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Dos meses después

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Dos meses después.

Hoy era uno de esos días que no tienes ganas de levantarte de la cama porque no tienes ánimos de nada. Y este era mi día.

Ya cumplí dos meses después de las palabras que me dijo el doctor. Esas que decían que podría sentir mis pies, pero no ha sucedido nada. Mi cuerpo no responde y las esperanzas se me están yendo. Trató de conservar la calma pero es imposible.

No quiero asumir que puedo quedar inválida. Tengo miedo de que suceda, ¿y si quedó? No quiero ser un estorbo para nadie. Soy un cargó muy grande y no quiero. Quiero tener mi vida, salir a estudiar, tener mi departamento, correr en las carreras y hacer todo lo que hacía antes.

—No pierdas la fe, sabes que es lo último que se pierde. Acuérdate que el cuerpo de cada persona reacciona de diferentes maneras —me anima Ruth.

—Mamá tiene razón. No la pierdas —Emily me abraza.

—Gracias. Solo necesito pensar bien las cosas, tengo miedo —suspire.

—¡Hey! Recuerdo que una chica me dijo que los miedos se superan —protesta.

—Son las mejores personas que han estado para mi. Gracias por todo. Ruth, agradezco que mi madre te haya conocido porque al no ser así nose donde hubiera acabado —musite.

—Tu madre siempre tuvo mi palabra que estaría para ella para todo. Y tu eras su todo sí que es un gesto que ella hubiera adorado. Solo quiero que sepas que no estas sola, ¿entendido? —me besa la frente.

Cuando terminamos nuestra charla insistieron que bajara a comer con ellas pero les dije que no tenía apetito. Con todo lo que está pasando la depresión me estaba comiendo de a poco. Y mis momentos divertidos con Nicholas de molestarnos mutuamente con insultos ya son muy pocas veces. Él pasa muy poco tiempo en casa, parece que vive más en la calle que aquí, no lo veo en todo el día y menos en la noche. Lo que me causa curiosidad es que nose que hace, ¿porqué no comparte con su familia? Es tan indispensable su forma de ser.

Antes decía que lo quería lejos de mi vida pero ahora que lo pienso bien. Su jueguito de burlas me distraía, pero es mejor así. En total lo imbécil nunca se le quitará. Lo digo porque hay días que está aquí en casa y sigue siendo el idiota que me molesta y me hace la vida imposible.

El otro día en la cama me colocó una tarántula goliat. Fue lo peor que me han hecho en la vida, nunca había gritado tanto en la vida y Emily no sabía como sacaremela. La araña recorría toda mi pierna hasta llegar a mi torso. Quería golpearla pero no podía, temía que me atacara. Hasta que el muy idiota llegó y comenzó a reír. Nos dijo que cuando terminaremos de jugar con su mascota llamada: Spider. Que la dejáramos en su habitación en el estante de pecera. El muy idiota lo pudo sacar pero sabía que lo hizo a propósito. Aparte, ¡¿quién mierda ponía una tarántula en una pecera!? Está bien que no tenga el agua pero es raro. Yo le colocaría el agua para que la maldita araña muera.

Jugando con tus normas © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora