Capítulo 21. La isla de las luciérnagas.

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No apto para público sensible.

La llevó nuevamente por los cielos. El fresco viento nocturno los acariciaba fervientemente.
Rin pensó que era una de las mejores sensaciones de la vida.

Descendieron en lo que la joven identificó como una isla. Una isla boscosa.
A diferencia de la aldea, el aire de ese lugar era un tanto más frío y la brisa salina se hacía notar. También se escuchaban las grandes olas del océano rompiendo contra los riscos en los límites de la isla.
Avanzaron durante un rato por los adentros del espeso bosque, el cual parecía ser el santuario de las luciérnagas que habían visto antes, ya que estas revoloteaban libremente y se detenían en los gruesos troncos y las frágiles ramas de los árboles. Era un lugar casi surrealista que emanaba un aire de calidez y al mismo tiempo de frescura. Era como una bocanada de aire fresco en un día caluroso al lado de la costa.

Finalmente, se detuvieron en un pequeño claro, rodeado por grandes y frondosos árboles y plantas colgantes que semejaban cortinas, una hierba su amanece fina y suave crecía en el firmamento, la media luna se alzaba grande y hermosa sobre el cielo que dejaba entre ver el espacio entre los árboles y las luciérnagas que habitaban ahí llenaban el lugar de una tenue luz cálida dispersa.
Rin observó cada parte de aquel lugar con asombro e impresión. Lugares como aquel le traían recuerdos sumamente gratos.
La joven se dio media vuelta para encontrarse con su amado demonio, quien permanecía tras ella todo el tiempo; lo miró fijamente a los ojos, intentando expresarle así, lo que las palabras no alcanzaban a decir. Se acercó aún más, extendió sus brazos y lo abrazó.

-------Sesshomaru...muchas gracias.-------Dijo la joven sin saber qué más decir.

--------No me agradezcas, Rin. -------Respondió el demonio correspondiendo el abrazo.

Después de un momento, el Yokai usó su mano derecha para levantarle la mirada a su compañera haciendo que volviera a mirarlo a los ojos...

-------Esos ojos...------Decía Sesshomaru.------ yo amo esos ojos.

Rin no pudo evitar sonreír mientras se sonrojaba y se apresuró a ponerse de puntillas y estirarse para besar a su amado.
Sesshomaru le correspondió ampliamente; ambos se fundieron en aquel ferviente beso como se funden el sol y la luna en un eclipse total.
El Yokai prácticamente arrancó de si la armadura y sin perder un solo segundo, las frágiles manos de ella se aferraron a él como si el viento estuviera a punto de llevársela.
Él la rodeo por la cintura y la pegó aún más a su cuerpo, abrazándola fuertemente.
Respirar comenzaba a volverse una tarea sumamente difícil y secundaria; cada vez que ella intentaba tomar una bocanada de aire, el la atrapaba de inmediato nuevamente con su boca y viseversa. Eran como dos fieras hambrientas, ansiosos el uno por el otro.
Besaban y saboreaban todo lo que sus bocas encontraban a su paso y con sus manos recorrieron el cuerpo opuesto hasta donde les fue posible.
Pese al fresco aire que acariciaba el lugar, el calor de sus cuerpos comenzó a tornarse insoportable, su piel comenzó a humedecerse rápidamente y sus respiraciones agitadas no tardaron en tornarse jadeos desesperados.
A Rin le costaba mantenerse lo suficientemente erguida para alcanzar al demonio, así que éste, (una vez noto que su compañera comenzaba a cansarse.) bajó sus manos acariciando lo que había a su paso y cuando se encontró sobre sus muslos, la levantó sin mayor esfuerzo, haciéndola rodearlo con sus piernas sin dejar de besarla.
El demonio avanzó unos cuantos pasos, hasta que se vio interceptado por un gran árbol, un par de metros en frente, así pues, se arrodilló cuidadosamente en el suelo fresco, se inclinó y recostó a la joven con delicadeza sobre la fina hierba del lugar, haciendo que cientos de insectos luminosos salieran volando.
Rin aflojó el agarre de sus piernas con el que permanecía aferrada a Sesshomaru, poniendo sus pies sobre el suelo pero sin extenderse, permitiendo que el demonio permaneciera entre sus piernas.
La joven, se aferraba a las ropas de su demonio con fiereza, pero al cabo de un rato, comenzó a ayudarlo a deshacerse de estas con suavidad y calma. Poco a poco el demonio liberó sus hombros y su pecho y por último sus brazos.
Rin acaricio el fuerte y firme cuerpo del Yokai con sus frágiles manos de manera incansable y el calor que su cuerpo le irradiaba estando tan cerca de ella, invadía todo su ser haciéndola luchar por tomar aire con cada ves más frecuencia.

Aclisolar III: Luna de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora