—¿Quieres un café, Hannah? —curiosea Ruth.
Ella era la misma mujer que estaba en el hospital y me ha traído a su casa, a Miami.
—No, gracias —confirmé.
Todavía estaba en shock. No creía nada de lo que estaba pasando, mi vida se ha arruinado en sólo cinco días. Debería estar llorando pero nose porqué no le he hecho, debe ser porque aún no tomó el peso de la situación.
Es difícil explicar las condiciones en que ahora me encuentro. O símplemente no quiero.
Acabo de perder a mis padres y hermana, las personas que más quiero y no pude hacer nada. ¡Pude haber evitado todo! Tal vez si hubiera gritado cuando vi al joven o no hubiera jugueteado con mi padre, él no se habría desconcentrado. Solo fue un segundo. Solo un segundo basto para destruirme.
No lo entiendo, ¿Porqué no me llevaron a mi? Estoy prefiriendo la muerte que quedar inválida. Temía lo que me iba a enfrentar. No estar sintiendo mis pies, es la peor sensación del mundo.
Todavía las palabras del doctor las tengo grabadas en mi mente:
—La señorita sufrió una lesión en la cadera. En resumen se las ha fracturado muy duro, lo que es más probable que quede inválida. Con una lesión de ese tipo es muy difícil volver a caminar pero no imposible, he conocido personas que han logrado volver a caminar. Debería estar agradecida señorita, usted es la única sobreviviente y tiene que agradecer que Dios le dio otra oportunidad.
Las palabras son como cuchillos atravesando cada capa de mi piel.
Tenías ganas de dormir. Le pedí a Ruth que por favor me llevara a la cama, quería cerrar los ojos, necesitaba descansar. Pero no ese tipo de descanso rutinario sino el cual quieres dormir y no despertar jamás o ese que despiertas para que todo vuelva a la normalidad. Ese despertar en donde tus padres sirviendo la cena y tu hermana molestando como siempre.
—Cuando despiertes, si no te incomoda por supuesto, puedo escucharte y explicarte algunas cosas. Se que este es un cambio muy duro en tu vida, cariño pero juntas lo superaremos. Que aquí la vida no acaba sino es donde tienes que demostrar lo valiente y fuerte que eres —incrustó palabras animadoras las cuales de verdad me conmovieron.
—Lo único que siento, es un gran vacío. Un vacío que arde, que duele y destruye. Y lo que más siento, es que me estoy dejando consumir por el —rompí en llantos.
Ella me abrazó para consolarme, pero nada podía consolar este gran dolor que mata poco a poco.
—Solo quiero saber algo antes de irme a dormir —trate de no hacerla sentir incómoda—. ¿Quién eres tú y porqué me has traído aquí? —averigüe, al igual que persona normal que la recibe un desconocido.
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Jugando con tus normas © #1
Action#1 libro. Ten cuidado al cruzarte en el camino de Nicholas Anderson. Nisiquiera pienses en dirigirle la palabra por que cuando abre su boca no hay vuelta atrás, cada palabra es como cien cuchillazos en un segundo. Su mirada oscura te hace dudar en...