Serie: En el vientre de un pez
Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez, y dijo: «Señor, en mi angustia te invoqué, y tú me oíste. Desde el fondo del abismo clamé a ti, y tú escuchaste mi voz. Me echaste a las profundidades del mar, y las corrientes me rodearon; ¡todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí! Entonces dije: “Me has desechado delante de tus ojos, pero todavía he de ver tu santo templo.” Las aguas me rodearon hasta el cuello, y el abismo me envolvió. ¡Las algas se enredaron en mi cabeza! Bajé hasta los cimientos de los montes; la tierra echó para siempre sus cerrojos sobre mí; pero tú, mi Señor y Dios, rescataste mi vida del sepulcro.
Jonás 2:1-6 RVCSi alguien podía sentirse maltratado por la vida y las circunstancias, ese debió ser Jonás. Si alguien podía llorar el peso de los problemas era él. Si alguien podía creerse lejos de Dios, ese era Jonás. ¿Qué hubieras hecho en su lugar? Muchos dejamos de asistir a la iglesia, otros culpamos a Dios por las extrañas cosas que nos han pasado. Argumentamos: “¿Cómo puedo seguirte Señor bajo circunstancias tan duras?”
A menudo los hijos de Dios encontramos en las circunstancias la razón para no vivir una Amistad profunda con Él. “Mi trabajo es terrible”, “El ambiente de mi barrio no me lo permite”, “Si usted viviera en mi casa sabría por qué es tan difícil tener comunión con Dios”.
Estas y algunas otras son las excusas que ponemos para intentar evitar el compromiso de amor hacia Dios. Tu jefe gruñón, tu esposo inconverso o tu hijo rebelde no son el problema. Tampoco lo son la rutina esclavizante del hogar y los niños. No es tu familia ni tu cultura. Tales cosas perecieran ser cárceles, pero el muro que hay entre tu Padre celestial y tú no lo constituyen los ladrillos del lugar, el tiempo y el espacio.
¿Te sientes acorralado por alguna situación? ¿Estás preguntándole al Señor el porqué de las limitaciones? Estás orando: “¡Señor, sácame de aquí! ¿Dónde estás? ¿Por qué no cambias las cosas?” Entonces te encuentras en la misma situación que Jonás y yo debimos atravesar: el puente de la confrontación.
El ser humano necesita la confrontación para descubrir lo que hay en su corazón. Una vez descubierto su secreto tiene la opción de endurecerse o quebrarse, si escoge lo segundo encontrará la liberación del alma.
El profeta se ofrece a Dios nuevamente y en su oración de consagración afirma: “Pagaré lo que prometí”.
¿Qué promete un profeta? Promete decir lo que Dios le diga, hacer lo que Él le indique e IR ADÓNDE QUIERA QUE LE ENVÍEN.
Es allí, en ese lugar de consagración, que el hombre encuentra a Dios y halla su paz. Cuando el capítulo dos del libro de Jonás comienza, la historia se repite como si el primer capítulo no hubiese existido. Con la salvedad de que en esta ocasión Jonás corre en la dirección correcta… sigue el dedo de Dios.
Por: Danilo Montero
Fuente: [YouVersion]
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Amor, Fuego y Poder
Spiritual¿Estás comenzando tu caminar con Cristo, y no sabes qué hacer? ¿Buscas un tiempo devocional o buscas que Dios te hable? Pues, ¡bienvenido! Llénate del amor, fuego y poder de Dios. Y permite que Él transforme tu vida a diario.