Capítulo 47

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Lothíriel, Nenthil y Giliath detuvieron el galope justo cuando alcanzaron la frontera norte del Bosque Verde, escucharon el lamento, bajaron la cabeza y cada uno de ellos cerró los ojos, tratando de comunicarse con los árboles y apaciguarse mutuamente. Los centinelas fronterizos se colocaron frente a ellos, los interrogaron y después los dejaron ingresar al reino. La noldorin sentía una profunda desesperación, quería llegar lo más rápido posible, estar al lado del rey... ayudarlo, acompañarlo.

Los guardias trasmitieron el mensaje del inminente arribo de la elfa y sus guardias a las estancias del monarca. Isilion y Lenwë corrían de un lado a otro atendiendo los asuntos del reino y procurando a los hombres refugiados. El invierno estaba entrando en su recta final, no obstante, se había recrudecido considerablemente. Los ríos estaban congelados y la maleza quemada por las heladas. Animales y árboles habían muerto e incluso el Bosque Verde había cambiado, se había vuelto más oscuro, melancólico y su esencia más pesada. Los elfos del bosque percibían esos cambios y ellos mismo menguaban junto con el bosque.

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Lord Elrond había iniciado un intenso proceso de curación, día y noche, se había avocado a investigar entre los libros, buscando la elaboración de potentes tónicos que ayudaran a la sanación del cuerpo del rey. Varias veces más intentó internarse en la mente del elfo sinda, sin mucho éxito. Después de la ardua labor, el Señor de Imladris logró que las heridas sanaran un poco más, no obstante, la salud de Thranduil oscilaba entre una calma expectante, y violentas acometidas febriles y convulsivas.

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Lothíriel y los guardias se dieron cuenta que mientras atravesaban el Bosque Verde, el sol no había alumbrado, el día era gris y oscuro, el viento helado parecía contener pequeñas hojas afiladas que herían la piel, el reino estaba sumido en un ansioso silencio solamente interrumpido por los cascos de los caballos. Los troncos de los árboles estaban opacos y se astillaban con facilidad. La noldorin trató de comunicarse con ellos, pero estaban tristemente enmudecidos retraídos en sí mismos.

Nenthil y Giliath parecían haber estado intentando lo mismo, aparentemente con inútiles resultados, pues sus rostros estaban pálidos y especialmente afligidos. El día era grisáceo, una luz blanquecina y la bruma le daban un aspecto espectral al Bosque Verde. De pronto, los guerreros ya no percibieron el galope del caballo de la elfa y se detuvieron de inmediato, provocando el relincho de ambos equinos, observaron con inquietud a su alrededor, haciendo uso de sus desarrollados sentidos para escrutar la floresta, pero no encontraron rastros del paradero de Lothíriel. Pronto llamaron la atención de los centinelas apostados entre los árboles, pero éstos tampoco consiguieron localizar a la noldorin.

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Su camino se oscureció y un cúmulo de hojas le acarició la piel, su caballo fue conducido suavemente fuera del sendero que originalmente seguía, el animal pareció desconcertado pero se dejó llevar.

-Hermosa joya de los eldar, no temas. ¿Me recuerdas?-

Escuchó Lothíriel aquella profunda y potente voz. El bosque volvió a aclararse y frente a ella estaba Aldalcar, el ent. -Im gelir ceni ad lin mellon nin (Me alegro de verte nuevamente amigo mío)- expresó la noldorin gratamente sorprendida, pues hacía mucho tiempo que no tenía contacto con el pastor de árboles.

El ent la observó con expresión de ternura, movió un poco sus ramas y con sus escasas hojas tocó la piel de porcelana de sus mejillas. Sonrió y estiró sus ramas en toda su extensión, después oteó alrededor del Bosque Verde, profirió un profundo suspiro que provocó una amplia exhalación. –El Rey Thranduil ha sido atrapado por la lobreguez, temo que no pueda recuperarse. Las criaturas del bosque sentimos que lo estamos perdiendo. El fuego le devora el alma, puedo verlo torturado, amordazado y sometido al Poder Oscuro. Nuestro temor es justificado, creo que el mismo Señor Elfo de Imladris teme pronunciarlo en voz alta, pero debe hacerse, debe tomarse en cuenta...- explicó el gran árbol, cuando de pronto una de sus ramas se desprendió cayendo sobre un grueso montículo de nieve, éste lo observó con tristeza y luego dirigió su mirada hacia la elfa.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora