Capítulo 63

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Al despuntar el alba Thranduil ya montaba a Dîn, secundado por Isilion y Lothíriel. El halcón había regresado a los guardias que se movían fantasmalmente por los alrededores. El trayecto transcurrió en silencio. Lothíriel cabalgaba completamente absorta en sus pensamientos, al grado que varias veces su padre tuvo que acercarse a ella para que acelerara el galope y no se retrasara. Isilion fijaba la aguda vista en los alrededores y no había rastro de los guardias del bosque, sin embargo, estaba seguro que viajaban a la par. De pronto, escuchó la voz del rey indicando el alto. Se encontraban en la parte más alta de una hondonada rodeada por una escueta arboleda y numerosas formaciones rocosas, que daban alguna especie de refugio al asentamiento del Pueblo Noldor.

En aquella hondonada había numerosas tiendas de gran tamaño, entre las que deambulaban algunos elfos. También había un establo improvisado en el que los caballos y animales eran resguardados. Dîn agitó la cabeza y rascó el suelo lodoso a causa del deshielo. Lothíriel pudo ver que al menos seis jinetes se acercaban desde los flancos y uno más por detrás, se sintió nerviosa al ver el filo de las espadas brillar bajo los rayos del sol de mediodía, Thranduil e Isilion se colocaron a los costados de la elfa. Uno de los elfos que procedía del lado izquierdo, tenía una expresión especialmente dura, era un elfo alto de largo cabello y ojos oscuros, parecía joven pero no por ello menos temible. Todos los elfos iban ataviados con capas grandes de color gris que contaban con grandes capuchas, así como, un trozo de piel de oso que les cubría parte de los hombros.

El elfo ceñudo, al aproximarse, se detuvo intempestivamente y no pudo evitar la sorpresa que le produjo el inesperado encuentro. El resto de los elfos rodearon amenazadoramente con sus caballos a los recién llegados. Lothíriel alzó la vista y se dio cuenta que el halcón sobrevolaba encima de ellos.

-¿Qué haces aquí?- preguntó airadamente el elfo de cabellera oscura, dirigiéndose a Thranduil.

Thranduil observó inexpresivamente a los elfos, Dîn resopló ante la perceptible hostilidad de los noldor. –Hemos venido a conversar, Turdú.- respondió, clavando sus ojos en los del elfo.

Turdú abrió mucho los ojos ante el asombro que le produjo que el rey se acordara de él. El elfo se reacomodó en su montura y trató de disimular su nerviosismo. Al tiempo que oteó por los alrededores y ordenó a los demás elfos que se alejaran. Isilion pudo ver que éstos buscaban rastros de los escoltas del Rey Elfo. Lothíriel miró con nerviosismo a su padre, el cual, la observó con tranquilidad.

-¿Has venido solo?- interrogó con las palabras atoradas en la garganta, mientras dirigía miradas aprensivas a los alrededores.

Thranduil sonrió ante la inquietud del elfo. –Vamos Turdú no seas maleducado, por supuesto que no he venido solo, me acompañan...- decía con ironía el monarca cuando fue abruptamente interrumpido.

-No me provoques, sabes de lo que estoy hablando...- gritó el elfo, empuñando amenazadoramente su espada.

-¡Daro! (¡Alto!)- intervino de inmediato Lothíriel, moviendo su caballo al frente.

Turdú se quedó observando cuidadosamente a la elfa, después a Isilion y bajó su vista a la mano del consejero, en la que llevaba un anillo fabricado en mithril, decorado con diminutas piedras preciosas incrustadas en la circunferencia, formando las tengwar representativas del linaje de Finwë. -¿Es usted Isilion, descendiente del linaje de Finwë y Fingolfin?- preguntó interesado.

Isilion se incomodó ante la insistente mirada del elfo. –Lo soy, y ella es mi hija Lothíriel.- dijo el Consejero con solemnidad.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora