30. Aprendamos la lección.

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y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él;  Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.
Hebreos 12:5‭-‬6 RVR1960

La disciplina no es algo que nos agrade, es más, nunca nos imaginamos que Dios nos va a disciplinar en las formas en que lo hace, pero teniendo en cuenta que aún nos faltan tantas cosas por corregir, podemos estar seguros que recibiremos los azotes del Señor.

Yo sé que al igual que yo, usted se ha encontrado en muchas oportunidades orando a Dios para que le cambie, para que transforme su vida y haga de usted la persona que Él desea. Dios escucha nuestras oraciones y más cuando esas oraciones están buscando su perfecta voluntad, Él sabe qué áreas de nuestra vida deben se pulidas y qué aspectos de nuestra personalidad necesitan corrección, así que no se hace esperar y de una vez da inicio a su transformación.

Pero la corrección no es fácil, la corrección viene con llanto, dolor y en muchos casos aun vergüenza. Pero sin disciplina no llegaríamos a ser lo que Dios desea, sin disciplina sencillamente no hay aprendizaje.

Sin embargo, lo más crucial de la disciplina, aparte de quién nos corrige y la forma en que lo hace, es la actitud con que la recibimos, cualquier padre puede confirmar que el hijo a quien se le corrige y toma una actitud grosera o altanera, en vano fue la corrección. Dios va a corregirnos y de seguro nos va a doler, pero la forma en que tomemos esa disciplina va a definir si la corrección tomó su efecto en nosotros o si al contrario el problema se hizo incluso mayor.

Cuando Dios venga con su disciplina, no te molestes, no grites, no renuncies ni dejes todo tirado, de ser así, su disciplina no cumplió su propósito. Cuando llegue la hora de sentir el azote que aunque doloroso es con amor, respira, espera, ora y agradece a Dios que es en su gran misericordia que el Dios del universo se acuerda de seres tan pequeños y se preocupa por ellos.

Señor y Dios, ayúdanos a identificar tu disciplina para aceptarla con humildad y sencillez de corazón, a entender que solo aquellos que se dejan corregir son útiles en tus manos y que nuestra actitud es clave en este proceso.

Por: Dilean Cañas.

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