Ahora: Veintidós.

9.9K 590 294
                                    

Empiezo a desvestirme una vez que las puertas se cierran detrás de mí. Mi corazón, me duele. Las crudas palabras del mayordomo nadan en mis pensamientos.

Si me suavicé debajo del príncipe. Rogaría por su tacto.

Pero no me suavizaría por otro hombre. No soy ninguna prostituta. Mi cuerpo se cierra ante la idea.

Y oh, soy una ignorante. No sé porque el príncipe me quiere en su cama cuando él podría tener a cada chica en el castillo. No sé porque él me trae aquí una y otra vez, solamente para enviarme cruelmente después.

— ¿Cath?

Mi príncipe se sienta en la silla cerca de la ventana, mirándome con ojos muy abiertos y oscurecidos mientras salgo de mi falda. Él se pone de pie, acercándose a mí.

Miro con una mezcla de horror y admiración cuando él, sin palabras, cae en sus rodillas delante de mí, enrollando sus brazos alrededor de mis caderas.

Mis manos temblorosas se levantan, haciendo camino hacia su cabello — ¿Mi Señor?

Su voz es ahogada, su boca presionada contra mi ombligo. —Te corrí de la manera más despiadada más temprano. No era mi intención.

Tragando un sollozo, me las arreglo —Lo sé.

—Me estaba volviendo loco esperándote.

Muerdo mis labios, luchando por no pedir perdón de vuelta, y levanto mi barbilla, orgullosamente. —Bueno, mi Señor... Usted merecía esperar.

Lentamente frotando su mejilla áspera contra mi estómago, él murmura: —Odio esto. Necesito esto, pero lo odio al mismo tiempo.

No sé qué decir a esto, así que permanezco callada, disfrutando del suave desliz de su cabello entre mis dedos.

—En el pasillo hace un momento, ¿qué te dijo Douglas?

La vergüenza hiela mi sangre. —Nada.

Él suspira, su mandíbula se tensa a la luz de color naranja del fuego mientras él se levanta delante de mí. Tiernamente, él me dice: —Ve ahora. Acuéstate en mi cama.

Con las mejillas ardiendo y el recuerdo del momento en el pasillo con Sir Douglas golpeando en mis oídos, hago lo que me pide, caminando hacia la cama y acostándome en ella.

Siento su atención como una oleada de calor a través de mis pechos.

— ¿Qué te dijo, Cath? —él insiste.

Trago, cerrando mis ojos. —Que no debo consentirte con pecado.

Su risa es un suspiro ahogado. — ¿Qué más?

—Que tu futura esposa no querrá que seas de este modo. Ella no te dejará... —Sacudo mi cabeza, ni siquiera queriendo darle vida a la idea. —Que soy una prostituta.

Él se queda quieto, muy quieto. — ¿Qué más?

No le digo que más Douglas me dijo. Acerca de darme un celo adecuado. Acerca de hundirse él mismo profundamente en mi... —Eso fue todo.

El príncipe se sube a la orilla de la cama. — ¿Él te tocó?

—No —miento.

Él me lee como un texto. — ¿Te atreves a mentirme?

—No grite —le suplico, mi garganta cerrándose con lágrimas. — ¿No sabe usted lo que esto es para mí? ¿Tiene alguna idea? Él podría ordenar que me golpeen. Él podría arruinarme.

Sus fosas nasales se dilatan y él se inclina, presionando otra disculpa tranquila en la piel justo debajo de mis pechos. —Esta impotencia me llena de una rabia que no puedo manejar —él admite tranquilamente, es casi como si él no tuviera la intención de decirlo en voz alta.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora