#05

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HANNAH

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HANNAH.

Dos semanas después.

Mi cabeza iba a explotar. Quiero matarlo, cortar su maldita cabeza y dejarla en un frasco.

Tranquila, Hannah. Es un idiota, pero que no te supere su actitud. No caigas en su juego trate de calmarme mentalmente.

¡Es que es un gilipollas! Con esas mismas palabras quiero gritarle una y otra vez hasta que se lo meta en la cabeza. Trato de conservar la calma como lo he hecho la semana pasada pero sus comentarios, su risa, su mirada, su forma de ser, como es conmigo, todo me está jodiendo.

Lo único bueno es que he avanzado con el tratamiento. Sólo un mes más y veremos qué beneficio me trae todos estos ejercicios.

Todavía sigue en pie lo que haré con Nicholas cuando pueda caminar; golpear su blanco trasero. Si tan sólo imaginarlo mi sonrisa crece como la de Jeff the killer.

Hablando del rey de Roma lo veo salir de la cocina con una manzana entre sus manos. Juega con ella mientras sube las escaleras. Me regala una mirada fugaz, luego me sonríe, ¿Y a este que bicho le picó?

—¿Te ayudo a bajar? —pregunta.

—Veo que hoy el inepto de la casa amaneció de buen humor —me burle.

—Y que la Sesemann sigue sin caminar, ah, y más fea —me guiña el ojo.

—¿Vas ayudarme o qué? Me arrepentire de aceptar tu oferta —dije entre dientes.

—Verdad, tú fealdad no me deja pensar.

Pensé que iba a tomar la silla de ruedas para llevarme con ella pero no. El muy puto baja con ella cada escalón, yo saltaba y mi trasero dolía, mentira, sólo dramatizo el momento.

—¡Eres una maldita rata mentirosa! —Tire puñetazos hacia atrás. El es más rápido y los esquiva sin soltar la silla de ruedas.

De lo que he aprendido estas semanas es que no debo confiar en Nicholas, ¿Pero qué hizo ahora la estúpida?

—¡Hey, calmate! Pareces en celos. Aparte yo cumplí con lo que te dije, te bajé y tú nunca me dijiste como debía hacerlo, ¿tengo la culpa? —se burla.

—Pudrete maldito —trate de irme lejos de él.

—No exageres. Si no sientes las piernas menos el culo.

—¡¿Qué sabes tú?! —exclamé furiosa. —No tienes ni puta idea lo que es no poder caminar, tener unas malditas ganas de partirte la cara pero no puedo por el simple hecho de que me das un empujón y terminó rodando en Japón, ¡Nisiquiera sabes que se siente esa mierda! Sólo métete tus comentarios en tu asqueroso culo y vete lejos de mi vista.

El comienza a reír. Siempre lo hace, tengo la seguridad de decir que me conozco su ronca risa si me venderan los ojos y la escuchará, hasta en mil cuadras la seguiría escuchando.

Jugando con tus normas © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora