Capítulo 26

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Thranduil dirigió una última mirada a Lothíriel, la cual, bajó el rostro. El Rey Elfo salió de allí, al tiempo que la música cesó y los presentes desconcertados miraban la escena.

-Aranya (Mi Rey), los guardias custodian a dos jinetes.- explicó Anardil.

-¿De dónde provienen?- cuestionó el Rey Elfo.

-Al parecer del sur, hir vuin (mi señor).- respondió el guardia.

Cuando el rey y el guardia llegaron a las mazmorras, unos cuatro elfos custodiaban dos de las celdas en donde habían encerrado a los forasteros. Ambos tenían un aspecto maltrecho, cubiertos por enormes túnicas grises que les cubrían de la cabeza a los pies; la tela que les cubría el rostro sólo permitía que unas largas barbas se asomaran.

-Aran Thranduil, los encontramos cabalgando rumbo al palacio, no pudimos interceptarlos antes porque no habíamos reparado en su presencia, no han querido pronunciar palabra, ni mostrar sus rostros.- advirtió uno de los centinelas.

-Los magos son escurridizos y volubles, a veces creen que las normas de los demás no aplican en ellos. ¿No es así Mithrandir, Radagast?- pronunció el Rey Sinda cruzándose de brazos.

Debajo de los raídos mantos aparecieron dos hombres viejos. Uno de ellos, el más alto era delgado de nariz larga y aguileña, suspicaces ojos azules, barba y cabello largos y blancos, vestía con una túnica gris ajustada con un cinturón, este era Mithrandir. El otro era más bajo, rechoncho, de espeso cabello y barba castañas, redondos ojos azules, y una expresión algo disparatada, Radagast era su nombre.

-Nuestro más respetuoso saludo, Rey del Bosque Verde.- dijeron ambos magos haciendo una leve reverencia.

-Los esperaba hacía días.- advirtió Thranduil.

-Mi señor, queremos que nuestros báculos, pipas y demás pertenencias nos sean devueltas, por favor.

-Eso depende de la información que me traigan, vamos a mi despacho.- demandó el Rey Elfo para disgusto de los magos.

-¿Capitán?, ¿qué es lo que hace aquí?- preguntó Radagast al ver al elfo recluido en una de las celdas del pasillo en el que también se encontraban ellos hace algunos momentos.

-Radagast, Mitharndir; maare tulde (bienvenidos).- dijo Seregon desde el fondo de su celda.

-Quetuvalme, a lelyalmë (Hablaremos, vamos).- indicó el soberano.

*

-Disculpe Lothíriel, ¿está todo bien?- preguntó Belthil.

-Oh, sí. El rey tenía asuntos urgentes por atender.- respondió la elfa. –Le expondré la propuesta a Aran Thranduil, por favor, si tiene otra inquietud o sugerencia háganmela saber lo antes posible.- pidió Lothíriel al embajador.

-Cuente con ello.- aseveró Belthil.

-Iré a hablar con el responsable de los almacenes.- informó a elfa dirigiéndose a los sótanos del palacio.

*

-Creí que merecíamos un recibimiento, digamos... menos hostil.- dijo Mithrandir mostrándole al monarca un montón de flechas que había coleccionado bajo el manto.

-Creo que deberé castigar a los centinelas por su pésima puntería.- advirtió Thranduil con una sonrisa sarcástica en el rostro.

-Señor del Bosque, si no hubiese sido por nuestra magia, ahora mismo tendríamos agujeros por todos lados.- advirtió Radagast un poco nervioso.

-Entonces jamás estuvieron en peligro. Además ¿cómo burlaron durante el trayecto a mis soldados?- indagó el Rey Elfo, sentándose en su labrada silla e indicando a los magos que tomaran asiento.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora