Ahora: Cincuenta y Tres.

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No sé cuánto tiempo tarda el cuerpo humano en morirse de hambre. Sé que tarda dos días antes de que el hambre se convierta en apatía.

Y no me importa si como, o si envolver a Anne en cada manta que tengo significa que esté lentamente muriendo de frío. Solamente me preocupo de que mi cuerpo pare de alimentar a mi hija, e incluso este miedo se torna nublado mientras ambas nos volvemos perezosas, durmiendo por largos tiempos.

Así es como termina, pienso. María lo ha averiguado: la respuesta más fácil es simplemente dejarnos morir de hambre. ¿Y por qué no? Pero entonces, ¿por qué se molestó en mantenernos vivas en primer lugar? ¿Por qué se molestó en tomar a mi hija, si solamente renunció a ella enteramente?

Quizá a María se le acabaron los pequeños vestidos rojos.
Río, loca por el hambre, y miro a la gruesa pila roja en la esquina.

María es débil, es tonta. Ella no es una mente maestra de tiempos de guerra. Y seguramente, Harry creyó que sus tediosas y perezosas cualidades significaban que ella sería incapaz de causar problemas.

En tiempos de conflicto, la sabiduría viene en dosis como un océano, en vez de una cucharada: Harry es un rey joven, un rey inexperto; por primera vez en su vida, María tiene un poquito de poder y planes que manejar como una espada. Pero ella carece de músculos para ello.

Yo, sin embargo, no.

Tú viniste a mi hogar.
Tú te casaste con el hombre que he amado desde que estaba pequeña.
Tú tuviste que presenciar su más privado amor por mí, y por ello, lo siento.
Pero tú robaste a mi hija.

Susurro las palabras en la oscuridad: —Vamos a salir de aquí.

~~

En la tercera mañana sin comida, una pequeña figura encapuchada baja por las escaleras, brazos envueltos alrededor de un paquete. Creo que es una alucinación hasta que la figura saca un manojo de llaves, buscando a tientas locamente, botando las llaves, y comenzando de nuevo.

Ninguna alucinación sería tan torpe.

Me empujo en la oscuridad contra la pared, apretando a Anne.

No es Zayn. Es el cuerpo de una Mujer, y el terror me agarra ante el pensamiento de que María ha venido.

La figura encapuchada finalmente encuentra la llave correcta, —larga, como los huesos de un dedo— y la desliza dentro, dándole la vuelta.

La puerta cruje al abrirse y se cierra detrás de ella con un fuerte ruido y la figura cae a la par de mí, derramando el contenido del paquete en sus brazos antes de bajarse la capucha.

Mary.

Me ahogo en un sollozo, lanzándome hacia mi hermana y tirando de ella hacia mí.

Luz explota detrás de mis ojos cuando siento sus brazos, sólidos alrededor de mí. Es la explosión de alivio, es el mundo colapsando por el dolor.

Ah ella grita, sollozando. —¡Estás tan delgada! ¡Te estás muriendo de hambre aquí! Está negro; no puedo verte, oh, Catie. ¡Oh, mi señor!

Me río tristemente hacia esto: he estado aquí por semanas. Pude ver su rostro perfectamente en la oscuridad.

Temblando juntas, dejamos salir nuestro dolor hasta que estamos respirando juntas, sollozando en el hombro de la otra, lentamente tranquilizándonos.

—Ya está — ella susurra. —Oh, es tan bueno sostenerte. ¿Estás bien?

Me encojo de hombro contra ella antes de sentarme. —Estoy bastante terrible, de hecho, pero verte a ti es como ver el amanecer.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora