El río corría impetuoso a su costado, la brisa roció su rostro y eso lo trajo de vuelta a la realidad. Se incorporó, tenía el cuerpo adolorido, miró a su alrededor, estaba solo, se acercó al agua, se asomó; y cayó de espaldas al ver su reflejo. El corazón le latía impetuosamente, la ansiedad comenzó a hacer temblar sus extremidades, las cuales se miró horrorizado. Tenía cicatrices, costras sanguinolentas, le hacían falta algunos dedos de ambas manos, la punta de sus orejas le habían sido cercenadas, los costados de su cabeza habían sido rapados; y una trenza se extendía por la coronilla hasta los hombros.
Entonces se dio cuenta que junto a él, había restos recientes de animales, así como de cabelleras de hombres. Completamente aterrado se arrojó al agua, buceó hasta que consiguió una piedra del fondo, y se frotó frenéticamente la piel, queriendo deshacerse de todo la suciedad, y con ello de los recuerdos de las terribles torturas y acciones que había padecido.
Cuando finalmente salió del río, su piel estaba enrojecida y lastimada. Se quitó los girones de la camisa. Entonces se dio cuenta de que sobre su pecho estaba la marca del ojo de Sauron. Fuera de sí, recogió el tosco y oxidado cuchillo, y comenzó a delinear la marca con el filo para arrancarse la piel, apretó fuertemente la mandíbula, las lágrimas escurrieron por la esquina de sus ojos. Enojado, entristecido y humillado, fue arrancándose la piel hasta que finalmente lo consiguió, cayó de rodillas y la sangre goteó sobre el musgo.
*
-Ivorwen es mejor que nos quedemos en este lugar por un tiempo, aquí estaremos bien ocultos de los ojos indiscretos.- señaló el anciano curandero, ayudando a la joven a buscar un sitio en el cual sentarse dentro de la cueva.
Ivorwen y el viejo habían caminado durante mucho tiempo, principalmente durante la noche. Ocultos por arbustos, árboles y rocas, fueron trasladándose con suma precaución evitando los caminos principales. Llegaron cerca de Rhosgobel, allí encontraron una cueva cubierta por maleza y musgo, era poco profunda, fría y húmeda. Allí decidieron esconderse, sobre todo, porque la joven del Pueblo del Valle necesitaba reposo después de la amenaza de aborto que había presentado apenas unos días atrás.
-No podemos quedarnos aquí...- opinó Ivorwen, sentada sobre una roca dentro de la cueva. –Amond no descansará hasta encontrarme.- agregó visiblemente cansada.
Durante su huida, luego del enfrentamiento en el Pueblo del Bosque, el incendio y la desbandada de víctimas del Templo Negro. En varias ocasiones estuvieron a punto de ser descubiertos por los hombres de Amond, sin embargo, no había visto a este último. Pero el curandero estaba seguro de que el cruel líder seguía con vida, y como buen cazador estaban al acecho de sus presas.
El anciano la miró y se sentó frente a ella para sacar de su morral un frasquito. –Lo sé, pero por lo menos un par de noches. Necesitas reponer fuerzas.- agregó, entregándole el preparado.
Ivorwen bebió un poco, se lo devolvió. Se acarició el vientre. –Mi hijo es fuerte...yo soy fuerte. Debemos encontrar a su padre.- el curandero parecía nervioso con aquella idea. La última vez que había visto a Vorondil, el elfo actuaba como un poseso, como un esclavo de Amond y de las tinieblas.
-Sé lo que piensas, pero él sigue allí.- declaró la pelirroja. Decidida a reencontrarse con Vorondil.
*
El sol le daba de lleno en la cara, se levantó. La herida en el pecho le ardía dolorosamente. Así que juntó un poco de yesca y prendió una fogata pequeña. Miró las llamas arder y en su mente aparecieron recuerdos... gritos desgarradores que le arengaban, mientras él blandía todo tipo de armas y asesinaba por igual a hombres, orcos, híbridos y bestias. Sentía el regocijo en su sangre y la cólera de su mente. Después más bramidos, más cerca, era él mismo el que lastimaba su garganta al sentir el fuego y los filos lacerando su cuerpo. Después una risa histérica, siniestra que le ordenaba matar y odiar. Una sensación de profundo abandono y venganza... más dolor... hasta que se olvidó de sí mismo.
ESTÁS LEYENDO
LÓBREGA PRIMAVERA
Fiksi PenggemarPorque aún de la más infranqueable oscuridad obtenemos algo. Relato inspirado en las obras del Profesor J.R.R. Tolkien. Agradezco a EAMANENUMENESSE por el diseño de la portada para esta historia.