Capítulo 78

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-Tarinya (mi reina), han arribado Ivorwen del Pueblo del Valle y su hijo, Amarthión.- informó Giliath. –Majestad, ambos están heridos por lo que se encuentran en el salón de sanadores.- agregó.

–Bien, iré en seguida.- la reina fue conducida por su guardia. Ingresaron al salón, la mujer estaba recostada sobre una cama, y el joven estaba a su lado en una silla. Ambos estaban siendo atendidos.

-Tarinya (mi reina)- saludaron los sanadores con una reverencia.

Ivorwen observó a la reina. –Ai (Salve) majestad- saludó con respeto.

Lothíriel aguardó a que los sanadores concluyeran con su labor. Ivorwen había sido atendida por la fractura de dos costillas y su hijo por una herida de flecha en el hombro. La sala se quedó vacía, por orden de la reina.

Amarthión estaba sentado en la silla, con la cabeza gacha y una expresión de profunda tristeza. Ivorwen por su parte, la observó y rompió a llorar. Lothíriel confirmó sus sospechas, se encaminó hacia la cama, tomó de la mano a la mujer pelirroja. –Amin hiraetha (Lo siento), siento mucho su pérdida. ¿Hay algo que pueda hacer por ustedes?- preguntó la reina con compasión.

Ivorwen, observó a su hijo y después a la reina.

-Tuvimos que matar a mi padre...- musitó Amarthión, levantando la mirada bicolor para observar a la reina. Ella era muy hermosa, como ninguna otra elfa o humana que hubiese visto, elegante y de profunda mirada gris. De pronto se sintió más ligero, su mente despejada y su sangre circuló con libertad en sus venas irrigando un confortable calor a su cuerpo. ¿Tenía la reina ese efecto en él?

Ivorwen y Amarthión contaron a la reina lo que había sucedido. Una historia desgarradora, pero desafortunadamente muy común en los tiempos que transcurrían.

-Me entristece lo que ha sucedido, pues conocí a Vorondil, un leal guerrero de la Guardia del Bosque Verde. No concibo el dolor por el que ahora sus corazones son atenazados, no hay palabras para calmar el alma, quizá sólo el tiempo nos traiga las respuestas que necesitamos para seguir y honrar la memoria de los que ya han partido.- expresó la soberana con empatía.

Se quedaron algunos minutos en silencio, hasta que finalmente la mujer pelirroja habló. -Majestad, nuestra pérdida es irreparable, pero quisiera que mi hijo, Amarthión, fuera instruido por su gente, por el pueblo de su padre.- pidió Ivorwen, mirando a su hijo.

-Amarthión, hijo del destino, ese es el significado del nombre que te di cuando llegaste al mundo. El pueblo de tu padre también es tu pueblo, hay en ti sangre eldar, y honrarla es honrar la memoria de tu padre. Dime, hijo de Varondil, ¿es tu deseo vivir entre nosotros?, y si se te concediese la anuencia, ¿qué esperas obtener?- preguntó la reina, desde la silla en la que estaba sentada al otro lado de la cama de Ivorwen.

-Reina del Bosque Verde, mentiría si dijera que siempre he deseado vivir entre los elfos, pues la única vida que conozco es entre la gente de mi pueblo. Mis maneras, mis costumbres y mi lengua son las de los hombres. Mi padre, antes de morir dijo, que yo tenía el espíritu de los eldar y el corazón de los edain. Así que, quiero conocer ese espíritu y a través de él a mi padre.- manifestó el joven medio elfo, con decisión.

Lothíriel le sonrió y asintió. –Amarthión esta decisión no puedo tomarla yo sola, debe consultarse a Aran Thranduil, pues como sabes, tu padre era un elfo exiliado, así que es un antecedente que debe tomarse en cuenta. Sin embargo, quiero que sepas que la decisión que se tome será justa, pues veo que tu corazón es noble y valeroso, aunque tu mente alberga indecisiones y enojos.- determinó la reina. –Se les procurará lo necesario hasta que sus heridas sanen, y en cuanto el rey así lo considere se les informará la decisión. – agregó poniéndose de pie para salir de la habitación.

LÓBREGA PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora