mejor momento para abordar temas tan personales.

La cena avanzó, y aunque intercambié algunas palabras con mis compañeros, mi atención siempre volvía a Pablo. Sus risas, sus gestos, incluso su voz parecían resonar en mi cabeza. Sabía que debía concentrarme en el juego, en nuestro objetivo de ganar el Mundial, pero mi corazón y mi mente estaban en conflicto.

Después de la cena, regresé a mi habitación con una mezcla de emociones. El peso de nuestra situación seguía ahí, pero también la responsabilidad de representar a nuestro país en el mayor escenario del fútbol. Me tumbé en la cama, mirando el techo y tratando de organizar mis pensamientos.

El primer partido del Mundial estaba a unas pocas horas, y no podía permitirme estar distraído. Decidí escribir un mensaje a mi hermano, contándole lo que estaba pasando. Necesitaba su consejo y su apoyo.

Pedri:
Hermano, necesito hablar contigo. Todo está muy confuso ahora mismo. ¿Puedes llamarme cuando tengas un momento?.

Cerré los ojos y traté de dormir, pero el sueño no venía fácilmente. Las imágenes del día, los recuerdos de Pablo y nuestros momentos juntos, todo se mezclaba en mi mente. Me recordé a mí mismo que debía ser fuerte, que debía concentrarme en el fútbol. Pero era más fácil decirlo que hacerlo.

—🌱—

El día del partido finalmente llegó. Nos levantamos temprano y nos reunimos para el desayuno. La tensión y la emoción eran palpables en el aire. Me enfoqué en mi rutina, tratando de bloquear cualquier pensamiento que no fuera sobre el juego.

Cuando llegamos al estadio, la atmósfera se volvió aún más intensa. Nos preparamos en el vestuario, cada uno siguiendo su propio ritual. Evité cruzar miradas con Pablo, sabiendo que cualquier interacción podría desestabilizarme emocionalmente. Necesitaba mantenerme centrado.

—Chicos, hoy es un día importante —dijo el mister, su voz firme y segura—. Pero recordad, jugamos como equipo. Todos estamos aquí por una razón. ¡A demostrarlo en el campo!

Nos dirigimos al túnel, listos para salir al campo. El rugido del estadio nos recibió, y una vez más, sentí esa mezcla de emoción y responsabilidad. Caminé al lado de Pablo, ambos manteniendo una fachada de profesionalismo.

El pitido inicial resonó y el juego comenzó. Desde el primer momento, supe que sería un partido intenso. La adrenalina corría por mis venas mientras me movía por el campo, enfocándome en cada pase, cada jugada. Pero en el fondo, una parte de mi mente seguía consciente de la presencia de Pablo, de nuestras miradas que se cruzaban de vez en cuando.

Durante el primer tiempo, logramos mantener un buen ritmo. A pesar de nuestras diferencias fuera del campo, en el terreno de juego éramos imbatibles. En un momento, Pablo me pasó el balón de manera impecable, y aproveché para crear una oportunidad de gol que casi concretamos. Fue un recordatorio de por qué éramos tan buenos juntos en el campo, incluso si fuera de él las cosas eran complicadas.

Al llegar al medio tiempo, nos dirigimos al vestuario. El marcador estaba a nuestro favor, pero sabíamos que no podíamos bajar la guardia. El mister les dio indicaciones precisas, y todos nos enfocamos en lo que debíamos hacer en la segunda mitad.

Desde el banquillo, vi la intensidad del juego aumentar. La oposición no nos lo estaba poniendo fácil, pero estábamos decididos a ganar. En un momento crucial, Pablo interceptó un pase y avanzó hacia el área contraria. Con gran habilidad, bailó con el balón haciendo una jugada impresionante y tiró al arco. El estadio estalló en aplausos, corrió hacia las cámaras siendo abrazado por los demás, y yo me levanté a aplaudirle.

Lo que nadie se esperaba fue que después de los abrazos y darle un beso al escudo hiciese una "P" con sus manos, mandando un beso a la cámara.

Poco después, con dos goles más a favor, el partido terminó con una victoria para nosotros. A pesar de nuestros problemas personales, habíamos logrado concentrarnos y dar lo mejor de nosotros. Mientras me dirigía al vestuario, me sentí un poco más optimista sobre el futuro.

De vuelta en el vestuario, los chicos estaban eufóricos. Las bromas y las risas llenaban el aire. Me acerqué a Pablo y le dejé un beso en el cabello.

—Buen partido —le dije, ofreciendo una sonrisa sincera.

—Igualmente, Pedri —respondió él, con una ligera sonrisa.

El ambiente en el vestuario era de celebración. Todos estábamos emocionados por la victoria y el buen comienzo en el Mundial. Pero en el fondo de mi mente, sabía que la conversación con Pablo aún estaba pendiente. Tendríamos que hablar y resolver nuestras diferencias, pero por ahora, la alegría de la victoria nos unía.

Mientras los demás continuaban con las celebraciones, me aparté un poco, pensando en el próximo partido y en cómo seguir adelante tanto en el campo como fuera de él. La noche estaba llena de emociones encontradas, pero también de esperanza.

Fer:
Te dedico un gol cabron, no creo que seas tan tonto para no darte cuenta.

Leí el mensaje una y otra vez, luego busque la foto de el dedicándome el gol y la puse de foto de pantalla de inicio, pues la de bloqueo la compartía con el.

Dest 🪷.

Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora