Epílogo

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Harry

Las puertas del Gran Salón abiertas, y cuerpos entrando. Tentativo, como la facilidad del agua arriba y encima de una roca en un río perezoso.

Me levanté, en una sensación de desapego y maravilla, porque no era mi costumbre levantarme. Era mi costumbre sentarme en mi trono, para simplemente recibir.

Pero me levanté porque ella lo hizo, mi esposa, mi vida, mi reina. Y estuve de pie mirando en asombro mientras ella se rebajaba a sus rodillas ante la masa de niños. No por genuflexión, sino para estar cerca de ellos.

El primero dentro de la puerta lo hizo en el círculo de su agarre, sus bracitos yendo alrededor de su cuello y apretando. Quizá él tenía tres; no lo suficientemente mayor para comprender que él solamente podía abrazarla de esa manera porque ella se había ofrecido, y porque —quizá lo más importante— ella fue una de ellos una vez. Él la abrazó no fuera de cualquiera de esta sabiduría pero porque, lo sabía, ella dio la sensación de que era de ellos, y de alguna manera también de este castillo. Ella tenía la forma de una Reina y de una plebeya al mismo tiempo.

Al final, Cath fue el diamante del tamaño de un puño encontrado justo debajo de la tierra.

Manitas toman sus turnos moviéndose alrededor de su cuello o —si era muy tímido— ahuecadas en sus tiernas manos mientras ellas les preguntaba acerca de las mascotas, la escuela, o si les gustaba la aventura. Ella saco dulces de su bolsillo, tentando a los callados.

Yo apenas hable. Ellos no estaban aquí por mí, no esta vez. En vez, mire la corona de joyas colocada encima de su cabeza, inmovible. Mira la suave curva de su cuello, los suaves movimientos de sus labios mientras hablaba, los gestos de sus manos.

Su mano, usando mi simple banda de posesión.

Irreal. Era completamente irreal.

Lo que una vez habían sido mis profundas y más dolorosas preguntas, eran ahora mis verdades.

¿Cómo sabe su piel en ese perfecto lugar donde su cuello se reúne con su hombro?
¿Cómo ella suena cuando se despierta?
¿Ella duerme sobre su lado o su frente?
¿Cómo se miran sus labios cuando ella ama?

Como si pudiera sentir el peso de mi adoración, ella se voltea, sus ojos mirando los míos. Tuvimos otras tres horas de esta reunión —era una costumbre luego de una coronación que la nueva Reina conociera a su gente— pero en ese momento, solo quería tomarla escaleras arriba, colocarla en mi regazo en la gran silla cerca de la ventana, y recordar cada momento que hemos tenido el uno al otro.

Hemos hecho eso antes realmente; no hay necesidad de volverlo a hacer. La noche antes a nuestra boda, con Anne dormida en su nuevo cuarto a la par del nuestro, y la cálida brisa del comienzo de verano colándose, recordamos todo: desde al primerísima vez que nos vimos el uno al otro —a través del patio, de niños— hasta el momento en que Douglas la saco de su cama y la puso en la mía, cuando ahuyente cualquier residuo de su inocencia.

Pero por mucho que Cath me amara, sabía que era imperfecto. Todavía era codicioso, y a menudo me preguntaba que otros recuerdos habían sido soltados esa noche. Quizás una vez que ella me vio y me admiró. O, una vez que ella notó que la miraba, y entendió a través de la perspectiva actual que yo había estado completamente enamorado de ella desde el momento en que la vi.

La recepción continuó. Apreté manos, besé las cabezas de los niños. Más que nada, vi a mi esposa.

Nos habíamos casado una semana antes de su coronación, no en la capilla, a como era costumbre, sino por el sacerdote en el campo donde una vez nos acostamos secretamente como amantes. El césped había sido cortado en un gran círculo por la ceremonia, pero un poco más allá del pasillo y la multitud de pie, había crecido casi a la altura de los tobillos.

Fue salvaje, justo a como había sido en los días de antes, mezclado con pequeñas flores purpuras y un cepillo de color amarillo mostaza. James sostuvo a Anne al lado, la familia de Cath de pie a la par de él con Robin durmiendo en los brazos de Liam. Registré todo esto más tarde, por supuesto, porque cuando Cath salió de las sombras en un vestido hecho de seda crema y cubierto con perlas, apenas pude respirar, por no decir que no pude mirar nada más que a ella.

Sin quitar sus ojos de mí, ella salió al camino hecho para ella, y la visión fue majestuosa contra el brillante cielo azul: el pasillo fue tapizado con seda, teñido de cada sombra de rojo conocida por la humanidad. Rojo oscuro, rojo sangre, carmesí cortaba una brillante raya a través del campo. Supe el significado de la tela roja solo una noche antes. Estas eran las sedas de los vestidos con los que María vistió a mi hija, para atormentar a Cath. Estos eran los vestidos que Zayn había hecho primero en una soga, y luego formados en un río de seda para llevar a Cath por el pasillo, hacia mí.

Algún día, él le dijo, él probablemente hará a partir de ellos cometas para que Anne y Robin las vuelen en el campo.
Y algún día, ella me dijo, ella probablemente use la tela para hacerle vestidos a las muñecas de Anne.

Porque eso es lo que ella siempre ha sido: convirtiendo ruina en triunfo, convirtiendo furia en felicidad.

Desearía haber recordado la ceremonia entera, cada palabra, Y tal vez eso sería de lo que habláramos esta noche, en la gran silla cerca de la ventana. Tal vez le pediría que recordemos cada palabra de la ceremonia; su memoria siempre fue mejor que la mía, pero especialmente ahora. Tal vez le pediría que repitiera las palabras de nuevo, como si al decirlas una vez más se marcarían en algún lado de mi piel, en el órgano palpitante bajo mis costillas.

O tal vez la pondría en mi regazo y simplemente le diría como se miraba mientras recibía a las personas por primera vez como Reina, su sonrisa inquebrantable, sus manos eternamente gentiles, su paciencia una maravilla como el río de gente alimentándose en el Gran Salón. Le diría que nunca antes había visto una Reina tan admirable como ella, en ninguno de mis viajes.

~~

Al final, no puedo hacer nada más que tomarla en mis brazos, saboreando su boca y su risa y su jadeo cuando ella se rinde y deja que la ponga en la cama. A este paso, de seguro tendremos otro niño en el invierno y el pensamiento hace que mi cuerpo se eleve, doliendo por ella.

Ella se estira debajo de mí, mejillas aun rosadas y sus labios rosas por mis atenciones. Miro sus brazos elevarse, dedos tocando la cabecera tallada. Siempre es un momento que me da un poco de vergüenza, perseguido por el alivio que la posición le da poder, no miedo. Ella se acuesta debajo de mí de esta manera para recordar donde empezamos, para disfrutar el alivio de que estamos aquí, no para recordar el monstruo que una vez fui.

Pero debí haber esperado que ella lo mirara en mis ojos de todas maneras.

—Tu corazón siempre fue tierno para mí —ella susurra.

—Sí.

— ¿Cómo fue, esa primera noche?

Trago el sonido estrangulado que quiero hacer. —Como el cielo —le digo— y el infierno.

Ella jadea cuando la toco, primero con mis dedos, reverentemente, y luego colocándome dentro, perdido en el alivio de ello por una larga y temblorosa exhalación.

— ¿Y ahora? — ella pregunta.

Me muevo encima de ella, mi boca en su cuello, su mandíbula, por sus labios.

— "¿Ahora?" —Mi pregunta sale distorsionada, apretada con necesidad.

Ella ríe, sabiendo que no puedo hablar cuando sus manos se deslizan por mi espalda de esta manera, cuando sus piernas se envuelven alrededor de mis caderas de esta manera, y cuando sus dientes rasguñan la piel de mi cuello.

Porque ahora, ella lo sabe tan bien como yo: no hay nada más que esta vida.

Mi esposa, nuestra hija, nuestro reino.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora