98. Esperanza contra esperanza.

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La esperanza puede ser definida como aquella virtud que nos hace creer que pasará lo que mejor, sin importar que la marea de problemas, preocupaciones o dificultades parezcan crecer sin darnos tregua ni respiro. Si tenemos esperanza seguiremos luchando, no nos rendiremos y mucho más si la misma está puesta en Dios.

Tal vez hayas recibido una noticia con un pronóstico irreversible: una sentencia de divorcio, una carta de despido, un remate inminente, un diagnóstico médico con un desahucio, la muerte de un ser querido o cualquier otra noticia que hace que tu mundo empiece a desmoronarse.

No importa la gravedad de la noticia o si tú fuiste quien causó ese desenlace o si  fue alguien que hizo algo contra ti. No importa si la gente te culpa o te dice que desistas,  Dios tiene la última palabra y aunque todo parezca estar en tu contra, mientras mantengas la mirada fija en tu Salvador, Él no te va a abandonar ni por un instante y ya tiene preparado un gran final para ti; Él es especialista en imposibles.

En Romanos 4:18 nos recuerdan el caso de un hombre que aún con todas las circunstancia en contra, decidió creerle a Dios y su confianza no fue defraudada, por el contrario, el Señor lo consideró justo debido a su fe.

Aun cuando no había motivos para tener esperanza, Abraham siguió teniendo esperanza porque había creído en que llegaría a ser el padre de muchas naciones. Pues Dios le había dicho: «Esa es la cantidad de descendientes que tendrás» .
Romanos 4:18 NTV

No importa lo que estás atravesando, aún cuando no hay motivo alguno para tener esperanza, sigue creyendo. Dios ha prometido que no te dejará, no te va a abandonar; mantén firme tu fe y Dios obrará siempre a tu favor.

Recuerda que tener fe no es vivir con todas las respuestas, la esperanza te permite tener la certeza de que Dios está en control de nuestras vidas y de las circunstancias que atravesamos. Aún cuando el sentido común te diga que no hay nada más que hacer, si pones tu esperanza en Dios podrás ver Su mano obrando a tu favor.
 
Por: Ana María Frege Issa.

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