Ahora: Cincuenta y Dos.

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Una hora después, la pequeña princesa es tomada de mis brazos nuevamente, pero solamente peleo por un respiro, hasta que veo el rostro del guardia. Por la derrota en sus ojos, me doy cuenta que él, también, sabe que mantener a mi bebé lejos de mí es una batalla perdida.

—¿Qué estás haciendo al lado de ella? —pregunto. Quiero que mi voz sea gentil, pero como no la he usado estos pasados días, mis palabras salen rasposas y duras.

Él está de pie estoicamente, acomodando la manta alrededor de mi hija en sus brazos.

—Tráela de vuelta cuando esté hambrienta —le ordeno.

—Sí, señora.

—No permitas que se quede sola.

Él continúa en silencio, ojos oscuros brillando con lágrimas. —Admito, no me gusta mucho esto tampoco.

Estudio al guardia. Él tiene rasgos delicados; casi femeninos en su belleza. Sé que él tiene un buen corazón —se muestra en sus oscuros, brillantes ojos. Es joven; probablemente más joven que yo.

—¿Cuántos años tienes?

Él vacila. —Diecisiete, señora.

—¿Cuál es tu nombre?

Sus ojos oscuros son salvajes cuando ven los míos. —No debería-

—¿A quién le diría? —pregunto, gesticulando alrededor de nosotros, a la oscura celda dentro de la prisión vacía. —Soy Cathryn.

—Zayn, señora.

Quiero pararme, y sacar a mi hija de sus brazos, y luego tirar de él también en los míos, porque se mira positivamente aterrorizado. Él es demasiado delicado para este puesto. Él es demasiado bueno.

—Al seguir las órdenes de ella, estás en el lado incorrecto —digo. —Sabes esto.

Él no dice nada, mirando al piso.

—¿Está enloquecida?

Él cambia la posición de sus pies, parpadeando de nuevo hacia mi hija en sus brazos.

—Lo está —él susurra, mirando sobre sus hombros como si la Reina podría estar espiando. —Ella exige cosas que no tenemos. Naranjas, bayas, dulces. Ella les niega los suministros a los aldeanos incluso si tenemos montones. Ella ordena palizas... —Él se calla, reacio a explicarse detalladamente. —No entiendo sus razones. —Él me mira, ojos suplicantes. —Estamos en guerra, señora. Todos están temblando.

—Todos estamos aterrorizados —concuerdo, voz apretada con rabia. —Mira cuan inocente ella es —susurro—. Cuan pequeñita.

Su mandíbula se aprieta, y él solloza una vez. Nos quedamos en silencio y finalmente, él se voltea, haciendo su camino hacia las barras para salirse.

Como la hija menor en su familia real, María no sabe lo primero que se debe hacer con un bebé. Ni siquiera le tengo que preguntar a este guardia para saber que ella les ordena con una voz temblorosa, con histéricas, palabras emocionales.

Debo ser mejor que ella.
Debo ser más inteligente.

~~

Pero ahora que he sostenido a mi hija, el silencio sin ella, el vacío de mis brazos es insoportable. Camino. Me siento y me mezo. No tengo nada en qué ocuparme y mi mente se llena con extrañarla, con preocuparme acerca de dónde está, si es dejada sola arriba, si María es cariñosa con mi bebé.

Mis entrañas se tuercen, y lucho contra las lágrimas, por horas, incapaz de comer.

Zayn me regresa a la pequeña Anne horas después, llorando por el hambre nuevamente. Pero está vez, ella está vestida en un vestido escarlata, una pequeña réplica del que María usó cuando nos vio a mí y a Harry en su cama.

Es un mensaje.
Mi furia crece.

Una vez que Zayn se va, saco el vestido de su cuerpecito, la caliento, suave piel contra la mía mientras la alimento.

Yo soy tu mamá —susurro. —Soy tuya, y tú eres mía, y tu papi es nuestro. Nunca olvides esto.

Mientras se amamanta, ella arrulla hacia mí. Y le canto mientras rompo el vil vestido en pequeños fragmentos deshilachados.

Le hablo a mi hija de la vida que tendrá:
Una madre que la ama
Un padre que la adora
Una familia de tontos cariñosos.

Zayn regresa, y le entrego una bebé envuelta en un nuevo trozo de tela: una sección limpia de mis enaguas. No se me escapa el brillo en su ojo.

Mido la tela de mis faldas interiores y exteriores, de mi chal, las mantas que Catroina dejó detrás: puedo volver a vestir a mi hija cuarenta y cinco veces si soy frugal.

Repetimos este patrón cada pocas horas por días:
Cada vez que Anne es traída a mí, ella usa algo bonito y rojo. Sedas, terciopelo, las telas más suaves.

Una vez que los he sacado de su cuerpo, y la he presionado a mí para que huela a mi leche y no al dulce perfume de los cuartos de María, ya no rompo los vestidos. Los ato juntos.

Y regreso a mi hija al monstruo arriba en trozos de mis faldas.

~~

Mis ropas están rasgadas, apenas cubriendo mi cuerpo, y solamente las capas más sucias permanecen. La Princesa Rayo de Sol, ahora con dos semanas de edad, descansa en mis brazos, envuelta en uno de los últimos pedacitos de tela limpios y blancos que he guardado para ella.

Zayn se ha ido por horas ahora; Anne duerme sonoramente contra mi pecho. A pesar de que su ausencia es inesperada, es un regalo concedido esta cantidad de tranquilidad con mi bebé. Es un tesoro verla dormir, escuchar sus pequeñitos, soñadores ruidos contra mí.

La miro, viendo a Harry en casi cada uno de sus rasgos. Es el cielo, y es el infierno.

Dentro, estoy en carne viva. Imagino un conjunto de órganos, rasguñados sanguinariamente, apenas funcionando.

¿Está él bien? Me pregunto. ¿Es él victorioso? ¿Está solo? ¿Duele su pecho, también?

¿Cuándo vendrá a casa?

Sin ninguna ocupación en la prisión, cada segundo se siente como una semana. Cada día es toda una vida. Tengo suficiente tiempo para recordar cada toque, cada palabra, cada sonrisa y cada pedacito de fuego entre nosotros. Oh, pero si solamente él volviera a mí...

El pensamiento es un constante bucle.

Pero un nuevo pensamiento lo reemplaza. La preocupación aumenta, helada y gruesa, cuando la hora del mediodía pasa y no soy alimentada.

Y la noche cae —la puedo sentir en lo frío de la piedra a mi espalda— y Zayn aún no ha reaparecido.

De hecho, no escucho a nadie; ninguna voz arriba en las escaleras, ningún clamor mientras ollas de cobre se caen al piso en la cocina.

Es como si el mundo afuera ha desaparecido.

Alimento a mi hija cuando se despierta, la cambio con los restos de las telas que quedan. Le canto para que se duerma en la cueva oscura que se ha convertido en nuestro hogar, y cuando ella se mueve, la alimento de nuevo.

El día viene, la noche cae, y aún, no soy alimentada.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora