Capítulo 68

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-No hay rastros de Amond y sus hombres, creo que podemos avanzar rápidamente a partir de aquí. A este paso podemos llegar al Viejo Vado en un par de días.- indicó Vorondil, cuando regresó después de haber explorado por varias horas el área circundante.

Ivorwen asintió, iba a tomar sus muletas, pero el elfo se acercó a ella. -¿Te encuentras bien?- preguntó preocupado. Hacía un par de días que la chica se veía pálida, cansada y cabizbaja.

Ivorwen sonrió débilmente. –Sí, tenemos que seguir.- se apoyó en sus muletas y se levantó. Intentó dar un paso, pero sus fuerzas fallaron y estuvo a punto de caer.

El curandero miró al elfo. –Tiene que descansar y comer mejor.- señaló.

-Estoy bien, puedo continuar.- dijo Ivorwen, aferrándose a las muletas y moviéndose.

-No, no lo estás. Descansaremos.- determinó Vorondil, deteniendo el camino de ella.

-Vorondil, no podemos seguir parando, estamos en una situación peligrosa y debemos dar la voz de lo que hemos sido testigos. Así que sigamos, ya habrá tiempo de descansar.- opinó con seguridad, la joven mujer.

Vorondil pensó un momento. –Te propongo algo: me adelantaré a ver a Beorn mientras tú descansas aquí con el curandero. Regresaré de inmediato.-

Ivorwen suspiró y en su rostro se instaló la frustración. –Vorondil...- indicó con preocupación, pues no quería separarse de él nuevamente.

-Estaré bien. Regresaré, te lo prometo.- expresó, acariciando el vientre de la joven.

-La cuidaré bien.- aseveró el anciano.

Vorondil besó a Ivorwen. –Me iré por la noche. Ahora iré a buscar algo de comer.- y se alejó ágilmente.

Ivorwen lloró tranquilamente, se acarició el vientre y permaneció al cobijo de aquel gran árbol. El curandero, mientras tanto, hizo una mezcla de hierbas que aplastó con una piedra y mezcló meticulosamente en un pequeño cuenco. –Con estas hierbas irás recobrando energía y ánimo.-

-Gracias.- dijo, el aspecto de la mezcla era verdoso oscuro y viscoso. Con mucho esfuerzo tragó el amargo contenido, aguantó la respiración para evitar vomitar. En los últimos días le había resultado muy difícil retener la comida, sobre todo la carne, así que sus raciones eran básicamente vegetales y raíces.

El curandero le había dicho que probablemente su intolerancia a la carne o los derivados de los animales, se debía a la herencia eldar de su hijo. Así que el cambio de dieta le había producido algunos estragos. Sin embargo, siguió las recomendaciones del anciano.

Vorondil recorrió al menos dos kilómetros, y consiguió recolectar algunas hierbas, raíces y frutos. Así que pronto volvió a encontrarse con el anciano y la joven.

-A medio kilómetro hay una cueva, está bien resguardada por algunos árboles. Allí podrán permanecer.- anunció el elfo silvano.

-De acuerdo. – acordó el anciano que regresaba con los odres llenos de agua. Pronto se pusieron en marcha, Vorondil ayudó a Ivorwen a hacer el camino. Llegaron y se adentraron en la fresca cueva, el anciano extendió la gruesa manta que siempre cargaba sobre la espalda, para que la joven pudiera recostarse.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora