Ahora: Treinta y Seis.

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Regreso a la taberna cuando el sol está directamente en lo alto, calentando desde el patio hasta a una antorcha encendida. Mary me ve entrar, y limpia su frente húmeda con su delantal, inclinando su cabeza sutilmente.

—Liam preguntó por ti— ella dice, añadiendo —pasó esta mañana.

Da levanta su barbilla hacia mí desde el otro lado de la habitación, dándome una amplia sonrisa. Camino hacia donde mi hermana, poniendo mis brazos alrededor de ella. —¿Todo bien?

Ella asiente, besando mi cabello. —¿Estás siendo cuidadosa?

Encontrando sus ojos, sonrío con tristeza. —¿Un poco tarde para eso?

Estallando en risas, ella niega con su cabeza hacia mí con fingida amonestación. —Tú sabes a lo que me refiero.

—Lo sé—le digo. —Y lo soy. O, trato de serlo.

Con una sonrisa, salgo y camino hacia la panadería, asomándome en la helada, oscura habitación. Los hornos están en silencio, decenas de panes enfriándose en la piedra de la chimenea. Los sábados son tranquilos por todos lados, parece. —¿Liam?

Él sale de las sombras, moviéndose hacia mí con una pequeña sonrisa. —Catie. —Inclinándose, él besa mi mejilla. —¿Estás bien muchacha? ¿Andabas dando un paseo?

Asintiendo, le digo —Andaba.

Lo observo disfrutar de mi apariencia, sus ojos haciendo el pequeño circuito de mi cara. Ahora me doy cuenta en que no me importó como vine a él. Mi cabello sin duda está suelto de sus cuidadosas trenzas, mis labios hinchados y rojos.

Siento que mi rubor calienta mis mejillas. —¿Estoy hecha un desastre, mi esposo?

Él ríe, acercándose para alisar mi cabello. —Un poquito.

Siento las lágrimas agolpándose en mis ojos, sorprendiéndonos a ambos. —¿No te molesta? —pregunto, con grueso acento mientras mi garganta parece cerrarse.

Liam niega con su cabeza, acariciando mi mejilla con su pulgar. —No podemos elegir a quién nuestro corazón quiere.

Miro hacia él, a su rostro infinitamente tierno.

—No entiendo cómo puedes ser tan amable. Cómo puedes compartir una esposa.

—No es tan difícil. —Cuando él me sonríe, y se inclina a besar dulcemente mi mejilla, primero una y luego la otra, me doy cuenta de que sus afectos, y su corazón, tampoco pertenecen verdaderamente a mí.

—Dime—susurro, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. —Dime cómo eres feliz.

Esto lo hace reír. —Eres una muchacha bonita, y estoy feliz de tomarte en mi cama, feliz de reclamarte como mi esposa. ¿Se quejaría algún hombre de mi fortuna?

—Liam...—Sin duda él sabe a lo que me refiero.

Él me aprieta, admitiendo en un susurro —Pero sí, mi corazón le pertenece a otra. Desde hace tiempo le ha pertenecido a otra. Y por eso, te pido perdón, Catie.

—Por favor, dime. ¿Quién? ¿Y por qué te casaste conmigo si no necesitabas hacerlo?

—Te lo diré cuando pueda. —Él coloca sus manos en mis hombros, haciéndome hacia atrás para ver mis ojos. —¿Confías en mí?

Asiento. Lo hago. Confío en él implícitamente.

—Entonces todo estará bien, Catie. —Él da un paso hacia atrás, sonriéndome. —Lávate. Pasemos esta noche con nuestros amigos, ¿sí?

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora