Capítulo 44

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El viaje estaba siendo agotador y tortuoso, varios días había ya cabalgado con poco descanso y frugales alimentos. Todos parecían perdidos en sus propios pensamientos y con cada paso que se acercaban a las Ered Mithrim, el grupo parecía más dividido. Cada que hacían una pausa, Elmoth desaparecía de su vista y volvía sólo cuando estaba seguro que reemprenderían el camino. Lothíriel se mantenía alejada de sus guardias, aunque siempre a la vista por petición de éstos. Sentía una enorme pesadez en el corazón, se había arrepentido de haber viajado hasta allí, algo le decía que Thranduil estaba en grave peligro, en aquél instante hubiese deseando convertirse en un ave para poder volar al Bosque Verde. Pero ahora estaba allí, arrastrando a unos elfos a un destino incierto. Restaba aún un día más de viaje antes de poder alcanzar las Ered Mithrim y el Brezal Seco.

Intentó distraer su mente mientras se aseaba con un poco con la nieve derretida que habían logrado obtener con la pequeña fogata, que los guardias construyeran. Ella estaba de pie detrás de un grupo de solitarios árboles en aquella planicie, al pie de éstos un hilillo de agua corría entre los trozos de hielo de la superficie. Lothíriel se arrodilló y sacó sólo un brazo de su ropa, dejó al descubierto su suave piel blanca, con el paño humedecido fue limpiando las impurezas, así lo hizo delicadamente con el resto de su cuerpo, mientras descubría una parte y cubría otra. Oculto en la oscuridad de aquella noche opaca, Elmoth observaba a la elfa, que ahora remojaba su larga cabellera negra dentro del riachuelo, los ojos del orfebre centelleaban ante la pasión que despertaba la noldorin en su corazón y en sus instintos.

Lothíriel terminó de lavar su cabello, después lo peinó con sus dedos y lo trenzó, se colocó la capa, tomó el cuenco y se levantó. Frente a ella apareció Elmoth, con sus intensos ojos azules escrutándola. La elfa se estremeció, no dijo nada, y cuando pasaba a un costado del elfo éste la sostuvo por la cintura. –Creo que deberíamos volver.- jadeó el orfebre.

-¿Por qué el repentino cambio de opinión?- preguntó la noldorin, alejándose del elfo.

-Simplemente creo que es una locura, si encontramos algo allí ¿qué podríamos hacer?- cuestionó Elmoth, irritado.

-Sí encontramos algo podemos prepararnos para, en su momento, enfrentarlo.- afirmó Lothíriel convencida.

Elmoth río ante la determinación de la noldorin. –Vamos Lothíriel, los elfos del Bosque Verde no pueden salvar el destino de la Tierra Media. No podemos arrojarnos a la oscuridad y esperar salir victoriosos.-

-Tienes razón no lo lograremos solos, pero lo que esté en nuestras manos hacer debería llevarse a cabo.- expresó la elfa, examinando el rostro burlón del orfebre.

-Conmigo no tendrías que ponerte en riesgo para ganarte mi amor, no tendrías que probar tu lealtad. ¿Has pensado por qué Thranduil ha dejado que te arriesgues en el Pueblo del Valle?- cuestionó Elmoth, caminando en círculos alrededor de la elfa. Nenthil y Giliath habían presenciado todo desde la copa de los árboles, uno de ellos apuntaba con su arco al elfo y el otro empuñaba su espada, ambos listos para entrar en acción si el momento lo ameritaba.

-¿A qué le tienes miedo, Elmoth?- averiguó Lothíriel, seriamente.

Elmoth se detuvo frente a la noldorin, su rostro se había ensombrecido, una mezcla de enojo y dolor podía leerse en sus facciones. La elfa notó que el orfebre apretaba fuertemente los puños, sudaba, sus ojos miraban el suelo y su respiración se hizo sonora.

-¿Elmoth?- preguntó Lothíriel con aprensión, extendió su brazo para alcanzar al del elfo, pero Nenthil le detuvo la mano y negó con la cabeza. Gilliath estaba detrás del orfebre, atento a los acontecimientos.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora