8. Fuiste perdonado, ahora hazlo tú.

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Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
Efesios 4:32 NVI

Necesitamos tanto el perdón para nuestras almas como alimento para nuestros cuerpos.

Como humanos somos sensibles a las ofensas, ya sea en acción, omisión o palabras, nos sentimos tan afectados que lo creemos imperdonable. Pero por qué no pensamos en aquellas cosas con las que agraviamos a Dios. Lo deshonramos tanto que eso nos impide gozar de su amor.

Nuestra culpa, aun cuando procuramos rechazarla, nos pesa y es la fuente de muchos sufrimientos e incluso enfermedades.

El mensaje esencial de las escrituras consiste en que Jesucristo pagó las deudas por nuestras ofensas.

Sin embargo, cuando fallamos el perdón de Dios es evidente; nosotros también debemos perdonar a quienes nos han ofendido. Pero, ¿cómo responder a una ofensa? No podemos negar el hecho, ni aun reconciliarnos teniendo en poco el asunto sin tratarlo a fondo, es decir, no podemos perdonar solo en palabras o ignorarlo.

¿Qué hacer? Con humildad y dispuestos a reconocer nuestras propias faltas, aunque acercarnos a quienes nos ofendieron no es una tarea fácil, Dios te dará el valor para perdonar y eso permitirá no solo tu curación y liberación sino también la de la otra persona.

Otorgar el perdón es imitar a Jesús y sobre todo recordar que nosotros mismos fuimos perdonados.

Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. «Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca».  Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia.
1 Pedro 2:21‭-‬23 NVI

Por: Telma Céspedes.

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