113. ¿Quién te condena?

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¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo?
Mateo 7:3‭-‬4 NTV

Mientras Jesús hablaba, los maestros de la ley y los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio y la pusieron en medio de la multitud.

—Maestro —le dijeron a Jesús—, ésta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. La ley manda apedrearla, ¿tú qué dices? —le preguntaron.

Ellos intentaban tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra, pero Jesús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo. Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les dijo:
—¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra!

Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo.

Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron sólo Jesús y la mujer en medio de la multitud.

Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer:
—¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó?

—Ni uno, Señor —dijo ella.

—Yo tampoco —le dijo Jesús—. Vete y no peques más.

Hoy podemos acercarnos a Jesús y pedirle perdón por haber acusado y condenado a nuestro prójimo, por haber lastimado con nuestras palabras y actitudes, poniéndonos en el lugar de Dios, el único Juez Justo. Cada día debemos ser capaces de dar más amor y ver a las personas que nos rodean con misericordia y bondad como lo hace Jesús con cada uno de nosotros. Si ni siquiera Él condenó a ésta mujer, ¿quiénes somos nosotros para condenar a los demás?, lo que tenemos que hacer es orar por ellos y bendecirlos, pero también orar por nosotros, para que seamos más sensibles a la necesidad y los problemas de los que nos rodean. Posiblemente nos cueste más a unos que a otros, pero recordemos lo que dice en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Resultaría muy complicado hacerlo en nuestras propias fuerzas pero con la ayuda de Dios, estoy segura lo que lograremos.

En otras ocasiones también nos sentimos indignos de acercarnos a Dios cuando hemos pecado y pensamos que Él no nos perdonará o que tal vez hemos incurrido tantas veces en la misma falta que creemos que ya lo hemos cansamos y Él no nos otorgará su perdón una vez más, olvidando que Su amor es inagotable y eterno, y que el único que nos condena es el enemigo y no Él.

El Amor es lo que movió al Padre a dar Su hijo por la humanidad, el amor fue lo que motivó a Jesús a ser obediente hasta la Cruz, y sólo el verdadero amor nos permitirá ser un reflejo de Dios acá en la tierra.

Por: Brisna Bustamante S.

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