Ahora: Veintitrés.

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El día siguiente mi corazón deja de latir.

Los rumores que corren a través de los cuartos de los sirvientes dicen que hay una fiesta este fin de semana para celebrar.

Inmediatamente. Lo sé.

Y la noche anterior, cuando finalmente grité su nombre en éxtasis, Harry lo sabía, también. Solamente que no me dijo.

En la tarde, el rey se pone de pie al frente del patio real y proclama a todos los reunidos que el reino estará celebrando el compromiso del príncipe con la princesa María Antonia de la Páxan de España. Nosotros nos regocijaremos.

Un festín. Un baile. Un festival de luces.

¿De cuántas maneras es posible morir de adentro hacia fuera? Aquí, un corazón se detiene y se marchita, luego los pulmones dejan de traer suficiente aire. La comida ya no importa. Y todo se vuelve gris y oscuro. Solo soy instinto. Apenas estoy aquí.

Es la única manera en la que puedo evitar que mi mente se llene con un futuro lleno de ellos: de pie juntos en la ventana del patio, sosteniendo su recién nacido, envejeciendo juntos con sonrisas en sus rostros, sus manos entrelazadas.

Las cocinas son un caos de movimiento, pero yo me muevo en pasos irregulares: un engranaje en una máquina más grande, propulsados solamente por el movimiento alrededor de mí. Elaboramos cervezas por días. Lloro en silencio cada noche, sin dormir por la eternidad.

No voy con Harry.
Él no envía a por mí.

Liam y su padre hornean para todas las personas. Él me brinda una sonrisa cálida cuando Da y yo llevamos la levadura a las cocinas donde hacen el pan.

—Hola, Catie.

Asiento, con cuidado de sonreír, con cuidado de mirarme recatada en vez de muerta. —Liam.

—Te casarás con Liam pronto —Da me dice mientras nos vamos, con una sonrisa orgullosa. —Una unión más fina no puede haber, mi querida Catie.

Liam nos mira mientras nos vamos, y me volteo para mirarlo por encima de mi hombro. Nos hemos conocido toda nuestra vida, pero él ahora es un hombre. Sus ojos son suaves y sabios. Sus hombros son fornidos, su rostro simpático. Debería agradecerle a los cielos por tal esposo. La vista de él debería llenar mi vacío, el dolor que invade mi pecho, pero no es así.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora