Capítulo 2

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-Aranya (Mi Rey) ¿qué sucede?, ¿está usted bien? ¡Echuio! (¡Despierte!)- exclamó el preocupado guardia que había escuchado los gritos del Rey. Pero éste seguía removiéndose dolorosamente entre las sábanas murmurando y sudando profusamente. El guardia salió de los aposentos y pidió a otro que trajera al sanador con urgencia. Regresó a la habitación del monarca tomó un paño limpio, lo empapó en un tazón con agua fresca e inmediatamente se acercó a Thranduil depositando el paño sobre su frente; en el acto, éste despertó claramente alterado tomó la daga que guardaba bajo el almohadón e hirió al guardia en el brazo.

Justo en ese momento llegaba el agitado sanador llevando consigo algunas hierbas e infusiones. Cuando entró a los aposentos reales se sorprendió al ver al Rey empuñando la daga y a un adolorido guardia que retrocedía con cautela sin dejar de tomarse el brazo lastimado.

Brannon nin, ¿manen nalyë? (Mi señor, ¿está usted bien?) –Preguntó consternado el sanador- Thranduil le miró confuso sin dejar de sujetar el arma

- ¿Man nalye? (¿Quién eres?)- atinó a decir el soberano.

-Ereb, Aranya (Mi Rey), creo que debería sentarse y beber un poco de té le ayudará a sentirse mejor- explicó tratando de parecer calmado. Thranduil iba destensándose paulatinamente pero permanecía estático como evaluando la situación. Podría leerse un extraño desconcierto en los hermosos ojos del elfo, se advertía que trataba de alejarse de las sombras y regresar a la luz de su bosque.

Mientras Ereb vertía la bebida caliente en un pequeño recipiente observaba con aprensión al guardia herido notando el sangrado, sin embargo, con la mirada le indicaba a éste que se quedara donde estaba para no perturbar aún más al monarca. De repente, un sonido metálico lo hizo voltear a prisa en dirección a Thranduil, éste había soltado la daga y parecía haber abandonado el sueño. Miró severamente a ambos, centrando su atención sobre el guardia herido.

Aranya (Mi Rey), beba, por favor- dijo Ereb- Pero Thranduil los miraba ausente.

- Vanya sínomello (Vete de aquí)- ordenó el soberano.

-Nan, hîr vuin (Pero, mi señor), necesita tranquilizarse y esto le ayudará- explicó Ereb.

-Creo que he sido claro Ereb, no necesito eso. Y espero que examines tus prioridades, si en verdad te consideras un sanador, ¿por qué razón no has atendido a Anardil? O, ¿necesito ordenártelo? Porque entonces estarías cometiendo un grave error al faltar a tu juramento de poner al servicio del pueblo tus conocimientos. Así que, ¡Ego! (Fuera de aquí).-

- Goheno nin, Aranya, (Perdóneme, mi rey)- Ereb se dirigió hacia Anardil, le ayudó a contener la hemorragia y ambos salieron de los aposentos reales, haciendo una reverencia. Caminaron por los labrados pasillos, entraron a una espaciosa y cómoda cámara donde había toda clase de implementos de curación. Ereb ordenó a Anardil que se tumbara en una de las camillas para revisar la herida. Sanador y guardia parecían nerviosos después del inconveniente con Thranduil. Sin embargo, durante la curación no hablaron, la lesión fue apropiadamente tratada. Pero cuando Anardil se retiraba afirmó –Ereb, estoy preocupado por el Rey, parece que el crepúsculo habita en sus sueños y cada vez su vuelta a la realidad es más violenta y pausada. Temo que su alma sucumba ante la oscuridad-.

- Nácë (Lo sé), por ahora no hay nada que podamos hacer, parece que el Rey ha decidido enfrentar solo su angustia y debemos respetarlo. Áva sorya. (No te preocupes) Anardil, debes descansar y cuidar de esa herida.- explicó Ereb.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora