*narra Equim*
Cerré los ojos e imaginé que era una superestrella que todos me fotografiaban y que los flashes me lastimaban e iban a quedar registrados para siempre en mí memoria.
Llegué a mi casa a las 22hs.
-¿Donde estabas hijo?- Preguntó mi mamá preocupada.
-Con Rosario y Brenda mamá haciendo un trabajo para el colegio. Voy a ducharme.- Ese diálogo había sido lo último que podía aguantar antes de romper en lágrimas.
Papá no dijo nada, solo me miró, cómo siempre, sin saber si retarme por llegar tarde o levantarse y abrázame por lo que mis ojos le querían decir.
Entré al baño, mi ropa estaba sucia con un poco de césped verde y tierra, me desnudé y volví a ver mi abdomen y pierna con las marcas viejas. Esta vez agregué mis ojos asustados, confundidos, llenos de la nada que Lucas había hecho conmigo en aquel lugar.
Me duché y la lluvia de la ducha era poca en comparación de mis lágrimas.
Acurrucado en la bañera dejé morir al Equim que tenía trece y era inocente, con el alma pura.
Ahora era un algo que habían lástimado, violentado y violado. Estaba solo porque mamá y papá nunca podían enterarse. Nadie podía porque ni yo entendía el porqué.
Salí del baño y escuché a mamá discutir con papá porque la plata no alcanzaba.
Fui a mí cuarto y me acosté en posición fetal, no quería pensar, no quería sentir, solo quería que mamá deje de quejarse por no tener las joyas más caras y venga a dormir conmigo, algo de mí ya no estaba y mamá era la única que me volvía un poco a ser el niño que jugaba a ser famoso, que me abrazaba y me decía cuando tenía ocho años;
-Equim, si te pones todas mis pulseras, los chicos te van a hacer burla, yo te amo como sos pero tenés que saber algunos no están preparados para verte, así tan libre y espontáneo con tus sentimientos.
Cuando cerraba los ojos, mi cuerpo temblaba y aún podía oler el olor a nicotina de la boca de Lucas.
Mamá no vino, ni yo la llamé, abracé a María Cruela, mi perra que secaba mis lágrimas al caer con su lengua.
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2:30 am (parte I)
Teen FictionSi hay una brisa que me dice que tenga esperanzas, no soy un chico que disfrute de lo que se parece a todo. He oído decir que cada uno escucha lo que quiere escuchar. ¿Por qué yo siempre escuché lo que me obligaron? Siempre hasta que un día la angus...