NICHOLAS.
Al fin las clases de la UNÍ habían terminado y podía ir a casa. Necesitaba una ducha, comer algo para calmar mi estómago.
Maneje tranquilamente mientras iba escuchando P.M.P.I de 50 cent. Ese si que era un buen tema.
Me estaciono detrás del auto de Emily. Nose donde se había metido esta mañana porqué no la había visto en la UNÍ.
Cuando entra a la casa me sorprendo cuando veo a la Sesemann en el sillón. Ella levanta la mirada, cuando me ve rueda los ojos.
—¿Y tú? Pensé que ya estabas muerta. Algún día Dios cumplirá mis plegarias —me burle.
—No se si es eres problema de múltiples personalidades o sólo eres un imbécil en múltiples sentidos —estaba esperando su insulto con ansias.
—Dándote la razón no soy un completo imbécil, por lo menos sirvo de mal ejemplo —me acerqué a ella y acaricie su mentón.
Ella trata de golpearme pero me muevo hacia atrás. En total no se puede levantar si que puedo juguetear con ella hasta que se aburra.
—los golpes no arreglan nada si que calmate bruja —me defiendo.
—¿Que los golpes no arreglan nada? ¡Genial! Porqué mi idea es dejarte la cara sin remedio —me sonríe.
De un momento a otro en un movimiento rápido me da un golpe en la parte baja, me curvó un poco haciendo una mueca y no quejarme. Con más astucia golpea mi cara, sus nudillos eran como clavos en mi mandíbula.
—¡¿Cuántas veces te dije que no me jodieras?! Bienvenido a mi juego, Nicholas —acaricia mi cabello y se va.
¡Pero que mierda!, ¿En que momento comenzó a caminar? Yo tenía entendido que era inválida. Dios, todas mis ventajas se fueron a la deriva. Pero eso no significa que la haré sufrir, ahora más que nunca me las pagará.
Me senté en el sillón dispuesto a calmarme, veo que Emily iba a entrar con una canasta a la cocina.
—¡¿Porqué carajo nadie me informa nada en esta puta casa?! —le grité, ella da un salto, perpleja no quita la mirada de mis ojos.
Podía ver que su pecho comenzó a moverse rápidamente, como si su corazón quisiera salir y su cara de tranquilidad cambió, sus mejillas acaloradas junto con sus pupilas dilatadas.
—Perdón pero como quieres que te informemos de todo si no pasas en la casa —musita.
—¿Sólo esa mierda dirás? —me levanté del sillón dando grandes zancadas dónde se encontraba. —¡¿Quién cojones te crees?! —levanté el tono de mi voz. Ahora estaba gritándole como un histérico.
—No pensé que te ibas a enojar con lo que dije —parecía que en cualquier momento su voz se iba a quebrar.
—¡Eres una estúpida! —Tire al suelo el canasto, sin decir ninguna palabra más me retiré lejos de ella.
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Jugando con tus normas © #1
Action#1 libro. Ten cuidado al cruzarte en el camino de Nicholas Anderson. Nisiquiera pienses en dirigirle la palabra por que cuando abre su boca no hay vuelta atrás, cada palabra es como cien cuchillazos en un segundo. Su mirada oscura te hace dudar en...