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-[Pedri]-

A lo largo de la recuperación de Pablo, nuestra relación se enfrentó a algunos de los desafíos más difíciles. Ver a Gavi luchar con su lesión y la rehabilitación me rompía el corazón, pero también me dio la oportunidad de mostrarle cuánto lo amaba y cuánto estaba dispuesto a apoyarlo en todo momento.

Habían pasado semanas desde su cirugía y cada día era una batalla para él. Pablo era fuerte, pero también era humano. Había momentos en los que su frustración y tristeza se hacían insoportables. Me aseguraba de estar a su lado, ofreciéndole mi apoyo incondicional, aunque a veces sentía que no era suficiente.

Una tarde, después de una sesión de fisioterapia particularmente dura, lo encontré sentado en el sofá, con la mirada perdida. Me acerqué y me senté a su lado, tomando su mano.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté suavemente.

—No lo sé, Pedri. Siento que nunca voy a mejorar. —respondió, su voz llena de desesperación.

Lo abracé, sintiendo su dolor como si fuera el mío. Sabía que no había palabras mágicas para hacer desaparecer su sufrimiento, pero quería que supiera que no estaba solo.

—Vas a mejorar, Pablo. Lo estás haciendo increíblemente bien. Solo necesitas tiempo y paciencia. —le dije, tratando de infundirle algo de esperanza.

Hubo días en los que su frustración se convertía en enojo. En una ocasión, después de una discusión trivial, Pablo estalló.

—¡No entiendes, Pedri! ¡No sabes lo que es estar atrapado en este cuerpo que no funciona! —gritó, con lágrimas de rabia en sus ojos.

Sentí un nudo en el estómago, pero traté de mantenerme calmado. Sabía que su ira no era realmente hacia mí, sino hacia la situación. Aun así, sus palabras me dolieron.

—Pablo, sé que es difícil. Y sé que estás frustrado, pero estamos en esto juntos. —respondí, tratando de mantener mi voz tranquila.

—¿De verdad, Pedri? ¿Estamos juntos en esto? Porque a veces no parece así. —dijo, su voz temblando de emoción.

Le miré, sabiendo que en ese momento él se sentía más vulnerable y asustado que nunca.

—Sí, Pablo. Estamos juntos en esto. No importa lo difícil que se ponga, no te dejaré solo. —le aseguré.

Habían días mejores y días peores. Habían momentos en los que Pablo se sentía fuerte y optimista, y otros en los que la desesperación lo consumía. En esos momentos, trataba de ser su roca, aunque a veces también sentía que me tambaleaba.

Una noche, después de un día particularmente difícil, Pablo me tomó de la mano mientras estábamos acostados en la cama.

—Siento si he sido duro contigo, Pedri. No quería lastimarte. —susurró, con la voz llena de culpa.

Lo miré a los ojos y le acaricié el rostro.

—Lo sé, Pablo. Sé que estás pasando por algo muy difícil. Estoy aquí para ti, sin importar lo que pase. —le respondí, con todo el amor que sentía por él.

Poco a poco, Pablo comenzó a mejorar. Cada pequeño avance en su recuperación era una victoria para nosotros. Celebrábamos juntos cada pequeño paso hacia adelante, sabiendo que cada uno nos acercaba más a su regreso al campo.

Durante su recuperación, Lewandowski y su familia se convirtieron en un apoyo invaluable. Robert, con su experiencia y sabiduría, siempre tenía palabras de aliento para Pablo. Ana se aseguraba de que no le faltara nada, y sus hijas siempre lograban arrancarle una sonrisa.

Aurora, su hermana, también jugó un papel crucial. Había dejado temporalmente sus estudios en Madrid para estar a su lado. Su amor y dedicación eran evidentes, y su presencia era un consuelo inmenso para Pablo.

El día de su cirugía, Aurora no se movió de la sala de espera. Cuando Pablo salió de la operación, ella fue la primera en estar a su lado, asegurándose de que todo estuviera bien.

Con el tiempo, Pablo comenzó a recuperar su fuerza. Su determinación y coraje me inspiraban cada día. Aunque aún teníamos un largo camino por delante, sabía que juntos podíamos superar cualquier obstáculo.

Nuestra relación salió más fuerte de esta experiencia. Aprendimos a apoyarnos mutuamente de maneras que nunca habíamos imaginado. Y mientras mirábamos hacia el futuro, sabíamos que, sin importar lo que viniera, siempre tendríamos el amor y el apoyo del otro para guiarnos a través de las tormentas.

Dest 🪷.

Tu a Barcelona y yo a Madrid [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora