Finalmente arribaron a las cercanías del Pueblo de los Hombres del Bosque. Belthil observó a Ivorwen, la cual, estaba visiblemente entristecida y decaída. El guardia que los acompañaba vio a un jinete acercarse e, inmediatamente fue a interceptarlo. -¿Quién eres?- preguntó el elfo al hombre.
-Estás fuera de tu hogar elfo, las preguntas las haré yo.- dijo Gilbre agresivamente. El elfo desenvainó la espada y, en ese instante apareció Belthil.
-¡Ah Belthil del pueblo del Valle!- vociferó con cierta ironía, el jefe de los guerreros de aquél pueblo.
-¡Basta, el guardia nos acompaña!- explicó, con hartazgo, el Embajador.
-En ese caso, dejaré su cabeza sobre sus hombros.- dijo Gilbre, soltando una sonora carcajada. El elfo le dirigió una expresión de desagrado, mientras guardaba su espada. – ¿Has traído lo que prometiste?- inquirió el hombre.
Belthil asintió, su hija se aproximó observando fijamente a aquél hombre. Gilbre la estudió, la mujer era muy bella y, sus exóticos cabellos rojos, le parecieron en realidad muy atractivos. Él intentó acariciarla pero la mujer lo alejó con un manotazo. -¡Ni se te ocurra tocarme!- advirtió Ivorwen seriamente.
El hombre barbado sonrió satisfecho. –Creo que le agradarás a Amond.- opinó. ¡Ahora, denme sus armas y síganme!- exigió Gilbre, cuando fue alcanzado por dos hombres que, rápidamente se dedicaron a registrar a los recién llegados.
Ninguno de ellos había reparado en la lesión de Ivorwen, ella aún tenía la esperanza de que cuando el líder de aquellos lugareños la mirara se desilusionara y, entonces ella podría volver con su padre... y con Vorondil.
Al entrar al pueblo, los habitantes los examinaban con recelo, aunque reconocieron al Embajador, no confiaban en los forasteros.
-¡Amond!, ¡Amond!- gritó estridentemente Gilbre.
-¡Maldición, cállate de una buena vez! ¿Qué es lo que quieres?- reprendió el corpulento hombre rubio que salía de la cabaña, donde se habían reunido varios días atrás.
-Amond ha vuelto Belthil.- anunció Gilbre, desmontando su caballo.
-Ya veo.- de inmediato sus ojos se desviaron a la joven mujer de rizos pelirrojos, piel blanca y profundos ojos verdes. Le pareció realmente hermosa, incluso pensó que se trataba de una elfa, hasta que se acercó lo suficiente para cerciorarse que no lo fuera. Ivorwen no le quitó la mirada de encima.
-Eres muy hermosa. Dime ¿cuál es tu nombre?- preguntó Amond, pero Ivorwen no respondió.
-Ella es mi hija, su nombre es Ivorwen.- intervino Belthil.
-¿Es muda?, ¿por qué no contesta? Bueno aunque creo que sería mejor, no tolero a las mujeres escandalosas.- apuntó Amond, con los ojos puestos en la joven.
-¡No soy muda, estoy coja!- profirió Ivorwen, enojada.
Amond y Gilbre la observaron detenidamente hasta que repararon en ello. Ivorwen descendió de su caballo y tomó sus muletas acercándose a los hombres. –¡Una lisiada!- dijo irritado el hombre de barba oscura. -¿Qué te has creído? ¡Maldito estafador!- gruñó el hombre, aventando al Embajador. El elfo se interpuso entre ambos.
-Mi hija es una gran muchacha, de corazón noble y gran belleza. Su pie fue arrancado por los orcos que atacaron nuestro pueblo, pero fue muy valiente y, fue ella, la que cabalgó por ayuda.- explicó el Embajador Belhtil.
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LÓBREGA PRIMAVERA
FanfictionPorque aún de la más infranqueable oscuridad obtenemos algo. Relato inspirado en las obras del Profesor J.R.R. Tolkien. Agradezco a EAMANENUMENESSE por el diseño de la portada para esta historia.