Un mes después.
—Muy bien. Ahora trata de caminar y si llegas a resbalar sólo aférrate de la muleta —la enfermera me anima.
Hago caso a las palabras de la enfermera y comienzo a caminar lentamente, paso por paso y cuando creía que iba a caer me apoyaba a la muleta.
—Ahora entrégame la muleta para que puedas caminar sin ella.
Dude un poco en hacerlo. Temía que sin ella terminaría en el suelo y me daba miedo pensarlo.
—Trata de relajarte y dejarte llevar. Si caes te levantas, pero no te rindas —escuchó a Emily.
Si fuera fácil hacerlo como lo dice ella. Mis piernas temblaban y mis manos estaban sudorosas, doy una gran calada de aire y suelto la muleta. Me mantengo de pie mientras mis piernas me temblaban.
Uno, dos, uno, dos —me repito mentalmente.
Y sin darme cuenta estaba caminando. Mis piernas estaban separadas y daba pasos como un astronauta caminando en una atmósfera -en la luna-, pero el punto es que caminaba.
—¿Éstas caminando o quieres orinar? —pregunta Emily entre risas.
—Las dos —le saque la lengua.
Ella me da un abrazo, Ruth también lo hace y yo le quitó las lágrimas que caían por sus mejillas.
—Esto es muy emocionante, cariño —dice Ruth con una chispa de emoción. —; Te queda la nada misma para terminar el tratamiento y volver a casa.
—Volvera su peor pesadilla —me burle.
La enfermera interrumpe nuestra conversación y me indica que tenía que ir a descansar a mi habitación. Tenía razón, en cualquier momento veía que me caía. Emily me ayuda a llegar a mi habitación sana y a salvo. Ruth se había quedado a charlar con la enfermera, supongo sobre mi alta o cuantos días más me quedaría aquí.
—Al fin podré sentir el aire libre, ¿sabes lo que es estar encerrada como dos meses? —suspire.
—Tómale el lado bueno, ya caminas y sólo te queda la última etapa. Podrás a volver a retomar nuevamente tu vida, volver hacer lo que te gusta, ¡todo! —grita emocionada.
—Todos estos ejercicios me dejan exhausta, muy cansada que sólo me dan ganas de dormir
—bostece. —espero que hayas entendido mi indirecta —comencé a reír.—Oh, si claro. Si quieres mañana después del Instituto vengo a verte.
—Mejor. Adiós, te quiero —besé su mejilla.
—Yo igual, descansa.
Cuando se va me acomodó bien en la camilla y trató de dormir sin que la luz del sol me moleste.
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Jugando con tus normas © #1
Action#1 libro. Ten cuidado al cruzarte en el camino de Nicholas Anderson. Nisiquiera pienses en dirigirle la palabra por que cuando abre su boca no hay vuelta atrás, cada palabra es como cien cuchillazos en un segundo. Su mirada oscura te hace dudar en...