HANNAH.
—Te extrañaré, no olvides ir a verme —Abrazo a Emily.
—Lo haré cuando Nicholas pueda llevarme. Me llamas si pasa algo —Besó mi mejilla.
—Si quieres volver no olvides que las puertas estarán abiertas para ti —Ruth me abraza.
Tuve que mentirle que había encontrado un nuevo departamento y que después del incidente de aquí me asusté. Ella se había negado pero al final aceptó, sabía que algún día tenía que irme.
—Lo tendré en cuenta —le sonreí.
—Cuando pueda vender a visitarla, gracias por todo.
Nicholas estaba esperándome en el auto. Mire a los lados antes de subirme.
—No tengo todo el día, sube —gruñe.
Rodé los ojos. Lo idiota no se le irá nunca. Cuando subimos al auto me coloqué audífonos para no escucharlo. Cuándo llegamos al gran edificio quito mis audifonos, Nicholas coloca una tarjeta para entrar al estacionamiento.
—No es necesario que subas conmigo, se muy bien en el piso donde vive mi novio.
Salí del auto dando un gran portazo. El sigue mis pasos después de cerrar el auto.
—¿Quieres terminar de destruir mi auto? Te informo que la reparación no me salió gratis. Si la puerta queda con problemas te iré a prostituir para que me pagues el arreglo —se burla.
—Claro, después que termines de prostituirte como lo haces cada día. Ahora entiendo de donde sacas tanto dinero.
—Ya quisieras. No me parece raro que quieras saber para meterte abajo de mis sábanas como la ninfómana que eres —dice divertido.
—Primero muerta.
—Entonces eso será muy pronto.
—Eres un estúpido —lo fulmine.
—¿Que dijiste?
—Que eres un estúpido, un inepto, un idiota, pero a pesar de tus incapacidades estúpidas me has ayudado bastante —Entramos al ascensor.
—Eso no quiere decir que no llevaremos bien. Una cosa es ayudarte y la otra es odiarte, son dos cosas muy diferentes.
Y cuando pensé que nos íbamos a llevar mejor todo volvió a al comienzo.
— Exacto, nada ha cambio y si pensaste que algo cambio es problema tuyo. Ahora puedes irte, por favor —comente.
— Yo encantado, lastima que tengo que hacer algo con mi primo, ¿algún problema con eso?
—Como acabas de decir; "que lastima", incluye también "pena" — rodé los ojos.
Salimos del ascensor, busque con mi vista el número del departamento de Darell, adelante los pasos de Nicholas y toque el timbre, una Darell adormecido abre la puerta, cuando nos ve sonríe, lo abrace, le di un corto beso en los labios. Nicholas incómodo se rasca la nuca tratando de borrar de su mente esa escena.
Le pedí a Darell que me mostrara cual iba a ser mi habitación, me llego hasta ella y me dejo, le agradecí, espere que se fuera. Quedé sola, me acosté en la cama con mis brazos alrededor de mi cabeza, cerré los ojos, medite todo lo que ha pasado en este tiempo, que locura, ¡todo tomó un cambio radical! Sonreí al recordar las cosas buena e hice una mueca al recordar las malas. Espero que Nicholas termine luego lo que tenía que hacer con Darell porque quiero salir ya de la habitación, hablar con mi amigo de todo esto, no aguanto que pase tanto rato, terminare explotando. Me levanté de golpe causando un breve mareo, toco mi cabeza, abro más los ojos. Me asomé por la ventanas, las calles llenas de autos, las luces de los departamentos cercanos, lo alto que eran, todo se veía en miniatura en el octavo piso. Recordé lo que antes me gustaba hacer cuando vivía con mis padres, con dieciséis años no maduraba lo bastante para tomarle el paso a las cosas. Escapaba en los primeros problemas que tenía, iba a un lugar lejos de casa, por las vías del tren, siempre pasaba a las siete de la tarde y el otro a las diez de la noche, era el único lugar tranquilo, hermoso, mas cuando pasaba con rapidez, el sonido que anunciaba cuando pasaba. Me gustaría volver a ese lugar tan bello, esconderme en ese lugar por siempre, mi escondite tan privilegiado. Algunas lágrimas se deslizaron por mis mejillas, en unos largos minutos se secaron por la fría brisa que chocaba contra mi cara. Algunos pasos me hacen sobresaltar, quite todo el rastro de lágrimas tratando de calmarme.
—No estaría nada mal pedir algo de comer, ¿estas bien?, ¿estuviste llorando?
Me negué, no quería decirle que estaba llorando por una tontería, no era justo que se preocupara por mi, ya bastante está haciendo con recibirme en su departamento, es un muy buen amigo y por eso tengo que guardarle el secreto. Sin darme cuenta me da un abrazo, acaricia mi cabello, aspire el rico olor de perfume, su ausencia siempre a sido la misma, su exquisito aroma varonil. No aguante un minutos mas, mis lagrimas comenzaron a salir con más fuerza que las anteriores, Darell soba mi espalda tratando de calmarme. Me gustaba esto; abrazarnos sin decir ninguna palabra. No me gusta dar explicaciones, menos contar porque me siento mal, son cosas que prefiero ocultarme yo misma. Si yo soy la ocasionante de mi estabilidad sentimental yo sola puedo calmar esa estabilidad y volver a la normalidad.
—Pensándolo bien, quiero esa pizza —pude decir cuando nos separamos.
—También un helado.
—Si, tambien eso —le sonreí.
—Como tu ordenes. No hablaremos sobre el tema por ahora, quiero que te olvides de todo, me tienes aqui y sabes que conmigo nunca la pasas mal, ¿eh? —profundiza su mirada en mis ojos.
—Esta bien, nada de problema por el dia de hoy, solo alegria, diversion, locuras, risas, todo lo bueno, ¿vale?
—Vale. Ahora pediré la pizza que tanto anhelas juntos unos ricos refrescos y un helado, ¿que sabor?
—mmmm, mora.
—Buena elección, por eso eres mi persona favorita.
Saca su teléfono, rei cuando me di cuenta que tenia el numero de la pizzería agregado, debe pasar pidiendo pizza. Dialoga con la persona que estaba al otro lado del teléfono, termina diciendo un; adiós. Me observa divertido. Toma mi mano, me arrastra hasta el living, prende su play station, cuando coloco un juego de lucha libre jugamos, me encantaba eso juegos tan divertidos, mucho más cuando le ganaba a Darell, el me fulminaba. Su teléfono vibra, acepta y termina saliendo por la puerta, se demora buen rato hasta que llega con las cosas entre sus manos, lo ayude con las cosas, preparamos todo para comer de esa exquisitez, dejamos el helado en el refrigerador para más tarde.
—A pesar de que estas contaminando mi privacidad me gusta que estés aquí, recuerdo que antes no podías ni separarte de mí, parecías como chicle —bromea.
—Mira quien lo dice, ¿se te olvido cuando me fui el fin de semana a vacacionar con mi familia?
Comenzó a reír. Como olvidar ese fin de semana, Darell a cada cinco minutos me llamaba para preguntarme cuándo llegará, cuanto me extrañaba, que no podía vivir sin mi ni un minutos más, decía a cada momento que si iba a tirar de el puente porque yo no estaba junto a él.
—Tu tienes la culpa por irte y avisarme cuando ya estaba a kilómetros de distancia.
—No es mi culpa que seas tan dramático.
—Tampoco es mi culpa que seas tan oportuna.
—¡Estúpido!
Reímos juntos. Totalmente satisfecha dejo que Darell termine comiéndose el último trozo de pizza, mi estómago no daba ni para una pequeña mordida, temía que explotara en cualquier momento.
—¿Dejo el helado para después o lo quieres ahora?
—Prefiero que lo dejes para despues, no me cabe ni una aguja.
—Exagerada, yo fui el que comió más y mírame, todavía tengo hambre.
—Tienes la lombriz solitaria.
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Jugando con tus normas © #1
Action#1 libro. Ten cuidado al cruzarte en el camino de Nicholas Anderson. Nisiquiera pienses en dirigirle la palabra por que cuando abre su boca no hay vuelta atrás, cada palabra es como cien cuchillazos en un segundo. Su mirada oscura te hace dudar en...