Un lago que muestre la felicidad

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*Narra Equim*

Los ojos llorosos de Sebastian se parecían a la tormenta que me aterraba de pequeño.  Quería abrazarlo en ese momento y agradecerle por cómo me había enseñado el lado bueno del amor, pero no podía, yo no podía hacer que el se enterara de lo que había sucedido con Ivana, su mamá.
-No llores por favor.- Le dije con la voz quebrada.
-¿Tenes a otro? Por favor sé sincero, ya me estás matando con esto, pero hay algo más. Hace meses que luchamos contra la sociedad  y todo el alrededor.- Preguntó llorando contra la pared.
-No es eso, quiero enfocarme en otras cosas, los dos estamos remando hacia un lugar donde ya no queda un lago que muestre la felicidad. A veces, es necesario dejar de remar contra la corriente, porque eso, desgasta los huesos y somos jóvenes, jóvenes para amar, para conocer otras personas. Perdón Sebastian, nunca creí que podía lastimarte, pero créeme que alejarme ahora es lo mejor para vos.- Respondí y salí por la puerta de su habitación.

Caminé despacio hacia la puerta de entrada y noté que el auto no estaba, por lo que su mamá tampoco y me tranquilice.
-No te vas ir.- Me dijo parándose en frente mío e intentando besarme contra la pared.
Si lo besé y casi sentí una eyaculación en ese momento, porque lo amaba eso no estaba en dudas, pero no podía seguir, ya tenía la amenaza de Ivana y en contra al equipo de fútbol. Seguir con él era despedirme de la poca libertad que tenía por atarme a él, a su vida  con sus celos y también con su mamá.

-Tengo que ir a clases.- Lo empuje hacia atrás y abri la puerta.
-No te vayas, espera, ¿me vas a dejar así?-Me miró y miró su pene erecto por debajo de su boxer blanco con puntos rojos.

Salí rápido y comencé a correr con miedo de que Ivana aparezca. Había hecho lo que la noche anterior al tocar a su ventana había decidido no hacer.
¿Porque nos quedamos atados a la maldad de los adultos? ¿Porque ellos nos culpan a nosotros de los miedos de ellos? Todo lo que he conocido es una crítica hacia los adolescentes o los estilos de vida que llevamos, piensan a través de sus prejuicios, de su dolor y crean de nosotros solo almas que buscan aceptación. Pensé en el camino a casa.
Sebastian no me siguió como lo hacía cada vez que nos peleabamos. Esta vez caminé solo. Lloré y me enojé pero también planee una venganza, que, a los minutos, dejé para más tarde.

2:30 am (parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora