Capítulo 35

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-¿Padre?, ¿estás bien?, ¿qué pasa?- averiguó Ivorwen aproximándose al Embajador que se encontraba sentado cerca de la fogata con la capucha de la capa cubriendo casi por completo su rostro.

La mañana era fría y nevaba ligeramente, Belthil había pasado la noche en vela, pensando en lo que diría y cómo reaccionaría su hija. Bajo sus ojos profundas ojeras delataban su angustia, su piel enrojecida y agrietada debido al implacable clima le daban un aspecto enfermizo. –Hija mía, hay algo que debo decirte.- dijo el hombre pelirrojo con voz ronca.

-¿De qué se trata padre?- curioseó la chica con expresión preocupada debido al semblante de su padre.

-Los hombres del bosque nos proporcionarán lo que necesitamos para reconstruir nuestro pueblo...- dijo el Embajador retirándose la capucha y tomando las manos de su hija.

-Eso es una buena noticia padre.- opinó Ivorwen sonriendo.

-Mi niña, ¿sabes que te amo, no es así? Eres lo más importante en mi vida.- expresó Belthil con los ojos vidriosos.

-Por supuesto, yo también te amo padre. ¿Qué sucede?- preguntó la joven al notar la tristeza en los ojos de Belthil.

-Verás, aquél pueblo exigió que sus condiciones fueran satisfechas para que se nos suministrara lo que necesitamos... una de ellas es que una vez que nos hayamos asentado en el pueblo repondremos todos los insumos... y la otra...- explicaba Belthil con la voz temblorosa. –Prometí al líder de aquél pueblo que te casarías con él.- dijo finalmente.

Ivorwen abrió mucho sus ojos verdes y miró el rostro de su padre tratando de encontrar respuestas a sus imperiosos sentimientos. Retiró las manos de las de Belthil. –Lo siento padre, eso no puedo hacerlo. Vorondil y yo nos amamos. Él me ha dicho que desea vivir en nuestro pueblo, conocer nuestras costumbres y después casarnos.- manifestó con desesperación, poniéndose de pie con ayuda de sus muletas.

-Ivorwen, ya está decidido. Ha sido la única manera de estrechar los lazos con el Pueblo del Bosque y salvaguardar a nuestra gente.- expuso Belthil, tomando de los hombros a su hija.

-Vorondil es bueno conmigo, me ha apoyado y no le importa que sea una humana. Soy feliz a su lado y yo procuraré que él lo sea. Por favor padre... tal vez si hablamos con ellos y encontramos otra forma...- señaló impotente la joven mujer, zafándose del agarre de su padre y cayendo de espaldas.

Belthil trató de ayudar a su hija pero ésta lo alejó con sus muletas. –Hija, escúchame: el líder es un hombre fuerte y estoy seguro que procurará hacerte muy feliz y yo estaré siempre pendiente de ti.-

-Yo no podré ser feliz con un hombre que me obliga a estar con él como parte de un intercambio. Padre, tú me enseñaste que podía elegir de quién enamorarme, con quién compartir mi vida, y ahora que lo he hecho, no puedo obtenerlo.- dijo sollozando mientras intentaba ponerse de pie.

-¡Basta Ivorwen, harás lo que te he dicho!, ¡Tú no tienes nada que ofrecerle a un elfo, ya te lo he dicho. Seguro él podrá formar una familia con alguien de su pueblo!- vociferó rigurosamente el Embajador.

-¡Padre, por favor, esto no es justo!- expresó Ivorwen, consternada y limpiándose las lágrimas.

-Partiremos mañana mismo, así que, espero que estés preparada.- advirtió Belthil arrojando su capa a la fogata y retirándose del lugar mientras se frotaba la cara.

Ivorwen se quedó vacilante observando la fogata, sin poder creer lo que estaba sucediendo.

Lothíriel se encontraba conversando con algunos de las personas del Valle, distribuyendo, junto a los galadhrim, los alimentos traídos de Lothlórien. A la distancia pudo distinguir a Ivorwen, y por su expresión, supo que la joven era ahora consciente del destino que le aguardaba. Después de unos instantes, la mujer del Valle, se aproximó a la elfa noldorin.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora