Capítulo 75. No hay opcion.

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Ninguna duda cabía de que todo se había complicado, posiblemente, demasiado.
Sesshoamru lo sabía perfectamente y aquello no lo dejaba tranquilo un solo día.

Su más grande prioridad todo aquel tiempo había sido Rin.
Sin importar que, debía asegurarse de que ella estuviese a salvo y que no pagara con su vida el precio de una guerra ancestral en la que ella jamás había figurado.
Sesshomaru siempre supo (a pesar de que solía consolar a su compañera con palabras que prometían lo contrario) que las posibilidades de que el muriera en esa última batalla eran exuberantes. Pero también sabía, que era eso para lo que había nacido.
Sesshomaru había sido criado bajo el único fin de restablecer el imperio de la sangre Yokai sobre la que se consideraba la plaga de la especie humana. Había sido criado para asegurar el posicionamiento de las especies que se consideraban superiores por sobre aquellos que eran inferiores o se opusieran. Aún su propio padre sabía que un linaje al borde de la extinción como lo era el linaje Taisho era el único capaz de cumplir con tal tarea. Pero, claro...las cosas habían cambiado.
Desde el momento en que el difunto padre de Sesshomaru había encontrado que existía algo mucho más allá de la guerra y la interminable lucha por el poder, todo lo demás no importó jamás.
Sesshomaru había retomado la labor que su padre había abandonado. Había optado como suya la encomienda de volver a otorgarle a los linajes Yokai lo que habían perdido. Pero no solamente eso. Sesshomaru era ambicioso y su sed de sangre y pasión por matar lo volvieron el más temido demonio sobre la tierra. El pensaba que podría lograr mucho más de lo que su padre en algún tiempo ambiciono.
Sesshomaru creía, que podía llevar el casi inexistente linaje de su familia a la sima de ese imperio, edificando su trono sobre todos aquellos que se interpusieran en su camino.
Pero, desde luego, en aquel tiempo, el demonio no tenía absolutamente nada que perder. Solo existía todo lo que podía ganar.
Y luego llegó Rin. Y con su madurez, la debilidad del Yokai.
Hubiese sido más fácil alejarse de ella. Hubiese sido más fácil pretender que jamás había existido. Hubiese sido más fácil simplemente continuar siendo implacable.
Para empezar todo hubiese sido más fácil antes y lo sería mucho más ahora, si jamás la hubiese revivido la primera vez.
No era como si Sesshomaru se arrepintiera de eso. No era como si se arrepintiera de algo. De haber revivido a Rin, de haberla protegido, de haberla amado, de haberla hecho suya y de compartir con ella su existencia.
Sesshomaru veía ahora, que su vida había sido nada antes de todo eso. Cuando Rin había llegado, nada más había importado.
Pero ahora Sesshomaru se daba cuenta de que nunca había importado tanto lo que hiciera.
Antes de Rin, a nadie más que a él y su orgullo le podría importar si ganaba o perdía. Si vivía o perecía.
Con la llegada de Rin a su vida, todo importaba. No podía perder porque implicaría dejarla sola y a merced de todo aquello de lo que la había protegido. No podía perecer porque... Ella confiaba en el.

Aún así, cuando se dispuso a enfrentar la batalla de la Luna de Sangre, Sesshomaru sabía que, pasará lo que pasara, lo único que realmente importaba era la vida de Rin.
Sesshomaru le había prometido no dejarla sola. Le prometió que nada malo le sucedería y que volvería a su lado al final. Pero el Yokai sabía bien que, a veces mentir piadosamente es mejor que hablar con la cruel verdad. El sabia que haberla el ejido a ella por sobre cualquier cosa, implicaba una gran posibilidad de no poder pagar cumplir con el que había sido alguna vez el objetivo de su entonces vacía vida.
Asegurar la existencia de Rin en la tierra era todo lo que Sesshomaru realmente quería y estaba dispuesto a morir por eso.
Sesshomaru podía permitir que cualquiera tomara el imperio y le cortara la cabeza en el acto, siempre y cuando estuviera seguro de que jamás la buscarían a ella. El sabía que la única razon en que sus enemigos podrían querer apoderarse de ella sería con el fin de llegar a él. Pero Sesshomaru estaba dispuesto a ser derrotado antes.
Si él no lograba vencer en esa batalla, la única forma de salvar a Rin era morir en manos de sus enemigos. Ella no les sería útil si él ya estaba muerto.
Estaba dispuesto a aceptar eso.
Pero ahora, incluso eso había cambiado.
Rin estaba embarazada.
Ella daría a luz a los únicos y legítimos herederos del imperio.
Híbridos o no, legítimos sucesores del linaje Taisho. Y solo por esa razón, (Vivo o muerto Sesshomaru) serían implacablemente perseguidos y posteriormente asesinados.
Rin podía no valer nada a los ojos enemigos, pero sus hijos... Nacidos o no valían mucho más que la misma cabeza del Lord.
Por esa misma razón, el demonio sabía que debía asegurarse de que la existencia de sus hijos no llegara a a oídos enemigos.
Sesshomaru había pasado los últimos meses encubriendo su ausencia en el este, sabiendo que de inmediato comenzarían a buscarlo con el fin de averiguar el motivo de su ausencia e inevitablemente darían con su compañera y los hijos que está llevaba y entonces, sin importarles su desventaja ni utilizar la mitad de sus fuerzas militares o todas ellas, a como diera lugar, la acabarían. Y aún si acabaran al demonio primero, dejar viva la más pequeña parte de su descendencia sería un error atroz.
Sesshomaru amaba a Rin más que a nada y... Había amado a los cachorros que crecían en su interior aún más. Jamás lo hubiese si quiera pensado. Jamás hubiese imaginado amar algo o a alguien más que solamente a la mujer que había elegido como su compañera, pero como todo en los últimos años de su vida, el destino se aferraba a mostrarle lo herrado que podía estar.
Y con todo eso, a los ojos de Sesshomaru se hacía evidente que... No podía permitirse perder.
La única forma de asegurar la vida de sus hijos era posicionándose el mismo como el vencedor de aquella ultima batalla. No podía perder.
Y mientras se aseguraba de eso, debía asegurarse también de cuidar a Rin particularmente. Debía ver que estuviera sana y con ella los cachorros .
Debía protegerla de un enemigo que aún desconocía...
Sesshomaru había estado aprovechando bien todo ese tiempo en el norte. Buscando evidencias de una posible alianza protagonizada por un desertor del este.
Había agotado todas sus teorías y no había tenido éxito. El el norte no existía ningún clan lo suficientemente prominente para ser útil a una alianza en su contra.
Pensar en eso hacía que el demonio sintiera a explotar su cabeza. Sabía que debía haber algo que no estaba viendo...pero que?!
Le molestaba reconocerlo,muero cada día que pasaba le era más difícil concentrarse en eso. Su cabeza parecía solo tener cabida para Rin y sus hijos por nacer.
Las responsabilidades que enfrentaba ahora parecían sobre pasarlo por completo... Cómo podría cuidar de Rin y al mismo tiempo asegurar su victoria??
El demonio miró a su amada humana, quien yacía durmiente a su lado. Pensó en lo idiota que había sido al creer que podía planearlo todo.
El recuerdo del final que su difunto padre había tenido le llegó a la memoria... El mismo se había dado cuenta de que no era posible tenerlo todo... Había acabado muerto por no haber visto cuan equivocado estaba de creer que podría proteger lo que amaba y obtener lo que ambicionaba... Pero aún así, había tenido la opción de morir asegurando así la vida de su amada y de su hijo ilegítimo, mientras delegaba a Sesshomaru las responsabilidades del imperio que por sangre le correspondían.
Sesshomaru se dio cuenta de que él no poseía ninguna de esas opciones.
Aquella situación se reducía únicamente a un todo o nada. Podía perder y perderlo todo o podía ganar y asegurar todo para su favor.
No había más opciones.

El demonio suspiró con pesadez y agotamiento; volvió a mirar a su compañera... Pudo haber maldecido el día en que la amo tanto, pero sería condenarse a morir.
Poro el contrario, pensó en cuán fuerte se sentía al saber que todo lo que hiciera, importaba.

Sesshomaru pegó a Rin más hacia si con ayuda del brazo que la mantenía abrazada y con su otra mano, acarició su vientre bajo por sobre las mantas que la cubrían y, nuevamente, corroboró que aquella no era su más grande debilidad, sino su más grande fortaleza.
No había manera de que perdiera.

Aclisolar III: Luna de Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora