Ahora: Cuarenta y Siete.

5.4K 418 51
                                    

Entro al cobertizo, y encuentro a Harry sentado en nuestra cama, piernas cruzadas, cabeza inclinada.

Solo dos días han pasado desde la muerte de su padre y la declaración de guerra de Harry. Odio que esto le haya pasado a él.

Odio aún más que estoy contenta de que la muerte de su padre significa que él no puede dejar el reino; él es el único que queda vivo de la familia real aquí.

Haciendo mi camino hacia él, trepo a la cama, moviéndome en su regazo.

Harry me toma en sus brazos y nos acostamos, enrollándose sobre mí.

—¿Cómo estás? —le pregunto, besándolo por toda su cara. —Harry. Dime que estás durmiendo, que estás comiendo. Dime algo.

Él niega con su cabeza mientras una lágrima se escapa, y siento un frenético tipo de impotencia, ese tipo que es ahogante y salvaje. Apenas he oído su voz este mes pasado. Requiero ocupación. Necesito ayudarlo.

—¿Qué puedo hacer?

—Háblame —él grazna. —Sostenme.

Pero antes de que pueda pensar en alguna estupidez que pueda parlotear una y otra vez, su boca viene encima de la mía, abriéndose, besándome profundamente. No hemos hecho el amor en al menos dos semanas y lo necesito, necesito sentir su sólida presencia por todo mi cuerpo. Es casi como si mi mente y mis manos siguen olvidando que él está aquí, él está a salvo.

Él está aquí, él está a salvo.

En nuestros lados, con el detrás de mí, él me toma. Es cuidadoso con mi redondo estómago, mis articulaciones doloridas. Con su boca presionada a mi cuello y sus caderas moviéndose continuamente detrás de mí, él puede perderse por este pequeñito espacio de tiempo.

Mi cuerpo está tan apretado que me rompo rápidamente —como caer en picado de un acantilado—y luego de nuevo bajo la atención de sus dedos haciendo círculos; la segunda vez, el placer viene sobre mí como una ola rugiente.

Pero Harry se atasca, aguantándose, sacándola. Después de una pequeñísima eternidad con sus exhalaciones y gruñidos y palabras dulces de ruego, Harry se deja ir con un largo gruñido en mi cuello y se queda ahí, dentro de mí, su mano enrollada alrededor de mi pecho desnudo.

—¿ estás durmiendo por la noche? —él pregunta, succionando mi piel.

—Por ratos.

—Igual —él susurra.

Nos quedamos callados. No sé qué decir. No hay cosa correcta que decir aquí, sin consuelo fácil de que todo estará bien.

—¿Cath?

—¿Sí?

—Te amo.

Le sonrío a su brazo estirado bajo mi cuello, presionado contra su cadera. —Y yo te amo.

Él respira, y lo sostiene. Está muy quieto.

Alguna pequeña parte de mí se sacude en conciencia.

Harry exhala, y su respiración tiembla contra mi cuello.

—¿Qué es? —pregunto. —Dime.

—Estoy yendo con el frente.

Mi vida se rompe en miles de astillas, y se dispersan a través del suelo.

¿Qué?

—No puedo quedarme aquí y proteger mi reino. Estas acciones están en desacuerdo con las demás. No puedo esconderme en el castillo.

Él todavía está dentro de mí. ¿Cómo puede él decir tal cosa?

Me ahogo en un sollozo.
No tengo pensamientos en mi cabeza.
Estoy vacía de palabras.

¿Es esto la muerte? ¿La quietud de pensamientos, el dolor en mi pecho tan enorme que se siente como si podría romperme en pedazos? ¿Es esto cómo se siente caer en picado en la oscuridad: primero el aire deja el cuerpo, luego la mente desacelera, ¿la sangre se espesa y luego la única cosa que permanece es el dolor?

—Perdóname —él susurra, besando mi espalda, mis hombros, mi cuello. —Perdóname, Cath. No tengo opción.

—Si la tienes —lloro. —Puedes elegir quedarte aquí, conmigo. Puedes elegir protegerte a ti mismo.

—¿Y qué hay de mis hombres? ¿Cómo puedo esperar de ellos que vayan y peleen por mí, que posiblemente mueran por mí, cuando yo no pelearé por ellos?

— ¿Tú morirías por ellos?

Sus palabras salen conmocionadas: —Cualquier rey moriría por su gente.

Con un golpe en mi pecho, me doy cuenta por primera vez: Harry es rey. Su peor sueño se ha vuelto realidad.

Ni siquiera lo pensé.
¿Cómo no pude?
Con el rey muerto, Harry nunca más es un príncipe.

—No puedes irte —le digo. —¿Qué hay de la línea real? ¿Qué pasa si no regresas?

Él me observa, sus ojos suavizándose mientras él ve de nuevo de que no he pensado en esto. —María está aquí —él susurra. —Ella es reina ahora.

—No sé cómo respirar —le digo. —Siento como si el aire no permanece adentro.

Él rápidamente sale de mí, rodándome sobre mi espalda. Miro su rostro surcado con lágrimas; él ha estado llorando por algún tiempo. Llorando todo el tiempo que me hizo el amor.

—Haz lo que yo hago —él dice, tomando una larga inhalación y asintiendo mientras intento hacer lo mismo. —Bien —él dice—  ahora déjalo salir, lentamente.

Mis respiraciones son superficiales, mis pensamientos vagos.

—Respira, Cath. Respira.

Pero la oscuridad desciende.

~~

Abro mis ojos y él deja salir un enorme respiro. —Gracias a Dios... Pensé... —Inclinándose, descansa su cabeza en mi hombro. —No podía despertarte.

—¿Me desmayé?

—Sí. Pasaron algunos diez minutos. —Él me besa una vez. —Me diste un buen susto.

Y luego todo viene a mí: —Pretendes dejarme.

Él no puede esconder su mueca de frustración. —Pretendo protegerte, peleando por lo que nos pertenece a todos nosotros.

—¿Cuándo?

Él niega con su cabeza, no queriendo decir.

—¿Por cuánto tiempo?

—No lo sé. Por supuesto que espero que sea solamente unos cuantos días. Quiero estar de regreso para el nacimiento de mi hijo.

Cierro mis ojos, intentando perderme en el latido en mi oreja.

—Sabes que me iré con la mitad del corazón —él dice. —No, incluso menos que eso. Por favor, cariño, mírame.

Y lo hago.

Veo todo de él: sus brillantes ojos verdes, delineados a las orillas con el verde profundo del bosque. Su piel suave, su barbilla sin afeitar. Los suaves rosados labios, rizos castaños cayendo encima de su frente.

Saco su camisa, dejándolo enteramente desnudo para que simplemente pueda ver.

Miro con mis ojos y siento con mis manos, y le pido que me ame una vez más porque una parte de mí sabe profundamente que él no me dirá cuándo, porque se va con la primera luz de mañana.

Y una parte oscura de mí sabe que no será una pelea corta, que no será fácil, y que el Harry que regrese a mí —si es que lo hace— ya no será el mismo hombre que he amado desde el día en que nací.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora