Capítulo 15: El rey de la noche y de todo Londres.

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-¿¡Le pusiste porno!?

Bey se volvió hacia Jordan, estupefacta. Estábamos en la discoteca y él, milagrosamente, no había ido corriendo a la barra nada más atravesar la puerta. Debía de verme tan mal que había decidido quedarse con nosotros.

Había pasado un día desde la pelea con Sabrae, y yo me las había apañado para salir de casa y quedar con mis amigos mientras fingía que todo iba bien. Jordan me había convencido de que quedarme en casa era lo peor que podía hacer entonces, y con la rapidez que nos caracterizaba a ambos, terminamos invocando a todo el grupo de amigos para salir de fiesta y emborracharnos.

Tommy y Scott tenían sus propios planes, como siempre, y Max había quedado con Bella para ir a cenar, de manera que, de los nueve de siempre, terminamos siendo seis (las gemelas, Karlie, Logan, Jordan y yo) los que habíamos entrado en el bar de Jeff. Ya entonces Bey me había notado raro, y había tratado de sacarme lo que fuera que me estuviera preocupando, pero yo me había cerrado de forma hermética. No iba a dejar que Sabrae me fastidiara también las cenas con mis amigos. La comida basura puede ser tan efectiva para el mal de amores como el agua lo es para evitar una resaca.

Y yo estaba a punto de vivir la mayor resaca de mi vida, así que necesitaría toda el agua posible.

De manera que había conseguido comerme mi hamburguesa tranquilo, llevar la conversación por temas en los que me encontrara más seguro; temas en los que no se me formarían nudos en la garganta ni me costaría respirar porque a cada segundo que pasara más rabia me daba todo, más confundido estaba, y más pensaba que Sabrae lo estaba sacando absolutamente todo de quicio. Pude cenar tranquilo, pude incluso reírme y meterme un poco con Bey a modo de consuelo de que no podía hacer nada con la chica con la que más me apetecía hacerlo todo, y pude levantarme yo solo del sofá y sugerir ir a algún sitio donde la música fuera tan alta que pudiera ensordecer ese silencio atronador en que mi móvil llevaba sumido un día.

Echaba mucho de menos la vibración personalizada en el bolsillo del pantalón, la que me hacía saber que alguien muy, muy especial me había enviado un mensaje. Que se habían acordado milagrosamente de mí. Que la noche no era tan perfecta, ya que se acordaba de que yo no estaba en ella, y que no lo era precisamente porque yo no estaba en ella.

Hacía un día que Sabrae y yo nos habíamos gritado y yo ya la echaba terriblemente de menos. Hacía un día que nos habíamos dicho cosas horribles y yo ya quería retirarlas todas y cada una, punto por punto.

Hacía un día que mi mundo se había puesto patas arriba y yo ya había perdido el conocimiento, como sólo puede pasarte cuando te pasas demasiado tiempo bocabajo y la sangre se te acumula en el cerebro.

La única razón que tenía para acceder a contarle a alguien más que a Jordan lo que había pasado tenía las dos caras de una moneda: que ese alguien era Bey, y que Bey estaba preocupada. Claro que no entré en demasiados detalles cuando se lo conté (simplemente le dije que había tenido una discusión muy gorda con Sabrae, gorda del tipo creo que lo hemos dejado, o más bien estoy completamente seguro de que lo hemos dejado), pero ella no iba a darse por vencida así como así.

Eso y que había empezado a emborracharme un poco, y el alcohol me daba la perspectiva que el tiempo no conseguía darme. Cuando estás un poco borracho todo empieza a verse a través de un nuevo filtro, como si el mundo se olvidara de las reglas que lo rigen y comenzara a violarlas por el mero hecho de que las desconoce. Con el alcohol corriéndome por la sangre y haciéndome sentir valiente, mis problemas ya no parecían tan inmensos. Incluso podía obviarlos y centrarme en lo mucho que me gustaba la música que estaban poniendo (una selección exclusiva de mis canciones preferidas, cortesía de Jordan, quien al contrario de lo que Bey pudiera decir era un amigo de puta madre), lo deliciosas que estaban las bebidas que los chicos me iban trayendo o lo buenas que estaban las tías que no paraban de contonearse de manera sensual al ritmo de la música.

B o m b ó n (Sabrae II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora