#38

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HANNAH

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HANNAH.

Las chicas tuvieron que irse porque Darell había llegado borracho, no solo eso, venía con un chico y por suerte abrí yo la puerta, alcance echarlo antes de que pasara algo y después Darell se arrepintiera. Al final tuvimos que dejar la pijamada para mañana en la casa de Rae. Darell me las debe, le salve el culo y me molesta que haya seguido gritando como loco, hablando tonterías, bailando con la escoba, tirarse al suelo, reír sin parar. Hasta que explote, lo lleve a la habitación y cayó como saco de papas en la cama.

Vuelvo a la sala con las chicas para ir a dejarlas abajo después de ésta escena vergonzosa. Me despedí de ellas, quedó conversando con el conserje que bromea conmigo, compartimos risas. Me despido para subir a ver cómo sigue ese demonio, lo mas seguro que termine vomitándose.

Me quedo un rato en el sillón tomando un café. Suelto un largo suspiro cuando el timbre es tocado, ¿ahora quién es? Dejó la taza en el pequeño mesón, me levanto, camino a la puerta, me estiro un poco para observar quien era. Nicholas estaba impaciente esperando que abriera la puerta. Vuelvo al sofá, no me apetece abrirle.

—¡Hannah se que estas ahí! —lo escuchó gritar.

Toco varias veces el timbre, ¡No puede ser! En cualquier momento va a despertar a Darell y eso es lo menos que quiero. Abrí la puerta bruscamente, el entra vacilante y al verme me sonríe como si nunca nos hubiéramos visto.

—Hasta que te dignas abrir Sirenita.

—Pasa antes que te cierre la puerta en la cara.

—¿Como ayer? Por cierto, con la fuerza que la cerraste casi me dejas sin nariz como voldemort.

—Eres estúpido, ¿lo sabes?

—No. Ignorando tu comentario, ¿no ha pasado nada extraño?

—¿A qué te refieres con extraño? —me crucé de brazos.

—Nada, preguntaba —se encoge de hombros.

—Respondiendo tu pregunta, no, no ha pasado nada de otro mundo.

—Ah.

Le da un sorbo a mi taza de café.

—¡Hey! Sírvete tu café —reclame

—Me gusta cómo lo preparas tú, ¿Qué tal si me das el tuyo? No te cuesta nada hacerte otro.

—No, anda hacerte tu hacer... ¡Te odio!

Ya me había arrebatado la taza y estaba tomando de ella, encogido en el sillón y sus ojos cerrados disfrutando el café, rodé los ojos, me encogí en el sillón cruzada de brazos.

—¿Te enojaste? —pregunta aguantando la risa.

—No.

—Que sí.

Jugando con tus normas © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora