Capítulo 75

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- Cuidarlo eh.

- Soy su madre, Martina.

- A veces se me olvida.

- Vaya madrina le buscamos.- Valentina miró a mi tío y luego a mí.- ¿Hizo algo?

- Nada malo, además de que se comió el desayuno sin rechistar.

- ¡Ese es mi Nico!

- ¡Papá!- Thiago elevó a su hijo ne brazos mientras Valentina y yo reíamos.

- Adiós, tengan buen viaje.

- Chao, chicos.

Mi hermano y yo no despedimos con un abrazo de nuestros tíos y cuando les vimos irse en el coche cerramos la puerta. Aun quedaban cosas para limpiar y por suerte yo no iba a trabajar ni hoy ni mañana por ser fin de semana.

- Doble zeta.

- Dime, mini doble zeta.

- Me voy.

- ¿A dónde? Y...

- Con Lucía, adiós.

Me dio un beso en la mejilla y salió de casa. Siempre dejándome sola ya que Miguel seguía durmiéndome por la resaca. Me puse los cascos y empecé a limpiar. Hasta que alguien me agarró de los hombros y vi que era Miguel con cara de drogadicto.

- Necesitas dormir y no me vuelvas a asustar.

- Que asustadiza eres.- rió con su voz ronca mañanera y se sentó a desayunar.- Y estoy bien.

- Tienes cara de haberte esnifado cocaína.- dije riendo y me fulminó con la mirada.- Intenta no morirte de sobredosis, iré a comprar.

- Idiota.

Reí tomando mi bolso y le lancé un beso antes de salir de la casa y caminar hacia el supermercado con la lista de la compra. Fui por los pasillos hasta que me tocó agarrar algo que estaba a una gran altura para mí.

Resoplé y dejé el carro para ponerme de puntillas y estirarme lo máximo que podía para llegar hasta lo que quería, pero solo conseguía rozarlo. Hasta que una mano llegó a mi cintura y un brazo pasó por mi lado, tomando lo que quería.

- Gracias.

- De nada.- me sonrió.- ¿Qué haces aquí?

- Hacer ejercicio, ¿Tú que crees?

- Peores cosas se han vito.- puso sus manos en los bolsillos de su pantalón y yo reí levemente mientras negaba con la cabeza.- Martina.

- ¿Ajá?

- ¿Podemos vernos esta tarde?

- Que te haya perdonado no signifique ser amigos, Matías.

- Pero solo para hablar de nosotros, de lo que hemos hecho todo este tiempo separado.- suspiré volviendo a tomar el carro y él e puso delante de mí.- Di que sí.

- ¿Otra vez? El otro día con la lluvia y hoy quieres que te atropelle, tú eres un suicida eh.

- Martina, por favor, acepta.

- Está bien.- sonrió y soltó el carro.- ¿Dónde?

- Tú eliges.

- Genial, en donde quedamos para el testimonio.

- Bien, allí te esperaré a las siete.

- Está bien.

Se apartó y puse los ojos en blanco volviendo a caminar por el supermercado. ¿Qué pretendía? ¿Ahora quería ser mi amigo? Sé que lo perdoné por haber cambiado, pero también sé que aunque ahora quiera a Paulo, podía volver a caer en sus brazos como hice de joven. Conozco mis debilidades.

Compré lo que necesitaba y volví a la casa. Al entrar y dejar las cosas ya colocadas, me encontré a Miguel dormido en el sofá. Sonreí y me senté en la esquina del sofá, elevando sus pies y apoyándolos en mis piernas.

Estuvimos toda la mañana así, yo viendo la televisión y él dormido. Hasta que vino Roc e hizo la comida, entones se despertó por el olor. Nos sentamos los tres a comer y después los dos se durmieron a la siesta.

Yo subí a mi habitación a jugar con Kiara. Cuando se me ocurrió hacerme daño viendo mi fotos con Paulo. No reaccioné hasta que vi algunas lágrimas en la pantalla, entonces me limpie las lágrimas y dejé el móvil en algún lugar de la habitación.

Me fui a duchar y luego bajé para verle a los dos jugar ahora a la Play. Vaya dúo. Les dije que me iba y ni se interesaron preguntando a donde iba.

Caminé por Madrid hasta llegar a la cafetería en la que quedamos y en efecto, allí estaba, sentado y esperándome a mí y eso que yo era la puntual. Estaba vestido con una camiseta blanca y una chaqueta de cuero junto unos pantalones negros y unas zapatillas.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

- Diez minutos.

- Si que querías que nos viéramos.

- Mucho.

Me sonrió y yo me senté una vez más en frente de él. Pedí, como él, un café y comenzamos a hablar de todo lo que hicimos separados estos años y me dolía pensar que pudimos haber estado juntos.

Se hizo tarde y se ofreció a acompañarme hasta mi casa. No paramos de hablar en el camino, terminando de decirnos todo. Hasta que al fin llegamos.

- Gracias por venir, pensé que no lo harías.

- Soy una mujer de palabra.- le sonreí y él me devolvió la sonrisa.- Me ha gustado hablar contigo.

- A mi también, toma.- me dio un papel con su número.- Llámame.

Le sonreí y él me guiñó el ojo antes de irse. Si que ha cambiado. Abrí la puerta y entré. No había nadie, así que cené y fui directamente a dormir.

Friends (Paulo Dybala)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora