Capítulo 8. Una habitación en llamas.

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La noche finalmente cayó sobre el basto imperio; una fresca y sumamente agradable brisa entraba por la gran ventana de la habitación que estaba abierta de par en par.
Rin leía un libro echada sobre su estómago sobre la alfombra, a la luz del fuego vivo de la chimenea.

La lectura se había convertido en una de las actividades favoritas de la joven; el palacio contaba con una inmensa biblioteca, llena de libros y pergaminos. Había cuentos, historias, viejos mitos y leyendas, también había libros sobre botánica, medicina, crianza y cuidado de animales domésticos, así como basta información sobre las guerras, los imperios y grandes personajes de la historia del (relativamente) joven mundo. Gracias a aquella enorme biblioteca, Rin había aprendido muchas cosas sobre la guerra que prevalecía, sobre formaciones bélicas y tácticas de combate, así como también sobre armas y desde luego, sobre hierbas milenarias casi milagrosas y diferentes enfermedades; aquello había ayudado mucho a la joven mientras se encontraba en la aldea, ayudando a las mikos en sus labores.
Sin embargo, la lectura que Rin más disfrutaba, especialmente en momentos tan pacíficos como aquel, eran los versos y poemas...

----- "Tu nombre...------- Leía la joven en voz alta.------...tiene el tinte de los sueños que siempre vibro."

Sesshomaru se acercó sigilosamente a su compañera y se arrodilló junto de ella...

------- Deja eso un momento...----- pidió el demonio inclinándose sobre su compañera para retirar su cabello de sus hombros y besar su cálido cuello.

La joven sonrió y se mordió el labio inferior, cerró su libro y lo movió hacia un lado para después girarse y posarse sobre su espalda, dejando al Yokai colocarse entre sus piernas...

------Supongo que llegaste a tu límite.----- le dijo Rin al demonio con picardía en la mirada y en la voz. Sesshomaru no dijo nada, se limitó a devorar la boca de su amada.

La besó apasionada y anciosamente. Como si fuera la primera vez en siglos, o la última vez en una eternidad.
La deseaba tanto. Si por él fuese, jamás le quitaría las manos de encima. Le haría el amor noche y día, por el resto de su existencia.

Sus manos la tocaron y acariciaron dulce pero enérgicamente, haciéndola jadear con cada vez más frecuencia.
Pasó sus manos por su bello rostro, por su frágil cuello, por sus suaves brazos, sus curveados costados y luego acarició sus senos.
La ropa se volvió un verdadero estorbo, así que con cuidado, fue abriendo el kimono desde el escote hasta liberar su hermoso torso.
Sesshomaru besó y saboreo ambos montículos de su pecho; la piel de Rin se erizó con una ola de placer que se volcó sobre ella en ese instante y el primero de muchos gemidos involuntarios escapó de su boca.
Mientras el demonio estaba tan perdido en su cuerpo, la joven comenzó a retirar lentamente las prendas superiores de su amante dejando (al cabo de unos minutos) el torso del Yokai al descubierto.
Rin acarició a su compañero con la misma suavidad y necesidad; se aferraba a él con fuerza cada vez que el besaba su cuello o mordía su pecho.
De repente, el calor del fuego que emanaba de la chimenea, pareció una brisa otoñal al lado del calor que recorría sus cuerpos y algo tan automático como respirar se volvió una tarea bastante difícil que sus instintos les impedían olvidar.

Se aseguraron de no dejar una sola parte sin tocar, un solo centímetro sin besar o saborear; minuciosamente exploraron cada pequeño rincón y hasta el más oculto poro quedó impregnado con la esencia del otro.

Sesshomaru retiró la cinturilla del kimono y finalmente pudo descubrir por completo el cuerpo de su amada. Pasó una mano por su pierna derecha y quitó la correa en donde llevaba la daga.
El deseo lo consumió desde adentro como un apetito insaciable; cada uno de sus sentidos le gritó en ese momento suplicando tomar partido y ser descargados sobre el cuerpo de aquella hermosa mujer.

Aclisolar III: Luna de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora