Ahora: Sesenta y Nueve.

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Apenas puedo creer lo que acabamos de decidir.

Nos casaremos.

Poniéndome de pie, me muevo a la esquina donde hay una pequeña cuna y coloco al bebé adormilado dentro, antes de regresar a la cama con Harry.

Caigo, riendo, y él viene encima de mí como una nube brillante en el cielo, su radiante sonrisa. —Sabes lo que esto significa.

Trazando su boca con mi dedo, le pregunto — ¿Qué significa, mi Señor?

Su sonrisa es una cosa astuta, curvándose lentamente en sus labios. —Significa que tú serás mi reina.

Una sonrisa instintiva sale de mi, y luego la siento tambalearse un poco mientras mis nervios se asientan y se me ocurre el pensamiento de que es más que simplemente ser su esposa. Es ser algo mucho más para las personas en este reino, las personas con las que he crecido, y que siempre me han visto como alguien común.

Estoy menos preocupada de que ellos me acepten como su reina, y más preocupada de que pueda vivir de acuerdo con todo. Después de todo, María nos falló horriblemente.

Harry no parece notar mi repentina aprensión, inclinándose para besar mi cuello. — ¿Qué cambiarias en este castillo?

Parpadeo ante la pregunta, y miro al techo abovedado, dejando que mis ojos realmente tomen cada detalle por primera vez. He estado aquí antes, tantas veces, pero nunca tuve el lujo de examinar los pequeños adornos, las vigas talladas, el oro incrustado en los pequeñitos lugares de roble en toda la habitación.

—No creo que cambiaría una cosa —admito. —No creo que sabría cómo mejorarlo.

—No solo me refiero aquí —él dice, besando mi quijada. —Me refiero a todo. ¿Cómo lo hubieses convertido en tu hogar?

Niego con mi cabeza, abrumada por un instante por todo.

—Cath —Harry murmura, besando mi barbilla—. Quiero sentirme como si estoy viviendo en tus cuartos. Quiero estar rodeado por todas tus suaves y adorables cosas.

Él hace su camino por mi cuerpo, empujando mi vestido hacia arriba y fuera de lugar, sus labios como seda en mi piel.

Y sé adónde se dirige.

Pero él no va a donde lo quiero más —entre la suave piel de mis muslos, donde quiero su boca y su respiración y su beso. En vez, se detiene en mi cadera, susurrando: —Dime que necesitamos cambiar aquí así te sientes en casa mientras estoy fuera, o no te daré lo que sé que quieres.

Cierro mis ojos, estirándome para pellizcar juguetonamente su hombro.

Pero él se queda quieto, sus labios descansando inocentemente en mi ombligo.

Tomo una respiración profunda, parpadeando hacia la pared blanca a la par de la cama. —Color —le digo. —Verdes y azules y naranjas. —No rojas, pienso. —Pinturas, y vasos, y flores.

—Listo. —Puedo sentir su sonrisa cuando besa más abajo.

—Quiero que Anne esté cerca —le digo, y aguanto la respiración mientras añado valientemente —Quiero que los cuartos del rey sea el cuarto de la niña.

Él me premia con un beso en la parte más suave y más íntima de mi muslo. —Una más.

—Quiero abrir los pasillos delanteros a la aldea más de una vez cada pocos años. Quiero recibir a las personas en los patios para celebrar las cosas de diario.

— ¿Cómo qué?

—Como tu regreso, el nacimiento de nuestra hija. —Me encojo de hombros, recorriendo una mano en su cabello. —Las más pequeñas y las más largas celebraciones.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora