Capítulo 2.

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    Lo que He Tian no se esperaba cuando entró al lugar era encontrarse con la figura de ese pelirrojo en el escenario, ni con sus movimientos indecentes que le estaban haciendo volar la imaginación y desear más que en toda su vida hundirse en las carnes de ese sujeto. Jamás se había sentido tan jodidamente atraído sexualmente por nadie y el dichoso baile no lo ayudaba a mantener la mente fría.

Tampoco imaginó que el verlo tan cerca de otros alfas le enfadaría tanto, y mucho menos que sintiera celos de ellos, de cómo amasaban el, a la vista, suave cuerpo del más bajo. Sin embargo, no pierde detalle alguno de su rostro, y la expresión de querer arrancarle la cabeza al segundo tipo le hizo sonreír ligeramente. Al parecer tenía carácter, y eso lejos de desagradar al pelinegro, lo alentaba.

"Ven aquí. Ven aquí. Ven aquí"

Es lo que la cabeza de Tian repetía una y otra vez al ver al pequeño omega buscando un nuevo cliente al que acercarse, hasta que su deseo se cumple y los ojos oscuros del pelirrojo se clavan en las orbes grises del menor de los He, enviando una corriente de electricidad a lo largo de toda su espina dorsal y encogiendo su corazón de tal forma que estuvo a nada de llevarse la mano al pecho para comprobar que estaba bien.

"¿Qué mierdas pasa? ¿acaso él es...?"

No tiene tiempo a acabar la frase que se estaba formando en su mente, pues un delicioso y excitante olor invade el ambiente, nublándole el juicio y haciéndole enfocar toda su atención en el cuerpo del menor. El instinto más primario que poseía se hizo presente, obligándolo a gruñir con fuerza mientras notaba como su pantalón empezaba a quedársele pequeño.

Era muy obvio. El pequeño pelirrojo había entrado en celo. Simplemente con eso estaba a punto de hacer perder toda cordura al pelinegro.

Si no fuera porque este no ha tardado ni dos segundos en huir, Tian se hubiese hecho con él para hacerlo suyo y marcarlo delante de todos los otros alfas, quienes emitían feromonas muy potentes, movidos igualmente por el olor del omega.

Cómo si fuera a quedarse de brazos cruzados después de esa escena, ahora mismo necesitaba ir en su busca para hacerle ver que huir de él no había sido una opción correcta.

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El pelirrojo recorría apresurado los pequeños pasillos que le llevaban a su especie de camerino, oyendo a su jefe gritarle a lo lejos para seguirlo nuevamente y regañarlo, como hace unas horas, pero lo ignoraba deliberadamente. Tenía asuntos más importantes.

- ¡MIERDA, GUAN SHAN! Esta es la última que te paso, no abandones una actuación a med—

De repente, el hombre calló, notando lo que estaba pasando, pues aunque fuera beta de nacimiento, las feromonas del celo afectaban a estos de manera similar que a los alfas. Se tapó la nariz con una mano para evitar seguir siendo torturado por ese aroma tan pecaminoso y lo siguió en silencio hasta llegar al lugar deseado, donde entró con él cerrando la puerta con llave tras de sí.

Guan Shan no pudo más, ni siquiera fue capaz de llegar al cajón donde guardaba los supresores en forma de inyección, pues nada más oír que la puerta se cerraba sus piernas dejaron de responderle y cayó sentado al suelo, jadeando intensamente y cubierto de sudor pese a la escasa ropa que llevaba encima.

- M-m-mierd-da

Ni siquiera era capaz de formular una mísera palabra sin jadear, gemir o tartamudear. Y lo peor de todo, lo estaba haciendo delante de su jefe. Ahora sí que no dudaría en echarlo.

¿Por qué tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora