Capítulo 29

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Lothíriel estaba sentada al lado de la cama donde yacía el Rey Sinda, le había tomado la mano y así habían permanecido durante el tiempo que llevaban allí. En el atractivo rostro de Thranduil podía percibirse dolor, agotamiento y desasosiego. La habitación estaba en silencio, los Istari habían salido a fumar sus pipas al balcón y parecían tener una conversación. El monarca se removió y gimió por lo bajo, el paño que cubría la herida del hombro derecho se había empapado con una mezcla de veneno y sangre. De inmediato, la noldorin se puso de pie, tomó un paño limpio lo humedeció en el preparado que los magos había elaborado, sacó el vendaje sucio, las manos le ardieron, colocó cuidadosamente la compresa sobre la herida donde aún centelleaba la flama sagrada, y el cuerpo del elfo se estremeció adolorido.

Llamó la atención de Lothíriel un libro empastado con plata y finamente decorado que se encontraba en la mesa a un costado de la cama. Se acercó y lo tomó, al abrirlo pudo ver unas preciosas pinturas de los Reyes Oropher y Amanthil el día de su boda, ambos irradiaban un profundo amor. Otra realmente conmovedora donde la reina sentada sobre el césped verde, lleno de diminutas flores blancas cargaba a un recién nacido de cabellos dorados y hermosos ojos azules mientras el rey los abrazaba protectoramente. En el último retrato estaba el Rey Oropher sentado señorialmente en el trono con el pequeño Thranduil sobre sus piernas y su esposa a un lado de ellos. En aquella pintura el ahora Rey del Bosque tendría la edad en la que Lothíriel lo había conocido.

De los cristalinos ojos de la elfa pequeñas lágrimas escaparon silenciosamente y una melancólica sonrisa se asomó en su rostro. Al cerrar aquél libro dos pergaminos desgastados cayeron al suelo. Lothíriel los levantó, se asombró al ver que se trataba de antiguas cartas que ella le enviara a Thranduil. Una de ellas se la había escrito cuando eran niños y ella se fuera a Imladris. La otra se la había enviado cuando el Príncipe Sinda viviera en el Bosque de Lórien. Hacía ya tanto tiempo que parecía haber sido en otra vida. Volvió a acomodar los pergaminos y aquél libro en la mesa; se acercó al Rey Elfo acarició su rostro y besó con dulzura sus labios. Después entonó en un armonioso susurro una canción que ambos solían cantar cuando eran pequeños; caminando por el bosque, tomados de las manos o con los pies sumergidos en la fresca corriente del río. Lothíriel volvió a agarrar la mano de Thranduil los dedos de éste se movieron casi imperceptiblemente.

*

Anardil se dio cuenta del alboroto al fondo del pasillo, se encaminó velozmente al reconocer a Elmoth. -¿Qué haces aquí? Deberías estar con la Guardia del Bosque.- aseveró el Jefe de la Guardia Real.

-Necesito hablar con Lothíriel es urgente.- advirtió Elmoth nervioso e irritado.

-Creo que Aran Thranduil estaría muy decepcionado de tu desempeño al saber que sobrepones temas personales por sobre tus obligaciones para con tu gente.- manifestó Anardil encrespado y con la mandíbula apretada.

-A ti que más te da lo que el rey opine o no sobre mí. Él no está aquí ahora y nosotros sí. Además si mi desempeño no le satisface debería analizar mejor las decisiones que toma al respecto.- expresó exasperado el orfebre tocándose la mano herida. –Comunícale a Lothíriel que deseo hablarle.- exigió.

-En eso tienes razón Aran Thranduil se equivocó contigo.- señaló con disgusto Anardil. –Veré que puedo hacer. Espera aquí.- dijo con brusquedad. Dio media vuelta en dirección a la habitación del soberano. En cuanto llegó al portón, lo abrió cuidadosamente, escuchó la suave melodía, se introdujo a la habitación.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora