Ahora: Treinta y Nueve.

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Douglas me encuentra afuera la noche del miércoles, llevando botellas al comedor. Puedo oír el rugido de voces borrachas desde el interior de la taberna, Liam entre ellos.

El mayordomo agarra mi brazo, haciéndome arrojar mi carga, y me arrastra a través del patio. Tropezamos a través del manto de oscuridad en el silencioso castillo, por las escaleras traseras.

Mi mente está en blanco por el pánico.

Justo antes de que me tire en la habitación, él estudia mi cara, luego baja su vista a mi estómago, apenas redonda bajo mis faldas. —Él se las arregla —me dice. —Él no lo haría de otra manera.

Lo observo, incapaz de formular una respuesta. ¿Me está trayendo a Harry? ¿Y en el castillo, donde la princesa ahora vive?

—No sé si odiarte u honrarte —él me dice. —Él se las arregla con ella, ¿me oyes? Y por eso estoy en deuda contigo.

Antes de que realmente pueda procesar esto, él abre la puerta, brutalmente tirándome dentro. Tropiezo con el suelo de piedra, desorientada y con un escalofrío caliente subiendo por mi espina. No puedo ver u oír a Harry por ningún lado.

Una mano se acerca a mi boca, dedos deslizándose entre mis labios. Otra mano se acerca cuidadosamente alrededor de mi garganta. —Tú me sirves.

Mi sangre se alborota mientras entiendo lo que él ha hecho. Él ha hecho que Douglas me trajera aquí, inesperadamente, para darme lo que le he pedido.

Por favor.
Más.
Esto.

Manos desgarran mi vestido, dientes se presionan a mi cuello y soy lanzada al piso delante del gran espejo de Harry.

Él viene detrás de mí, empujando su ropa, saliendo de sus pantalones y agarrando mi cabello tan duro que grito. Harry tuerce mi cabeza hacia atrás, y se para en frente de mí, presionando su longitud semidura a mi rostro. —Lámeme hasta que esté listo.

Con el corazón latiendo y el cuerpo cantando, me inclino, tomándolo en mi boca, observando con ojos grandes su rostro.

Su expresión es a la vez adorable y brutal. Él quiere darme todo lo que pueda. Puedo pretender que somos casi extraños nuevamente, con secretos más grandes que el océano entre nosotros.

Cuando él viene a la vida contra mis labios, se hace hacia atrás, agachándose detrás de mí. Harry tira de mí hacia su regazo, mi espalda hacia su pecho, y abre mis muslos bien separados. Puedo sentir el aire frio entre mis piernas. Sus brazos son una banda apretada a través de mi pecho, sosteniéndome.

¿Qué va a hacer?

Miro mientras él parpadea hacia abajo a la hinchazón sobresaliente de mi estómago, y batalla con su propio instinto protector contra el juego que estamos jugando. Él encuentra mis ojos en el espejo, y puedo verlo buscando en mi expresión algún temor genuino.

No hay ninguno.

Con una gran sonrisa, Harry me levanta para poder deslizarse dentro de mí, pero él se queda quieto, sin moverse. En vez, él mira directamente al espejo, mirando mientras alcanza mis piernas, acariciándome.

—Si dejas de mirar donde te toco, pararé. No hay segunda oportunidad. Mira cada toque, o te enviaré de vuelta a tu cama.

Este trato es más efectivo que cualquier cosa que podría darme, y dejo caer mi cabeza contra su hombro, ojos centrados en su mano.

Sus dedos comienzan lentamente, burlándose, agarrando velocidad. Él conoce mi cuerpo por instinto ahora, conoce mis sonidos y escalofríos. Pero necesito más. Siento la tensión en mi cuello, la manera en que estoy alcanzando detrás de mí, luchando por encontrar alguna parte de él en la que agarrarme.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora