Ahora: Treinta y Tres.

7.3K 524 22
                                    

El primer sábado después de nuestras bodas, encuentro a Harry sentado debajo de nuestro árbol, en nuestro campo. Él se pone de pie cuando me ve llegar.

Se mira como si no hubiera dormido en semanas. Sus ojos están muertos cuando encuentran los míos primero, y luego vida destella detrás de ellos y su sonrisa podría iluminar el cielo nocturno

Lo único que quiero en el mundo es estar cerca de él. Olvidar todo lo demás. Quiero olvidar la fácil ternura de Liam. Quiero olvidar la existencia de María. Quiero olvidar la corona, y la taberna y las dos vidas que no podemos forzar a ser una sola.

Caigo en su pecho, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura mientras él se inclina, presionando besos que se sienten como electricidad contra mí cuero cabelludo.

Estos días, estos sábados, siempre serán nuestros. ¿Puedo vivir la vida una gota a la vez? Ahora que estoy aquí contra él, sabiendo que él me estaba esperando, con la esperanza de que él siempre me esté esperando, creo que puedo.

—¿Él te ha reclamado? —él pregunta.

Agua fría corre por mis venas.

Empujándolo, tomo un paso atrás. —¿Esta es tu primera pregunta? No me has visto en dos semanas.

Sus ojos parpadean lejos de los míos. —Me he vuelto loco pensando en ello —admite.

—Estoy bien, Harry. Ya puedo comer de nuevo. Ya no estoy devolviendo ningún tipo de comida. Gracias por preguntar.

Con los dientes apretados, él me mira hacia abajo, preguntando una vez más —¿Él te ha reclamado?

—Nos casamos —le digo, con ojos llameantes. —¿Qué hombre no reclamaría a su esposa? Me acosté allí y lo tomé para que nuestro hijo no nazca bastardo.

Nunca he visto tanta furia en sus ojos. —¿Cuántas veces?

—¿Cuántas noches he estado casada con él? —contrataco.

Él se gira, golpeando el árbol con una velocidad que me deja perpleja. Sangre aparece en la corteza, y alcanzo su camisa, tirándolo lejos.

—¡Harry! ¡Para esto!

—¿Cada noche? —él me ruge, sus puños goteando.

Su reacción desata mi propia furia que he sufrido estas dos semanas pasadas.

—¿Cómo la tomaste a ella? —siseo, puños agarrando el cuello de su camisa. —¿Cómo una bestia en sus manos y rodillas? ¿Grita cuando la muerdes? ¿Te aprieta cuando su cuerpo se deja ir?

Su rostro decae. —Cath, por favor-

Su angustia es como una droga. Liberadora. Arrasadora. —¿Gimes su nombre? ¿Chupas sus pechos?

—¡No!

—¿Has probado su placer? —Lo tiro, golpeando su hombro. —¿La has besado en medio de sus muslos? ¿Te ha tomado en medio de sus labios, tragando tu-

—¡No! -grita. —¡No hacemos nada de eso! ¡Es horrible!

Retrocedo, asfixiándome con mi rabia.

—Es horrible para ambos —susurra. —Solamente dos veces lo hemos intentado. Cierro mis ojos y me acaricio a mí mismo pensando en ti hasta que estoy casi terminado, empujándome en ella solo para derramarme. Ella llora después, puedo oírla mientras me voy de sus cuartos. Creo que ella me quiere, pero no puedo, Cath. Es la peor forma de humillación para ella. Ella sabe que no la deseo, ¿puedes imaginarte tal cosa? ¿Puedes imaginar ser enviada a otra tierra y el hombre con quien te casaste apenas puede tocarte?

Niego con mi cabeza, lágrimas corriendo por mi cara.

—No, no puedes, porque yo te querré cada vez que esté cerca de ti. Y nunca conocerás esa sensación porque te casaste con un hombre que te desea.

Quiero decirle que Liam es tan suave, tan plácido que creo que él simplemente quiere placer y una esposa, y se preocupa muy poco acerca de los detalles de ambos. —Él-

—No, Cath. He visto a Liam. Es bueno, y sí, sé que él te dará una buena vida. Pero no he pensado en nada más que esto durante días, tratando y fallando para encontrar paz. Sé que no hay otra manera para nosotros ahora mismo. Pero no hay ningún consuelo sabiendo que es bueno, cuando sé que este hombre se acostará contigo tan a menudo como le sea posible, y lo disfrutará cada vez.

Yo no lo disfrutaré. Me acuesto allí, sin decir nada.

—Llegaste a la cima conmigo dentro de ti, incluso cuando luchaste por no hacerlo —me recuerda, y mi cara se calienta en furia.

—Eso fue diferente. —Me acerco hacia él, estirándome lo más alto que puedo. —Ya te amaba. Te deseaba. Todavía te amo. Su tacto no es nada como el tuyo. Es tierno y suave. El tuyo es hambriento y desesperado. Si me tuvieras por un millón de años siempre sería de la misma manera. ¿Crees que todavía no te deseo? Desearía poder acostarme allí y pensar en ti, pero no hay nada de tu pasión en mi lecho matrimonial.

Él asiente, ignorando las lágrimas que caen de sus ojos. —Sí. No hay nada de nosotros en ningún matrimonio. Pero envidio que quizás tú estés casada con un amigo. María desprecia cada segundo que ella pasa en este castillo.

Finalmente, lo alcanzo, ahuecando su rostro y acercándolo a mí. —Bésame. Bésame así no sientes nada más que mi tacto por el tiempo que tenemos juntos. ¿Por qué estamos peleando?

Él habla contra mis labios: —No lo sé.

Su beso empieza suave, pero rápidamente se torna desesperado y me encuentro a mí misma presionada en medio de su cuerpo y el árbol, jadeando bruscamente por más y más. Él me alcanza, poniendo mis piernas alrededor de sus caderas, y moviéndose hasta que ambos estamos gritando, tan hambrientos por el contacto que ni siquiera tuvimos que desvestirnos.

—¿Ya ves cómo te deseo? —ríe, presionando su frente contra la mía. —Ni siquiera requiero de tu piel sobre la mía. Tu esencia y esos pequeños sonidos crueles son suficientes.

Beso su mandíbula, su cuello, sus labios hinchados.

Respirando pesadamente, Harry se aparta, mirando detrás de mí, alrededor del árbol y luego volteándose para mirar hacia el otro lado.

Mirando sus labios a través de mi mandíbula, él dice —Extraño tenerte en mi cama.

—Igual yo.

—Ven esta noche.

Riéndome incrédula, le digo —Harry, no podría.

—Solo por una hora. Por favor, Cath, te necesito sola allí, desnuda conmigo, hablándome para así saber que eres verdaderamente mía. Quiero hacer el amor en una cama no en el césped o contra un árbol.

Cierro mis ojos.

—Por favor. Ven a mí esta noche.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora