Capítulo 37

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Thranduil había entrenado después de concluir la reunión. De vuelta a sus aposentos se encontraba metido en la pila, tomando un baño. Pensando en el gran paso que daría, lo había deseado desde tiempo atrás, esperó siempre el momento adecuado, instantes de paz y armonía. Pero hacía mucho que aquello se había esfumado, ahora debían coexistir con una amenaza latente.

La amaba profundamente desde el instante que la viera detrás de aquella puerta en la casa de su preceptor. Quizá como Lothíriel le había dicho, el momento perfecto nunca llegaría, a menos que ellos lo construyeran. Salió del baño, se colocó una bata de seda roja, fue hacia uno de los muebles al lado de su cama y sacó un pequeño libro de plata. Lo abrió justo donde estaba la pintura de sus padres y se quedó largo rato mirándola, cómo hubiese deseado que ambos estuvieran con él acompañándolo, aconsejándolo...

-Aran Thranduil- llamaron desde el portón.

Thranduil suspiró y volvió a guardar la pintura de sus padres. -Tancave (Sí)- autorizó el Rey Elfo la entrada a Anardil.

-Hîr vuin Thranduil (Mi señor Thranduil), traigo lo que me ha pedido.- indicó el Jefe de la Guardia Real, entregándole al soberano una fina caja de caoba.

-Puedes retirarte.- dijo el soberano. El guardia hizo una reverencia y salió de los aposentos. Thranduil abrió la caja, dentro sobre unos pequeños cojincillos, estaba un precioso collar de fina confección, elaborado en oro blanco con pequeños diamantes engarzados que brillaban como las estrellas en la noche más oscura. Ese sería el obsequio que le daría a la elfa, una vez que su compromiso fuera formalizado.

Dejó la extraordinaria joya sobre la cama y se vistió con una elegante túnica en color vino, bordada con hilos de oro. Colocó sobre su cabeza dorada una corona de oro que simulada las ramas entrelazadas de los árboles, al centro un zafiro resplandecía soberbio.

-Aranya Thranduil (Mi Rey Thranduil)- dijeron desde el portón nuevamente.

-Pasa- respondió el elfo sinda.

Nimloth, la gobernanta del palacio, hizo una reverencia y se quedó mirando al monarca. El rey se veía imponentemente atractivo, alto, con su hermosa cabellera dorada y lacia esparcida por su espalda como una cascada de oro puro, sus penetrantes ojos azules relucían como la más fina joya de Arda y sus bellas facciones tenían una expresión serena.

-¿I dass carnen? (¿Está hecho?)- indagó el Rey Sinda ante el silencio de la elfa.

-Ná, Aran Thranduil (Sí, Rey Thranduil)- titubeó Nimloth, que al mirar al monarca se sonrojó visiblemente. –Había una botella de vino en su estudio y ya ha sido dispuesto el lugar de la reunión.- explicó evadiendo los ojos del soberano que parecía extrañado ante su actitud.

Thranduil hubiese querido ofrecer una cena formal, dada la importante ocasión. No obstante, la precaria situación que enfrentaba su reino impedía hacerlo, sólo aquella botella de vino podrían compartir. –Bien, iré en unos momentos más.- anunció. La elfa se retiró nerviosa.

*

Isilion e Ilmen caminaban tomados de la mano. Lothíriel iba a su lado cubierta por una capa plateada. La noche estaba despejada y la luna aparecía en todo lo alto, iluminando los diminutos copos de nieve que se depositaban por el bosque. El Consejero observaba a su hija con detenimiento, al tiempo que su esposa apretaba sutilmente su mano. Lothíriel sonreía cariñosamente a sus padres mientras tarareaba una canción. En su camino varios elfos observaron con curiosidad a aquella familia, que parecían radiantes luceros.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora