Gran abrazo de risas

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*Narra Sebastian*

Comencé mis primeros días de colegio durmiendo muy poco por las noches porque resultó que el horario que veía a mí chico era las 2:30am.

Todas las noches lo iba a buscar y encontraba los ojos más lindos y robadores de suspiros, escuchaba su voz que se asimilaba a un gran abrazo de risas y me excitaba con su cuerpo de piernas flacas y espalda encorvada.

Habían pasado dos meses de que Equim aceptara tener una relación seria conmigo, yo era nuevo en esto del amor, sumando que él era un hombre. Pero si alguien pudiera sentir lo que él generaba en mí seguramente lo hubieran destrozado.
Cada vez que algo es puro y verdadero, alguien lo destruye. Por eso era nuestro horario las 2:30; la gente ya dormía y todo Maipú estaba a nuestros pies. Algunas noches él decidía que esto se tornará gris e intentaba cortar conmigo, pero después del llanto que me provocaba y todo el drama, terminabamos en mi cama, abrazados y durmiendo sin hacer el amor. En todo este tiempo Equim evitó el roce de su cuerpo con mi cuerpo desnudo. Mil veces después de que me besaba quería hacerle el amor.

El torneo ya había empezado y era mi prioridad este año donde los clubes mas grandes del país venían a ver partidos y entrenamientos. Sentía que podía llevar mi relación gay a escondidas del machismo del fútbol y Equim lo entendía así. El tampoco quería que todos opinen de lo nuestro. Decía que las mejores cosas se hacen en silencio y yo lo imaginaba desnudo arriba mío; nada de esto pasaba por la mente de él o no me dejaba ver que si lo sentía.

Me contó lo de Lucas por encima y sin detalles.  "fue una mala experiencia que tuve por buscar amor, pero ahora estás vos" me explicó angustiado. Le prometí no pelearme de nuevo ni con Lucas ni con nadie, aunque la idea de que haya estado alguien antes que yo me ponía demasiado celoso.
Cuando note que no comía y que en este tiempo sus huesos marcaban más sus masa corporal fue que entendí que algo más le pasaba y solo lo dejaba en no comer porque ya estaba lleno de algo que le quitaba el apetito. Empecé a obligarlo a que coma, primero un poco, después algo más pesado y así hasta que compré mucha comida como regalo de primer mes; me odiaba pero había recuperado su peso y su cola volvía a parecer una manzana.
Cada noche era un mar de risas y pasión que solo quedaba en besos, sus manos eran mis manos y aunque sentía que tal vez me iba a dejar, prefería calmar mis celos y  confiar en sus palabras.

2:30 am (parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora